lunes, 20 de mayo de 2024

Galileo y la Iglesia Católica

El caso de Galileo Galilei ha sido el más representativo de los conflictos entre ciencia y religión, que en realidad es un caso especial del conflicto que existe cuando se instala una ideología, que se supone que es la verdad definitiva, y se rechaza cualquier visión diferente, aun cuando sea algo evidente y comprobable, apareciendo el conflicto entre ambas visiones.

Galileo, el primer observador del cielo con telescopio, apoyó con sus observaciones el modelo heliocéntrico de Nicolás Copérnico, por lo cual confiaba en que, con sus evidencias, podría asesorar a las autoridades de la Iglesia para aceptar la novedosa propuesta astronómica. Sin embargo, sus aspiraciones son rechazadas ya que se aducía incompatibilidad del modelo copernicano con las enseñanzas de la Biblia, ya que en una parte de la misma Josué ordena al sol que se detenga, por lo que la Biblia enseñaría que el sol se mueve.

Galileo pensaba que existía una sola verdad, y no una verdad científica y otra verdad religiosa, distinta de la primera. De ahí que su propuesta consistía en unificar ambas “verdades”. Sin embargo, para la Iglesia, sí existían diferencias, y eran los científicos quienes deberían corregir sus investigaciones. Por ser Galileo una persona luchadora y amante de la verdad, mantiene sus opiniones hasta que son consideradas heréticas por la Inquisición y es obligado a no publicar nada al respecto y a un encierro hogareño de por vida. Ludovico Geymonat escribió: “Frente a la existencia de estos dos caminos, absolutamente diferentes, para conocer la verdad (no doble sino única), Galileo parece admitir a priori con santo Tomás que las conclusiones de una deben necesariamente coincidir, en última instancia, con las de la otra. Pero invierte la posición del santo medieval: considera que si entre las verdades religiosas y las científicas surge una aparente contradicción, el hombre, para resolverlo, debe partir no de la presunción tomista de que la ciencia es la equivocada y la religión verdadera, sino de la franca y completa aceptación de los resultados de la ciencia con la reserva de considerar, si acaso, la interpretación de los textos sagrados en los que se apoyan los dogmas si está en eventual contraste con la Biblia”.

“Naturaleza y Biblia –explica Galileo- derivan del mismo Verbo divino: la naturaleza, como ejecutora muy respetuosa de las órdenes de Dios; la Biblia, como libro inspirado por el Espíritu Santo. Pero en la Biblia la palabra de Dios debió adecuarse al intelecto de los hombres a los que se dirigía; en la naturaleza, en cambio, la voluntad de Dios se cumple con inexorable necesidad. Es inútil, pues, querer conocer la naturaleza a través de la Sagrada Escritura; es más justo, en caso necesario, servirse de las leyes naturales para comprender el verdadero significado de algunas expresiones, necesariamente veladas, de la Biblia” (De “Historia de la Filosofía y de la Ciencia”-Crítica-Barcelona 1998).

Es lamentable la existencia de conflictos entre ciencia y religión, que a veces son promovidos por quienes rechazan a una de tales actividades humanas. Este es el caso de Carl Sagan, quien escribió: “Kepler se apresuró a marchar hacia Württemberg donde encontró a su madre de setenta y cuatro años encerrada en un calabozo secular protestante y bajo amenaza de tortura, como le sucedió a Galileo en una prisión católica” (De “Cosmos”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1980).

Distintos autores señalan que Galileo no estuvo encerrado en una “prisión católica”. Tampoco estaba en contra de la religión y de la Iglesia, incluso dos hijas suyas eran monjas, por lo que el “encierro” fue en Arcetri, una casa cercana al convento en donde estaban sus hijas. Ludovico Geymonat escribió: “Galileo fue procesado, reconocido culpable y obligado a abjurar. Además fue condenado a prisión de por vida, que se transformó de inmediato en aislamiento del mundo, primero en Siena (en la casa del arzobispo de la ciudad, su amigo) y luego en su propia villa de Arcetri”.

En la actualidad, si consideramos que la Biblia es un libro histórico sobre ética, nos parece absurda la continuidad de la lucha entre ciencia y religión, por cuanto la física, la astronomía o la biología poco o nada tienen que ver con las propuestas éticas de la Biblia.

Es oportuno mencionar el caso del biólogo soviético Trofim Lysenko, cuando, para compatibilizar la genética con el “materialismo dialéctico”, rechaza toda la biología “burguesa” occidental, mientras que varios “galileos biológicos” son expulsados de los centros de investigación por cometer el "sacrilegio" de defender la biología científica. Puede establecerse una comparación cercana de este caso con el anterior de Galileo. Respecto de Lysenko, Andrei Sajarov escribió: "Es responsable del vergonzoso atraso de la biología y genética soviéticas en particular, por la difusión de visiones pseudocientíficas, por el aventurismo, por la degradación del aprendizaje y por la difamación, despido, arresto y aún la muerte de muchos científicos genuinos".

1 comentario:

agente t dijo...

Lo que demuestran los episodios de Galileo y Lysenko es que las instancias de poder absoluto tienden a querer imponerse incluso por encima de las evidencias más claras. El poder sin contrapesos se tiene por la última instancia, quiere imponerse por encima de todas las demás, sean del tipo que sean.