martes, 23 de julio de 2024

Reflexiones sobre la inmigración

En los procesos de salida de un país de muchos de sus habitantes (emigración masiva) y de entrada a otro país (inmigración masiva), se encuentran los siguientes casos extremos:

a) Si la salida de habitantes implica gente poco trabajadora, con predisposición a la vagancia y a ser mantenida por el Estado del país al cual se dirige, implica un beneficio para el país de origen y un perjuicio para el país de destino.

b) Si la salida de habitantes implica gente trabajadora, emprendedora y capaz, se perjudica el país de origen al perder valioso capital humano y se beneficia el país receptor.

Un ejemplo del primer caso es el asociado a Fidel Castro cuando envió barcos con "gente mala" hacia los Estados Unidos. Al respecto leemos: "El pasado 15 de abril se cumplieron 41 años del inicio de la crisis migratoria del Mariel (1980), cuando Fidel Castro autorizó la llegada de embarcaciones de cubanos radicados en Estados Unidos al puerto habanero (en aquel momento) para recoger a sus familiares y amigos que también quisieron emigrar de la isla".
"La única condición que el régimen impuso para que esto ocurriera fue que debían llevarse en esas embarcaciones, además, a «antisociales», eufemismo utilizado para referirse a criminales convictos".
"Aquí se aludía a presos comunes (muchos siendo peligrosos y hasta con problemas mentales que propiciaban la violencia) y a los que se recluyeron en la embajada de Perú en La Habana apenas 11 días antes".
"Esta fue la alternativa que halló Castro para deshacerse de todos aquellos indeseables, incompatibles con su Gobierno, como los 11.000 que irrumpieron en la sede diplomática para solicitar asilo político".
"Todo formó parte de un maquiavélico plan para reparar los daños de imagen que supuso esta insurrección, pues en ese momento se pensaba que la gran mayoría de los cubanos apoyaban al régimen" (De www.cubacute.com).

Para el segundo caso existen muchos más ejemplos, y es el de los países socialistas y el de los subdesarrollados que en forma casi permanente "envían" importante capital humano a los países desarrollados, acentuando el subdesarrollo de unos y el desarrollo de otros.

Si la emigración fuese de un 50% "buenos" y 50% "malos" las cosas se equilibrarían, al menos teóricamente. Sin embargo, los sectores nacionalistas, por lo general, suponen que los extranjeros que vienen al país son todos "malos" como también lo son los locales que quieren irse. La postura optimista es la que considera que es muy positiva la recepción de inmigrantes, si bien ello implica también que se perjudican los países emisores.

A continuación se transcriben dos artículos al respecto:

REFLEXIONES SOBRE LA INMIGRACIÓN

Por Lorenzo Bernaldo de Quirós

La evidencia empírica muestra que el multiculturalismo reduce la disposición de los inmigrantes a aprender la lengua del país receptor e incrementa la segregación espacial.

Vox ha roto sus pactos autonómicos con el Partido Popular tras la decisión de los Populares de acoger en los territorios donde gobernaba con la formación liderada por el Sr. Abascal a los menores no acompañados, conocido con el término “menas”. Los voxitas consideran ese movimiento un respaldo a la inmigración ilegal y, en consecuencia, un incentivo a la entrada en España de flujos migratorios irregulares. El asunto de los “menas” es sólo la punta del iceberg de un problema de mayor calado: la definición de cuál es la política de inmigración deseable.

De entrada, la libertad de desplazarse no implica el derecho a ir donde uno quiera e instalarse allí. Los derechos de cada persona tienen por límite los de los demás. A priori, el Gobierno que gestiona una organización estatal en una democracia tiene un uso temporal del país. No es dueño de él, pero ostenta la potestad durante su mandato de ejercer el derecho de exclusión, es decir, de establecer las normas que regulan la entrada de individuos de otros Estados en su territorio. Y, obviamente, quien viola esas normas es un okupa y, en consecuencia, ha de ser expulsado.

La izquierda y las autodenominadas fuerzas progresistas esgrimen la bandera legitimadora de los sentimientos humanitarios para avalar sus posiciones en este campo mientras que, para otros sectores de la opinión, no necesariamente ultraderechistas y xenófobos, las posturas laxas respecto a la inmigración son contrarias a su concepción de una comunidad nacional deseable y tienen sustanciales externalidades negativas. En este contexto, se plantea una pregunta elemental: ¿Es posible afrontar la cuestión migratoria desde una perspectiva neutra y racional? La respuesta es positiva.

El sistema de inmigración existente en España, al igual que en otros Estados desarrollados, incentiva los flujos migratorios de los buscadores de rentas, lo que contribuye y contribuirá a generar una creciente hostilidad hacia aquellos en amplios segmentos de las sociedades receptoras. El acceso a un amplio catálogo de prestaciones y servicios sociales genera un poderoso efecto llamada sobre la inmigración improductiva. Por añadidura, un marco institucional de esa naturaleza acentúa sus consecuencias perversas cuando, incluso los ilegales, reciben significativos beneficios en metálico o en especie, muchos de ellos por un espacio temporal indefinido.

