En épocas remotas, surgieron religiones primitivas, con dioses especializados que controlaban diversas partes de lo conocido. La creencia predominante, respecto de la actitud que tales dioses esperaban de los seres humanos, consistía en pedidos, súplicas y homenajes, de la misma manera en que los diversos déspotas surgidos a lo largo de la historia reclaman y esperan de sus subalternos.
Si el monoteísmo de los hebreos hubiese reducido la cantidad de dioses a uno sólo, pero hubiera mantenido vigente una creencia similar respecto de lo que ese Dios esperaba de los hombres, es decir, homenajes y pedidos, el cambio no hubiese sido significativo, ya que el comportamiento de los seres humanos se habría mantenido en forma similar. También los primeros profetas hebreos practicaban "artes adivinatorias" aduciendo tener un vínculo con el Dios único, en lugar de que el vínculo establecido habría de realizarse a través de la interpretación de sus leyes.
El cambio significativo implicó el surgimiento de la religión moral, basada en la creencia en un Dios que esperaba, y reclamaba, cierto comportamiento ético en los seres humanos, desprovisto de los vicios de las religiones politeístas.
Tal comportamiento apuntaba a una mejora en las condiciones de vida de los seres humanos.
Tal religión se fue imponiendo a partir de los profetas, que se sentían intermediarios entre Dios y los seres humanos, interpretando adecuadamente las leyes impuestas por el Dios Crador e intentando hacerlas cumplir en su condición de tales. Israel I. Mattuck escribió: "En el siglo VIII AC apareció un nuevo tipo de profeta entre los hebreos. Entre ellos, se habían dado siempre profetas, hombres que afirmaban ser canales de comunicación con Dios. Por tanto, estaban habituados a extraer de la omnisciencia divina el conocimiento del futuro o de lo oculto".
"Se les pagaba por sus servicios, profetizar era su oficio. Quienes se dedicaban a él, formaban gremios. Estos profetas no dejaron ningún escrito, sólo leyendas que pone un toque de fantasía en la historia, añadiendo milagros a los hechos, al relatar la impresión causada por sus actividades y su personalidad".
"Los profetas del siglo VIII AC en adelante, recurrieron a la escritura. A diferencia de los profetas profesionales, no se ganaban la vida profetizando, siempre criticaron, a veces desdeñosamente, a aquéllos".
"Los nuevos profetas predecían el futuro no como videntes que pretenden ver el futuro, sino aplicando las leyes por las que, a su entender, Dios gobierna el curso de la vida y de la historia humanas".
"Los acontecimientos que predijeron no siempre sucedieron, pero los principios en que basaban sus predicciones eran válidos, aunque la predicción fuese errónea. Y lo que más les importaba eran los principios. Fueron maestros religiosos dominados por la urgencia de una misión que los llevaba a hablar a los hombres de Dios y su justicia".
"El pueblo estaba muy por debajo de la aprehensión espiritual y la conducta moral que la verdadera religión exige. La situación moral, en varios aspectos, violaba la ley divina. El desastre era inevitable".
"Eran humanos. Nadie atendía sus exhortaciones; se burlaban de sus enseñanzas. Arrastrados por un sentido de urgencia moral que lo dominaba todo, se sentían frustrados ante la insensibilidad de quienes trataban de despertar" (De "El pensamiento de los profetas"-Fondo de Cultura Económica-México 1962).
Las leyes de Dios, advertidas por los profetas, eran invariantes en el tiempo, asociando a Dios el atributo de que "no cambia" con el tiempo. De ahí la identidad de la ley natural invariante de la ciencia experimental y el Dios caracterizado por las leyes naturales que rigen todo lo existente. El citado autor escribe: "Dios gobierna el universo de acuerdo con una ley. Esta idea no es afirmada en forma explícita aunque sí está claramente implicada en la creencia -explícita o implícita- de que Dios no cambia".
"Los profetas no pensaban en Dios como en una persona, sino como un poder dotado de conciencia, al parecer como la de una persona, pero infinitamente más rica. Dios piensa, siente, juzga y quiere. Lo difícil, o imposible, para nosotros es concebir tal poder sin personalizarlo, hecho que debemos atribuir a nuestras limitaciones humanas".
"La historia de cada pueblo está bajo el gobierno de Dios, de modo que deben sufrir las consecuencias de su incapacidad de reconocerlo y obedecer sus mandatos morales".
El principal principio ético surge de aquellos profetas: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Levítico XIX, 18). Al llegar a tal principio, se advierte la continuidad que se mantiene con el cristianismo, por lo que Cristo expresó: "No he venido a abolir, sino a dar plenitud", intentando fortalecer la religión bíblica antes que instituir una nueva religión.
Por lo general, se supone que existe una gran diferencia entre ciencia experimental y religión moral. Sin embargo, si consideramos que las leyes naturales descritas por los científicos son las leyes de Dios observadas por los profetas, se advierten coincidencias importantes, a pesar del tiempo transcurrido entre el surgimiento de la religión moral monoteísta y el inicio de la ciencia experimental.
El mandamiento del amor al prójimo, asociado esta vez a la empatía emocional, e interpretado como la actitud por la cual compartimos penas y alegrías ajenas como propias, pone en evidencia lo acertado que estuvieron los profetas bíblicos. Además, la empatía emocional tiene actualmente un fundamento biológico en las neuronas espejo. Tan sólo falta una adecuada difusión de este principio moral que el proceso evolutivo ha provisto en todos y cada uno de los seres humanos que habitamos el planeta.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Para el autor transcrito los profetas bíblicos fueron unos científicos "avant la lettre". Es para mí una idea sugerente, y a buen seguro, perturbadora para otros.
Publicar un comentario