jueves, 23 de mayo de 2024

Los terroristas conocidos y los anónimos

Mientras que los revolucionarios franceses, que implantaron el terror a fines del siglo XVIII, eran bastante conocidos, tales los casos de Robespierre, Danton, Marat, principalmente, en años recientes aparece una multitud de "intelectuales" que promueven el odio entre las masas con la finalidad de favorecer la violencia en un sentido determinado. Cuando las masas ideologizadas propagan el odio, como emisores secundarios, aparece el terrorismo anónimo mencionado en un principio.

Si bien se reserva el nombre de "terrorista" a quien ejerce una acción violenta concreta, debería aplicarse tal calificativo a quienes, desde las palabras pronunciadas o desde las escritas, llenan de odio a gran parte de la sociedad, siendo el primer eslabón de una cadena de violencia que termina con la represión violenta que provendrá del bando afectado.

Es oportuno mencionar el caso de María Antonieta y la reacción negativa del pueblo, que no adhirió al salvajismo de los revolucionarios. Stéphane Bern escribió: "Sometida a acusaciones abyectas, María Antonieta se defendió con una conmovedora dignidad. Esta proceso, particularmente arbitrario, duró sólo tres días, y se le negó a la reina el derecho de apelación. Se pronunció la sentencia: María Antonieta fue condenada a muerte por alta traición".

"Fue autorizada a escribirle una última carta a su cuñada Isabel para pedirle que se ocupara de sus hijos. Le cortaron muy toscamente sus cabellos blancos y la hicieron subir a una miserable carreta a la vista de todos, al contrario de Luis XVI, que había sido llevado a la guillotina en forma digna. Ese recorrido de más de una hora a través de París representó una última humillación. Pero el pueblo reaccionó de una manera inesperada: el silencio fue total, y la emoción, profunda".

"El pueblo le mostró respeto. Esto era lo que temía Robespierre: por eso contrató a un actor, Gramont, quien la insultó durante todo el trayecto, mientras exhortaba a la multitud a imitarlo. Sin embargo, el pueblo permaneció impasible. Al llegar a la plaza Louis XV, que en ese momento se llamaba Plaza de la Revolución, y hoy es la Place de la Concorde, María Antonieta se precipitó hacia el cadalso para terminar cuanto antes. Murió como una heroína. Un destino digno de una tragedia antigua" (De "Secreto de la Historia"-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2012).

Durante los procesos revolucionarios violentos, algunos de sus adherentes se alejan cuando advierten los excesos cometidos. Así, la joven Charlotte Corday, con una actitud favorable, en principio, hacia los revolucionarios, se rebela contra los promotores de tantos asesinatos, dirigiendo su atención a Jean-Paul Marat. Stéphane Bern escribió: "Al enterarse de la toma de la Bastilla y de la abolición de los privilegios, Charlotte lloró de alegría. Sólo atemperaron su entusiasmo los baños de sangre que generó la Revolución: incluso en Caen se masacraba a los aristócratas y esa violencia excesiva hacía temblar a la delicada joven".

"Jean-Paul Marat era un ex médico, que se había hecho famoso en 1789 por un periódico por él mismo redactado. En 1790, lo llamó El amigo del pueblo. La verdad era que el pueblo adoraba a ese tribuno radical, cuya pluma acerada y colérica expresaba las aspiraciones de los sans-culottes parisinos y los incitaba a la violencia contra los enemigos de la Revolución. Las masacres de septiembre de 1792 representaron el triste punto culminante de la carrera del periodista".

"Marat, en su periódico, no dejaba de exhortar a matar a los partidarios de la monarquía que se hallaban en las prisiones de la capital. Su prédica dio resultado cuando, del 2 al 6 de septiembre, una multitud furiosa se abalanzó sobre las prisiones y masacró a 1.300 detenidos sin distinción. Entre ellos, muchos sacerdotes, presos comunes y mujeres".

"Marat padecía migrañas permanentes y una grave enfermedad de la piel -un accema generalizado-, y casi no salía de su casa de la rue des Cordeliers, donde pasaba la mayor parte del día sumergido en una bañera. Con la cabeza envuelta en compresas de vinagre, Marat, a pesar del dolor, seguía redactando sin descanso los artículos de su periódico, sobre una tabla colocada en forma transversal en la bañera".

Con el pretexto de advertirle de un presunto complot, la joven Charlotte logra introducirse en la casa de Marat asesinándolo con un simple cuchillo de cocina. Antes de ser ejecutada, la joven expresa al acusador público: "A usted le sorprende lo que puede hacer la mano de una mujer allí donde tantos hombres han fracasado. Cada uno cumple su deber con la patria. Yo cumplí el mío: ustedes, señores, cumplan el suyo".

1 comentario:

agente t dijo...

Actualmente el terrorismo está excluido de las prácticas políticas aceptadas porque la generalidad de la población occidental es refractaria a la violencia física. Caso distinto es el odio fomentado para legitimar determinadas medidas radicales de tipo económico y cultural contrarias al modelo socioeconómico teóricamente vigente o a posicionamientos clásicos que supuestamente son injustos o elitistas y que son continuamente difundidas y defendidas desde los medios de comunicación de masas por una miríada de partidarios, generalmente periodistas, de ideología izquierdista o desde el propio púlpito político y que sí tienen buena recepción entre la población porque convencen de su autopregonada buena intención, aunque son profundamente divisivos.