Por eso, la deseable y necesaria atracción de flujos migratorios cuya finalidad es contribuir a crear riqueza y mejorar sus condiciones de vida a través del esfuerzo y del trabajo exige una revisión radical y restrictiva de su capacidad de acceder a los programas del Estado del Bienestar. Si no se hace esto, se estimula la permanencia o la instalación de los beneficiarios de las ayudas sociales en los escalones más bajos de renta, fomentando una cultura de dependencia subvencionada y la creación de guetos que hacen imposible por innecesaria la integración de los inmigrantes en la sociedad anfitriona.

El problema se agrava cuando la política hacia la inmigración no contempla a los extranjeros en términos individuales sino colectivos, esto es, por su pertenencia a un estatus legal diferenciado que refuerza el control del grupo sobre sus miembros, creando comunidades herméticas que hacen inviable o muy difícil su integración. Ello estimula al inmigrante a integrarse en redes étnicas y religiosas cerradas y a reducir-eliminar su necesidad de integrarse. Como señaló Sartori, se añade a la tendencia a la fragmentación tribal de muchas de las sociedades abiertas, impulsada por las religiones postmodernas, un nuevo y peligroso elemento: el multiculturalismo.

La evidencia empírica muestra que el multiculturalismo reduce la disposición de los inmigrantes a aprender la lengua del país receptor e incrementa la segregación espacial. Esta situación es la raíz de gran parte de la reacción adversa ante la inmigración legal e ilegal por muchos ciudadanos en las democracias liberales. Este escenario se agrava en los descendientes de los inmigrados que, en un contexto multicultural, son mucho más reacios que sus ancestros a adoptar las reglas del país anfitrión porque ya gozan o tienen expectativas de gozar de un estatus legal que asegura y consagra su singularidad.

En este entorno resulta muy fácil utilizar la inmigración como arma política, clasificar a las personas de buenas y malas, de deseables o indeseables de acuerdo con su raza o religión y articular un respetable y atractivo discurso xenófobo haciendo abstracción de la conducta inadecuada de inmigrantes concretos una característica general de todos ellos. Esta es la consecuencia inevitable del enfoque colectivista de las políticas migratorias apadrinadas por la izquierda y la razón del atractivo del discurso y del auge de la “derecha iliberal” en un buen número de países desarrollados.

España necesita una política de inmigración nueva y diferente de la actual; esto es fría y racional, bienes cada vez más escasos en la Vieja Piel de Toro.

(De www.elcato.org)

EL CASO (EGOÍSTA) A FAVOR DE LA INMIGRACIÓN

Por Ilya Somin

Los inmigrantes trabajan, crean empresas y contribuyen a la innovación científica, a menudo en mayor proporción que los ciudadanos nacidos en el país.

Las elecciones generales de 2024 "deberían ser las elecciones de la inmigración", ha dicho Nigel Farage. El deseo del líder reformista se ha cumplido: el tema de la inmigración es uno de los principales focos de debate. También es un tema importante en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Gran parte del debate en ambos países presenta a los inmigrantes como una carga que los países receptores deberían aceptar (si es que lo hacen) sólo por altruismo o por sentido de la obligación. Pero esto es engañoso e ignora los muchos beneficios de la inmigración para Gran Bretaña y otros países receptores.

Aceptar inmigrantes es lo correcto, en parte porque salva a muchos miles de personas de lo que de otro modo probablemente sería una vida de pobreza y opresión. Pensemos en casos como el de los hongkoneses y uigures que huyen de la represión china, o el de los disidentes rusos y ucranianos que huyen de la brutalidad de Vladimir Putin. Pero abrir las puertas a estas personas también beneficia a Gran Bretaña. Los inmigrantes trabajan, crean empresas y contribuyen a la innovación científica, a menudo en mayor proporción que los ciudadanos nacidos en el país. Eso beneficia enormemente a los actuales ciudadanos británicos, así como a los propios inmigrantes.

Estados Unidos suele considerarse la "nación de los inmigrantes". Pero Gran Bretaña también tiene una larga historia de acogida de inmigrantes y de aprovechamiento de sus aportaciones. Los refugiados hugonotes protestantes que huían de la represión en la Francia de los siglos XVII y XVIII desempeñaron un papel importante en el desarrollo temprano de la economía británica y en los inicios de la revolución industrial. Más recientemente, los refugiados judíos y de otros países que huían de la Alemania nazi contribuyeron al desarrollo científico, incluidos los sistemas de armamento cruciales para ganar la Segunda Guerra Mundial. En la posguerra, el crecimiento económico y la investigación científica británicos se vieron considerablemente impulsados por los inmigrantes procedentes del sur de Asia, África, el Caribe y otros lugares.

