martes, 16 de julio de 2024

El oro americano y la inflación europea luego del descubrimiento de América

En épocas en que la mayoría de los intercambios comerciales se hacían a través de monedas metálicas, la disponibilidad adicional de oro y plata tendía a incrementar la cantidad de monedas a un ritmo mayor al de la producción de bienes y servicios. El incremento de monedas metálicas, vinculado al descubrimiento de América, inició una época inflacionaria, no sólo en España, sino también en otros países europeos.

A continuación se transcribe un artículo al respecto:

LOS GRANDES AFLUJOS DE ORO: DESPUÉS DE COLÓN

Por Rene Sedillot

Sobre las rutas de las dos Indias, los conquistadores buscaban el metal que Europa necesita. Sin duda, también buscan especias y aventuras, y quieren llevar el Dios de los cristianos a los paganos de ultramar. Pero el oro es el móvil principal. Poseer, escribe Colón a Fernando e Isabel, la cosa más deseable del mundo.

Decid a vuestro amo que nos envíe oro, intima Cortés a los enviados de Moctezuma. El primer objetivo de los descubridores consiste en apoderarse de los tesoros amasados por los aztecas o los incas, iniciar el lavado de las arenas de los ríos y buscar minas de oro.

Después de las primeras decepciones, logran ver colmadas sus mejores esperanzas. Después de las minas de plata, las de oro revelan sus secretos. Explóranse las entrañas de México, Perú, Chile y las Guayanas: en los galeones españoles, asaltados a veces por los corsarios franceses o ingleses, el oro de América llega a Europa.

El promedio anual de producción de oro en todo el mundo pasa de unos 200 kilogramos antes de Colón a 7 toneladas en el siglo XVI: es decir, 35 veces más.

Al principio, la inflación metálica se localiza en España, donde se acuñan grandes cantidades de monedas de oro: el escudo, y el doble escudo, la pistola. Desde la península la inflación pasa a Italia, a Francia, y a todo el Occidente europeo, por obra de las operaciones comerciales, del juego de los movimientos bancarios y de los envíos de fondos efectuados por los asalariados extranjeros que trabajan en España. Y aunque esta última prohiba la salida del precioso metal, necesita compensar el déficit de su balanza comercial. Ningún embargo ha logrado jamás detener realmente las transferencias de oro.

Por lo tanto, el metal se difunde por todo el mundo...y llega hasta la India, tradicionalmente ávida de oro, y cuyas especies deben ser pagadas por Occidente. Y mientras la India atesora y esteriliza el oro, Occidente lo moviliza. Circula entre las naciones y en las naciones, vivificando la economía.

El siglo XVI es la época de las grandes empresas. Tráfico bancario y comercial, empresas terrestres y marítimas, ascenso de las industrias jóvenes (imprentas, fundiciones de cañones), entrada en escena de materias primas y de técnicas nuevas (cacao y tabaco) y también, exportada a América y multiplicada por ella, la producción de azúcar y de algodón. A la ampliación del horizonte humano responde el movimiento de las ideas: después del Renacimiento, la Reforma.

Esta general metamorfosis se refleja en el alza de los precios, que se inicia en los puertos donde se desembarcan las mercancías -Sevilla y Cádiz-, en los mismos muelles de descarga. Luego se propaga por sierras y llanuras, hasta las más lejanas aldeas de la península. Durante el siglo XVI, los precios se cuadriplican en Castilla. Treinta años después Francia sufre el contagio de la misma enfermedad: se quintuplican los precios del trigo, se triplican los de los huevos, y se duplican los de la carne.

Como suele ocurrir en los periodos de inflación, los ingresos no progresan con el mismo ritmo. En España los salarios se multiplican penosamente por 3 cuando los precios se cuadriplican. En Francia sólo aumentan en un cincuenta por ciento; los arriendos apenas se duplican, y los derechos feudales estipulados en plata se mantienen inalterables. Por lo tanto, al paso que los productores y comerciantes incrementan sus ganancias, los señores, los propietarios y los asalariados ven disminuido su poder adquisitivo. Los señores y los propietarios manifiestan su descontento uniéndose a los hugonotes. De este modo «protestan» contra el régimen. En las ciudades, los asalariados replican al alza de los precios con huelgas y desórdenes.

En Inglaterra asistimos a la misma evolución. Allí, la abundancia de metal se expresa en el alza de precios y, simultáneamente, en el impulso del periodo isabelino; idénticos fenómenos en Flandes, en Alemania y aun en Polonia. Por doquier suben los precios, los comerciantes se enriquecen y se empobrecen los que dependen de ingresos fijos.

¿Se advierten acaso las razones de la «universal carestía»? Se atribuye la culpa a los especuladores, a los monopolios y a la usura. En Francia, un funcionario del Tribunal de Monedas, el señor Malestroic, comisionado por el rey para estudiar las causas del extraño encarecimiento que ahora comprobamos de todas las cosas, explica que los precios suben porque la moneda baja, pero no va más allá de esa afirmación.

En su respuesta a Malestroic, Jean Bodin observa que la causa principal y casi exclusiva de la carestía que hoy vemos es la abundancia de oro y de plata que actualmente es en este reino mayor de lo que fue hace cuatrocientos años. Afirmación que equivale a descubrir América por segunda vez, pues implica descubrir las consecuencias del descubrimiento. A decir verdad, Jean Bodin descubre la inflación; e intuye el fenómeno inflacionario de las Cruzadas, la abundancia de hace cuatrocientos años. En resumen, cobra conciencia de la inflación de su propio siglo.

(De "El ABC de la inflación"-Ediciones Siglo Veinte SRL-Buenos Aires 1962)

1 comentario:

agente t dijo...

El oro americano tubo el mismo efecto inflacionario al que actualmente produce la emisión monetaria motivada por el déficit fiscal, y por la misma razón: incrementan el circulante sin obedecer a una creación de riqueza previa real.