miércoles, 8 de febrero de 2023

La desigualdad observada por el socialista

El ideólogo socialista, que describe la sociedad en base a clases sociales en lucha permanente, y no en base a individuos, le asocia desde un principio una desigualdad insalvable, además de incurrir en el severo error de asociar a cada integrante de una clase los atributos generalizados atribuidos a dicha clase.

Cuando propone el lema: "De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad", implícitamente asocia una obligación al sector empresarial de tener que producir con la única finalidad de satisfacer las necesidades del sector menos capaz, es decir, mientras asocian a unos ciertas obligaciones o deberes, excluyen a otros de tales deberes y sólo les conceden los derechos al consumo, ignorando la movilidad social que brindan las sociedades libres y la potencial igualdad poseída por todo ser humano para producir riquezas.

La movilidad social "natural" es la del joven que ingresa a una empresa en el nivel laboral más bajo. Luego va ascendiendo peldaño por peldaño hasta convertirse en gerente de la misma. Este tipo de proceso es, por lo general, negado por los sectores socialistas, ya que no se observa ninguna explotación laboral en ninguna parte y sí un beneficio simultáneo entre el trabajador y la empresa, que ve convertido a un simple trabajador, con el tiempo, en un importante directivo. El capital humano, como base de una empresa, ha crecido en forma notable.

Los premios elevan, ya que se los concede para reconocer méritos. Los castigos, por el contrario, rebajan, especialmente cuando son merecidos. Todo lo que apunte hacia la desigualdad social (premios y castigos) es "prohibido" por los socialistas. De ahí que, hace algunos años, en las escuelas secundarias no accedía como abanderado el mejor alumno, sino el que era elegido por votación de sus propios compañeros.

Como las sanciones tienden a "rebajar" a los alumnos indisciplinados, o al delincuente urbano, en las escuelas se fueron dejando de lado las amonestaciones. También las penalidades a los delincuentes se fueron reduciendo, con el resultado decepcionante de una educación en bancarrota y con una inseguridad alarmante. Todo sea por promover el "igualitarismo" esgrimido por el socialista.

Se llega a decir que "el delincuente es un marginado por la sociedad, debido a un sistema injusto, y el delito es una justa venganza contra la misma". De ahí que se culpa a la desigualdad económica como la causa de todos los males existentes.

Como el capital es la principal herramienta para la producción, desde las posturas liberales se promueve el hábito del ahorro. La "distribución de la riqueza" propuesta por los socialistas conduce, por el contrario, a una repartición de la principal herramienta de la producción, con los efectos poco positivos que le siguen.

John Maynard Keynes, bajo un socialismo algo "diluido", se oponía al hábito mencionado, escribiendo al respecto: "No es natural para una población, en la que son tan pocos los que disfrutan de las comodidades de la vida, acumular de una manera tan enorme. La guerra ha descubierto la posibilidad del consumo para todos y la futilidad de la abstinencia para muchos. Así, pues, el bluff ha sido revelado; las clases laboriosas no quieren ya seguirse privando de tantas cosas, y las clases capitalistas, que ya no confían en el futuro, pueden tratar de disfrutar más plenamente sus libertades de consumo mientras les dure, y precipitar así la hora de la confiscación".

"El deber del ahorro se convirtió en nueve décimas de virtud, y el aumento de tamaño del pastel, en el objeto de la verdadera religión...el pastel crecido, pero con qué fin no se veía con claridad...El ahorro era para la vejez o para los hijos; pero esto era tan sólo en teoría, pues la virtud del pastel consistía en que no habría de ser consumido nunca, ni por uno mismo ni por sus hijos después" (Citado en "La teoría económica de John Maynard Keynes" de Dudley Dillard-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1960).

Inglaterra sigue en cierta forma los consejos de Keynes y, bajo el gobierno de Clement Attle, se dirige a una etapa de estancamiento económico. La Alemania de Konrad Adenauer y Ludwig Erhard, bajo ideas capitalistas, se dirige hacia el "milagro alemán". No debe olvidarse aquello de que "por sus frutos los conoceréis".

Todavía en la actualidad se descree en la existencia del mercado como proceso autoorganizado; de ahí la necesidad de la intervención del Estado en la economía (que tiende a deteriorar el proceso autoorganizado). Es por ello que siguen vigentes las ideas de autores como Keynes, para quienes el consumo, y no el ahorro y la producción, son prioritarios para el desarrollo económico. Dudley Dillard escribió respecto del citado párrafo de Keynes: "Este pasaje es interesante porque, lo mismo que la General Theory, ataca la frugalidad como un tipo irracional de comportamiento. Subraya también la importancia del hábito de inculcar la propensión al ahorro, contrastando así con la opinión de que el interés es la recompensa del ahorro".

1 comentario:

agente t dijo...

La prescripción del principio apenas velado de explotación de los más capaces se ve corroborada en el hecho de que la doctrina socialista defiende la colectivización de los medios de producción pero no los de uso o consumo.