Resulta poco objetable que, para solucionar la mayor parte de los conflictos personales y sociales, debemos apuntar a desarrollar nuestra empatía emocional, como un proceso que nos permite intentar compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. Aun cuando no logremos tal objetivo, al menos nos alejaremos de nuestras actitudes de egoísmo, de odio y de indiferencia, es decir, reduciremos nuestras actitudes negativas, lo que de por sí implica un paso adelante para intentar solucionar los conflictos mencionados.
Por lo general, se supone que, para lograr el bien común, es necesario y meritorio "sacrificarse" personalmente en algunos aspectos, lo que desalienta todo intento al respecto. Por el contrario, la actitud empática surge de la evidencia (a veces no tan evidente) de que, poseerla, resulta esencial para nuestra supervivencia y adaptación al orden natural. Ello implica que, quienes poseen amor propio suficiente, querrán sentirse seres humanos plenos y auténticos, algo que dista bastante de cualquier sacrificio o mérito personal, excepto el de haber profundizado bastante acerca de cómo funciona el mundo real.
No es tan "meritorio" apuntar hacia la felicidad compartida por cuanto el mundo está hecho de tal manera que la auténtica felicidad propia está ligada íntimamente a la felicidad de los demás. Este proceso se advierte en el caso de la economía de mercado, ya que, para prosperar en ella, necesariamente debemos buscar un beneficio simultáneo entre las partes intervinientes en todo intercambio comercial o laboral.
Para compartir penas y alegrías ajenas, es imprescindible conocer los estados emocionales de los demás, si bien se trata de un conocimiento a nivel subconsciente. De ahí que el requisito previo para el cumplimiento de este proceso esencial para la vida y la supervivencia de la especie, es el de las "apariencias objetivas", es decir, que existe un lenguaje no verbal, gestual y biológico, común a todos los habitantes del planeta, que nos permite advertir, no sin dificultad, los estados emocionales de los demás.
Los avances respecto del conocimiento de este lenguaje gestual y universal, existente y común en diferentes culturas, ha sido confirmado por Paul Ekman. A manera de síntesis, puede citarse un extracto de la Introducción de Anna Giardini a un libro acerca del mencionado psicólogo:
En este libro nos centraremos en las emociones y en sus características, un tema que Ekman ha estudiado en profundidad. En primer lugar, es importante precisar que nuestra vida está caracterizada por emociones y que ninguno de nosotros es inmune a las experiencias emocionales.
Todos nos emocionamos; es un dato universal que une a los seres humanos. Además, nuestra vida está impregnada de emociones: los recuerdos, el recorrido del aprendizaje, las relaciones interpersonales con los amigos, los familiares, los conocidos: todo lo que compone nuestra vida diaria y también el patrimonio de un mundo emocional muy rico.
Muchos han estudiado el tema de las emociones y, seguramente, Paul Ekman se encuentra entre los autores que más lo han profundizado. ¿Alguna vez os habéis preguntado por qué en presencia de la misma situación algunos se enfadan, otros se ponen tristes y otros incluso se muestran indiferentes? O, ¿por qué, mirando las películas cómicas, algunos se ríen mientras que otros casi sienten pena por el protagonista?
Para poder hablar con conocimiento sobre un concepto, antes que nada hay que definirlo. Para Ekman las emociones son mecanismos adaptables que el hombre utiliza para interactuar mejor con el entorno que le rodea. Queda entender si estos mecanismos son comunes a los seres humanos o si, en cambio, poseen atributos diferentes en las diversas culturas...Ira, miedo, tristeza, alegría, sorpresa, asco: son las emociones básicas que se encuentran con las mismas características en cualquier parte del mundo.
Definidas las emociones, Ekman se dedicará a realizar profundas reflexiones sobre la manera de controlarlas y de gobernarlas, dependiendo de las circunstancias de la vida. Además, el viaje que haremos al mundo de las emociones nos permitirá entender que estas tienen un significado evolutivo: nos han permitido sobrevivir como especie hasta hoy y tal vez su función todavía no se ha agotado.
Un último tema tratado, y de gran interés, es el estudio del autor sobre las expresiones faciales. El rostro es un espejo, el espejo de lo que sentimos, y nuestras expresiones son un fuerte indicador. Es difícil ocultar nuestros estados emocionales a través del rostro, así como lo es mentir con las expresiones no verbales, aunque no es imposible. También en este caso nos adentraremos en el mérito de las investigaciones científicas de Ekman, en el descubrimiento de los vínculos entre mímica facial y emociones.
(Extractos de la Introducción a "Paul Ekman"-Editorial Salvat SL-Barcelona 2017)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
No deja de ser sorprendente que las expresiones faciales puedan controlarse a conveniencia. Supongo que tras un gran entrenamiento para que resulten convincentes las impostadas.
Publicar un comentario