Hoy en día, en Gran Bretaña, al igual que en Estados Unidos, los inmigrantes desempeñan un papel desproporcionado en la creación de nuevas empresas. Según un estudio de 2023, el 39% de las 100 empresas británicas de más rápido crecimiento tienen un fundador o cofundador inmigrante, a pesar de que los inmigrantes sólo representan el 14,5% de la población del Reino Unido. Los inmigrantes británicos también son mucho más propensos a crear empresas que los nativos y a participar en otros tipos de iniciativas empresariales. Estas empresas contribuyen al crecimiento y la innovación y ofrecen valiosas oportunidades de empleo tanto a inmigrantes como a nativos. Tanto la historia como la teoría económica demuestran que no existe un número fijo de puestos de trabajo, de modo que más oportunidades para los inmigrantes disminuyan las de los nativos. Más bien, nativos e inmigrantes pueden ayudarse mutuamente a prosperar en una economía en crecimiento con mayor innovación.

Los beneficios de la inmigración pueden, literalmente, salvar vidas. Las dos primeras vacunas Covid-19 que tuvieron éxito se desarrollaron en gran parte gracias a los inmigrantes o a sus hijos.

Algunos temen que la inmigración sobrecargue el presupuesto público. Pero en realidad la mayoría de los inmigrantes aportan más a las arcas públicas de lo que sacan. Según el economista Jonathan Portes, los datos del Gobierno muestran que los recientes aumentos de la inmigración (que han permitido la entrada de unos 350.000 inmigrantes más de lo previsto) podrían, en términos netos, aumentar los ingresos públicos en unos 5.000 millones de libras al año. Es probable que los beneficios fiscales a largo plazo de una mayor inmigración sean mucho mayores.

En los últimos años, algunos sostienen que la inmigración agrava la escasez de vivienda en el Reino Unido. Pero, en Gran Bretaña –como en Estados Unidos– los trabajadores inmigrantes son en realidad importantes contribuyentes a la construcción de viviendas, aunque esa contribución disminuyó desde el Brexit, que dificultó la entrada de algunos trabajadores de la construcción inmigrantes. Los datos estadounidenses muestran que el aumento de la deportación de inmigrantes indocumentados reduce la construcción de viviendas y, por tanto, podría exacerbar la escasez y aumentar los precios de la vivienda.

En ambos países, las principales causas de la escasez de vivienda son las restricciones al uso del suelo que en muchos lugares dificultan o impiden la construcción de nuevas viviendas en respuesta a la demanda. Pueden paliarse derogando las restricciones y dejando que los propietarios construyan libremente nuevas viviendas en sus terrenos, creando así viviendas asequibles tanto para los inmigrantes como para los nativos. Los trabajadores inmigrantes pueden desempeñar un papel vital en ese proceso. El líder del Partido Laborista, Keir Starmer, propone acertadamente reformas YIMBY ("sí en mi patio trasero") que frenarían el poder de los gobiernos locales para bloquear nuevas construcciones.

Otro temor común sobre los inmigrantes es la aparente anarquía y el desorden derivados de la inmigración no autorizada. Pero algunos de estos problemas, al menos, se derivan del resultado de las restricciones a la inmigración. Cuando los emigrantes que huyen de una pobreza y una opresión terribles no tienen medios legales para escapar, es comprensible que recurran a los ilegales, incluida la búsqueda de ayuda de contrabandistas y delincuentes. Del mismo modo, cuando Estados Unidos aplicó una política de prohibición del alcohol en la década de 1920, se creó un vasto mercado negro de bebidas alcohólicas, que creó oportunidades para el crimen organizado, dirigido por gente como Al Capone. Los datos estadounidenses muestran que aumentar las oportunidades de migración legal reduce el cruce ilegal de fronteras. Facilitar la inmigración legal puede contribuir también a aliviar los problemas británicos de inmigración irregular.

En la medida en que la inmigración cause problemas, éstos pueden aliviarse con soluciones menos draconianas que la exclusión de los inmigrantes. Si, por ejemplo, en contra de la evidencia actual, resulta que la inmigración supone una carga para el erario público, puede abordarse limitando aún más el acceso de los inmigrantes a las prestaciones sociales. Estados Unidos ha adoptado este enfoque en su Ley de Reforma de la Asistencia Social de 1996. El Reino Unido ya lo hace para algunas categorías de visados. Este tipo de restricciones son mejores que las medidas radicales contra la inmigración.

Al fin y al cabo, conviene recordar que, en última instancia, la inmigración abierta no es sólo caridad para los inmigrantes: también puede contribuir a crear un Reino Unido más fuerte y próspero.

(De www.elcato.org)

1 comentario:

agente t dijo...

No veo en ninguno de los dos artículos mención alguna a un hecho incontrovertible consecuencia de una inmigración masiva descontrolada: la tendencia a la baja de los sueldos en todas las categorías debido al exceso de oferta de mano de obra. Y por supuesto que debido más a la lentitud burocrática que a la falta de prodigalidad los inmigrantes no regularizados acaban en muchas ocasiones lumpenizándose, dedicándose a actividades ilegales, otra suma al debe de este fenómeno que amenaza la existencia misma de las sociedades occidentales tal como las conocíamos hasta hace relativamente poco tiempo. Y recordemos que no estamos ante flujos que por su número sean asimilables, sino ante una verdadera invasión que tiene que estar, por necesidad, planificada y coordinada, es decir, ante todo un reto adverso de carácter político y geoestratégico.