De la misma manera en que las opiniones sobre individuos dependen de la escala de valores adoptada por quien opina, las opiniones sobre culturas o civilizaciones dependen también de ese aspecto. En cuanto a las principales visiones sobre la historia, vigentes en la actualidad, y que son adoptadas parcialmente por los distintos países, podemos sintetizarlas de la siguiente manera:
a) Economicismo socialista (Marx): el fin de la historia ha de ser el socialismo (o bien el comunismo, como un socialismo sin Estado).
b) Economicismo liberal (Fukuyama): el fin de la historia ha de ser el capitalismo y la democracia liberal.
c) Ética natural (Cristo): el fin de la historia ha de ser el Reino de Dios (sociedad en la que predomina el cumplimiento de los mandamientos bíblicos)
Desde un punto de vista científico, puede decirse que estamos inmersos en un proceso de adaptación cultural al orden natural y que tal proceso implica, no sólo política y economía, sino también lo ético. Es por ello que Alexander Solyenitsin, un disidente de la Unión Soviética, no sólo veía los defectos del socialismo sino también los de las sociedades occidentales. Puede decirse que adoptaba una postura cercana a la del cristianismo.
En conferencias dictadas en EEUU algunas decenas de años atrás, destaca el crecimiento moral que el régimen carcelario soviético favoreció en ciudadanos que soportaron penurias de todo tipo, mientras que, por otra parte, destaca el decaimiento moral que sufre Occidente debido al mal uso de la libertad asociado al éxito económico del capitalismo. Al respecto escribió: "Si alguien me preguntara si yo propondría a Occidente, tal como es actualmente, como un modelo para mi país, debería responder con franqueza: no, yo no puedo recomendar vuestra sociedad como ideal para la transformación de la nuestra".
"A través del intenso sufrimiento de este siglo, nuestro país ha alcanzado un desarrollo espiritual de tal calidad que el sistema occidental, en su presente estado de agotamiento espiritual, no presenta ningún atractivo. La simple enumeración de las particularidades de vuestra existencia... sumerge en la más extrema congoja".
"Hay un hecho incontestable: en el Occidente, el carácter del hombre se ha debilitado; en el Este, se ha fortalecido. Seis décadas, nuestro pueblo, y tres décadas los pueblos de Europa oriental... Durante ese tiempo hemos pasado por una escuela espiritual que deja muy por detrás la experiencia de Occidente. Una vida compleja, mortal, aplastante ha forjado en esos países caracteres muy fuertes, más profundos y más interesantes que la vida occidental con su bienestar reglamentado".
"Por esta razón, la transformación de nuestra sociedad en la vuestra, si bien significaría un progreso en ciertos aspectos, en otros -y cuán preciosos- implicaría una decadencia. No, una sociedad es incapaz de permanecer en el fondo de un abismo sin leyes, como es el caso entre nosotros, pero le resultaría irrisorio quedarse en la superficie civilizada de un jurismo sin alma, como acaece entre vosotros. Un alma humana abrumada por varias décadas de violencia aspira a algo más alto, más cálido, más puro que lo que hoy puede ofrecerle la existencia de las masas de un Occidente que propone, como tarjeta de visita, la repugnante presión de la publicidad, el embrutecimiento de la televisión y una música insoportable" (De "El suicidio de Occidente"-Ediciones Mikael-Paraná 1979).
Si bien es aceptable la visión de Solyenitsin, es oportuno decir que el camino indirecto del totalitarismo, para la mejora espiritual, no es la forma adecuada para la mejora individual, ya que vendría a ser algo similar a decir que el encarcelamiento socialista con los masivos asesinatos, o bien el dolor de una madre que pierde a su hijo, constituyen caminos para alcanzar una ética personal de excelencia. Se pueden lograr resultados positivos sin necesidad de pasar por experiencias semejantes. De ahí que Solyenitsin tampoco proponga al socialismo como alternativa para tal mejora.
Las culpas asociadas al capitalismo, por el deterioro moral de las sociedades occidentales, son injustas, ya que dicho sistema económico, que ha mostrado mucha eficacia en su función de responder a las necesidades y demandas de la población, no se lo debe considerar como causante del hedonismo, la envidia o la indiferencia reinantes. El mal uso de la libertad debe asociarse a las erróneas actitudes predominantes en la sociedad, y no a la libertad misma.
