miércoles, 29 de mayo de 2024

Incondicionalidad ideológica

Muchos seres humanos tienen ansias de poder casi ilimitadas; también muchos otros tienen ansias de trascendencia. De ahí que la politica presenta la posibilidad de satisfacer ambas búsquedas, especialmente ante quienes carecen de aptitudes para realizar obras de cierto mérito.

En el caso de la búsqueda de trascendencia, ante la evidente limitación temporal de la vida humana, y ausente la posibilidad de trascender mediante una obra o acción propia, muchos son los que adhieren incondicionalmente a alguna ideología política para sentirse parte de ella y así compartir, de alguna forma, algo de la trascendencia de tal ideología.

Quizás esto explique en parte las creencias defendidas con uñas y dientes aún cuando las evidencias señalen la falsedad y la peligrosidad de tales creencias, como es el caso de las ideologías totalitarias. Incluso en la actualidad se puede advertir la existencia de un porcentaje nada despreciable de gente que admite el absurdo de la "tierra plana", ya que, desprovistos de todo nivel intelectual, se "juegan" por la validez de un absurdo con la esperanza de poder ver el triunfo de sus creencias. Se tranquilizan al saber que, en muchos casos, se trató de "locos" a verdaderos genios, si bien otros, calificados de la misma forma, hicieron honor al calificativo.

Volviendo a las ideologías políticas, haciendo una analogía, podría decirse que el "terraplanismo" es a la astronomía como el socialismo es a la economía (y a la ciencia en general). Esto se justifica por los reiterados fracasos socialistas, si bien ellos no impiden que sus creyentes mantengan la fe original. A manera de ejemplo puede mencionarse el caso de un intelectual que defendió a Lysenko sin apenas molestarse en estudiar o leer algo de biología. Tampoco los seguidores de Stalin se preocuparon por reproducir las experiencias de Gregor Mendel para comprobar por su cuenta las leyes de la genética. En cierta forma actuaron como los aristotélicos que rechazaron mirar el cielo mediante el telescopio que Galileo les ofrecía. Temían así perder "el sentido de sus vidas" asociado al poder y la trascendencia equivocadamente buscadas.

En cuanto al caso del intelectual socialista, Thérèse Delpech escribió: "El gran poeta nacional francés Louis Aragon, que no se destacaba por un particular talento por la agronomía, escribió en defensa de Lysenko un texto que sería cómico si la ofensiva en favor de este personaje no hubiera causado tantos crímenes en la URSS".

"Este oscuro técnico agrícola, que dominó toda una rama de la ciencia soviética, causó treinta años de atraso agrícola. El artículo de Louis Aragon fue publicado en la revista Europe en 1948: dada la incompetencia del autor sobre el tema, hubiera sido aconsejable una mayor discreción. Sin embargo, esto es lo que escribió, en momentos en que el «lysenkismo» estaba en pleno auge en Moscú y se cobraba vidas entre los opositores a esa doctrina:

«Es el carácter burgués de la ciencia lo que no permite, de hecho, la creación de una biología pura, científica, lo que impide a los científicos de la burguesía hacer algunos descubrimientos, cuyo principio de base no pueden aceptar, por razones sociológicas. En la URSS, la encarnizada lucha llevada adelante por los mendelistas nacionales contra los michurinistas no debería ser considerada por estos últimos, por Lysenko en especial, como una lucha biológica, científica, entre biólogos, sino como una pelea sociológica de científicos que están bajo la influencia sociológica de la burguesía (incluso por el simple hecho de participar en la ciencia burguesa que se mezcla con metáforas sociológicas), como un efecto de vestigios de la burguesía en la URSS».
«De ahí que, desde la perspectiva de Lysenko y de los michurinistas, koljosianos y sovjosianos de la URSS, del partido bolchevique, del Comité Central y de Stalin, la victoria de Lysenko sea, en efecto, una victoria de la ciencia, una victoria científica: el más rotundo rechazo a politizar el cromosoma
»

"Las tesis genetistas eran vistas como «hitlero-trotskistas», y a los partidarios de Mendel se los condenaba a la categoría de «enemigos del pueblo soviético». La genética no podía ser verdadera, ¡puesto que era incompatible con el materialismo dialéctico! De esta manera, era posible justificar millones de muertos en Ucrania, el granero de trigo de la URSS, y también en el resto de la URSS".

"Las aberraciones de Lysenko provocaron la condena a muerte de muchos genetistas, entre los que se encontraba el gran científico Nikolai Vavilov, que murió en el campo de concentración de Saratov en 1943, pero sirvieron sobre todo para hallar chivos expiatorios del fracaso de la reforma agraria de Stalin en los años 1930, un fracasó que obligó a los padres a comer sus hijos" (De "El retorno a la barbarie en el siglo XXI"-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2006).

1 comentario:

agente t dijo...

Detrás de los partidarios de Stalin ni siquiera había obcecación ideológica, era un puro apego al poder porque se sabía que su pérdida era casi seguro equivalente al campo de concentración o la muerte. Su realidad ambiental era en extremo violenta y descarnada.