Los líderes de los gobiernos populistas, y también de aquellos totalitarios, tienden a crear divisiones entre la población, acudiendo al miedo o el terror en contra de la oposición y al engaño o al soborno para mantener a los adeptos. De ahí que no puedan contar con el beneplácito de los opositores mientras saben que las adhesiones partidarias provienen de gente ignorante o bien de interesados en recibir algunas ventajas materiales.
Cuando se habla de personajes "populares" como Perón y Eva, se piensa en una gran adhesión por parte del pueblo, sin considerar a los opositores, que son vistos como el "no pueblo" (traidores, cipayos, vendepatrias, etc.). Por el contrario, los políticos decentes, los considerados "no populares", tienen mayor aceptación entre los ciudadanos comunes.
Entre los panfletos que circulaban bajo la tiranía peronista de los años 50, la única forma que tenía la oposición para manifestarse debido a que la casi totalidad de los diarios eran peronistas, o no se atrevían a ponerse en contra, encontramos el siguiente: "Se ha advertido en estos días un notable aumento de precauciones por parte del Gobierno. No sólo ha puesto en estado de alerta a la policía y ha dado orden a los forajidos de la Alianza Libertadora Nacionalista de que «ganaran la calle». También ha aumentado el número de baterías antiaéreas colocadas en distintos puntos de la ciudad, especialmente cerca del Ministerio de Guerra y de la residencia presidencial".
"Son los efectos de la popularidad: el pueblo ama tanto a Perón que éste no se atreve a salir solo a la calle desde que es presidente y vive rodeado de bayonetas y cañones".
"Según Perón, los presidentes anteriores no eran populares y conquistaban el poder mediante el fraude electoral. Sin embargo, se les veía con frecuencia pasear solos por la calle Florida y a nadie se le ocurriría ni siquiera faltarles el respeto. Verdaderamente, no envidiamos la popularidad de que goza el «Conductor»" (De "Los panfletos y su aporte a la Revolución Libertadora" de Félix Lafiandra (h)-Editorial Itinerarium-Buenos Aires 1955).
En cuanto al derroche de recursos del Estado para la compra de adhesiones y votos, las cosas siguen más o menos igual, o peor. En el libro mencionado leemos al respecto: "La casa Berlingeri entregó al general Embrioni un flamante automóvil Chevrolet Sedan, Vall-Air, motor Nº 0028045, Serie S, Nº 186.935, acompañado de una tarjeta personal de Juan Domingo Perón. Hay que recompensar el fervor constitucionalista de los generales. Entre arriesgar la vida junto a los compañeros de armas para derribar el tirano o recibir de manos de éste un auto nuevo, pagado con el dinero del pueblo, la elección no podía ser dudosa".
Respecto de una entrevista que le hace un periodista italiano a Perón, leemos lo siguiente: "El cuestionario que el periodista italiano de la revista Tempo, de Milán, sometió al déspota para que guisara cómodamente sus patrañudas respuestas contenía dos preguntas que éste borró, porque no había manera de contestarlas en forma que no fuese escupir al cielo. El esputo le iba a caer en la cara".
"Primera pregunta: Se ha dicho, en la prensa europea, que la bandera argentina quemada en la noche del 11 de junio, no fue quemada en realidad por los católicos, sino por empleados policiales, en presencia de Abraham Krislavin, subsecretario del ministro Borlenghi, quien mandó cometer ese crimen para culpar a los católicos, y que eso se hizo en jurisdicción de la comisaría 6ta. ¿Qué hay de verdad en esto?".
"Segunda pregunta: ¿Son tan elevados los sueldos de un ministro de la República Argentina, como para que el titular pueda hacer tan grandes ahorros que, cuando sale del ministerio como rata por tirante, vaya a Nueva York a vivir con su familia, con su secretario y su secretaria, en el hotel más caro del mundo, el Waldorf-Astoria?".
"El lápiz rojo del tirano borró colérico estas impertinentes preguntas. En su inagotable bolsa de mentiras no encontró ninguna que pudiera hacerles tragar a los lectores italianos".
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1 comentario:
El estamento militar en los países de no acrisolada democracia siempre resulta consentido. Es mejor tenerlos a favor o, como mínimo, neutralizarlos dejándolos hacer. En España es llamativa la falta de noticias acerca de presuntos casos de corrupción entre jueces y militares.
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