Si los miembros de la sociedad demandan bienes y servicios que pueden considerarse superfluos o inmorales, pronto encontrarán a alguien que se los provea con eficacia. Lo mismo ocurrirá si demandan bienes y servicios útiles y necesarios. De ahí que el deterioro moral no provenga del sistema económico que permite que los proveedores respondan con eficacia, sino de quienes efectúan demandas superfluas o inmorales.
El error de algunos sectores liberales consiste en adoptar una actitud economicista y creer que la economía de mercado, por sí sola, ha de resolver todos los problemas humanos y sociales existentes, lo que luego da lugar a las injustas críticas al capitalismo, cuando tal sistema no produce los valores morales esperados, por cuanto en realidad deben preexistir al tipo de sistema económico, y no generarse a partir del mismo.
Las leyes naturales, que conforman el orden natural, imponen al hombre el cumplimiento de cierta ética objetiva como precio para su supervivencia y su felicidad. Tal ética objetiva, que implica esencialmente los mandamientos bíblicos,
permite brindar un sentido de la vida objetivo que debería servir de orientación a todo habitante del planeta. El alejamiento del hombre de la religión moral es la principal causa de la severa crisis moral que afecta a gran parte de las sociedades actuales.
Mientras mayor es la libertad disponible en una sociedad, con mayor evidencia se advertirán los defectos morales, como es el caso del hedonismo advertido por Solyenitsin, quien dijo al respecto: "Cuando se constituyeron los Estados modernos, proclamaron este principio: el gobierno debe estar al servicio del hombre, y el hombre vive en esta tierra para gozar de la libertad y buscar su bienestar (por ejemplo, la Declaración de la Independencia de los EEUU). Ahora bien, he aquí que en el curso de las últimas décadas el progreso técnico y social ha permitido por fin realizar ese sueño: un Estado que asegure el bienestar general".
"El ciudadano ha recibido la libertad tan deseada, al mismo tiempo que la cantidad y la calidad de bienes materiales que hubieran debido saciar su ansia de felicidad, al menos según la manera común de entender que se había forjado en el curso de esas mismas décadas. (Se pasa sin embargo por alto un pequeño detalle psicológico: el afán constante por tener siempre más cosas, siempre mejores cosas, y el severo trajín por obtenerlas, imprimen en el rostro de muchos occidentales la marca de la preocupación e incluso de la depresión, a pesar de la costumbre que manda disimular cuidadosamente ese tipo de expresiones)".
"También la biología lo sabe: no es bueno que un ser vivo se habitúe a un bienestar demasiado grande. Hoy en la vida de la sociedad occidental el bienestar ha comenzado a quitarse su máscara funesta".
La oposición entre "la ciudad de Dios" y la "ciudad del hombre", según la visión de San Agustín, o entre el teocentrismo y el antropocentrismo, se materializa entre la atención e importancia que los diversos individuos dan a las leyes naturales (o leyes de Dios) y a las leyes humanas. Tal aspecto también fue observado por Solyenitsin, afirmando al respecto: "En conformidad con sus objetivos, la sociedad occidental ha elegido la forma de existencia que le resultaba más cómoda y que yo calificaría de jurídica. Los límites (muy amplios) de los derechos y del buen derecho de cada hombre están allí definidos por un sistema de leyes".
"A fuerza de atenerse a dicho sistema, de moverse en él y bordearlo, los occidentales han adquirido una buena dosis de savoir-faire y de resistencia jurídica. (Las leyes llegan a ser tan complejas que un simple ciudadano es incapaz de conocerlas sin la ayuda de un especialista)".
"Todo conflicto recibe una solución jurídica, y en ello reside la sanción suprema. Si un hombre se encuentra jurídicamente en su derecho, no se le puede pedir más. Vaya uno después a decirle que no tiene del todo razón, vaya a aconsejarle que limite sus exigencias y que renuncie a lo que le corresponde por derecho, vaya a pedirle que consienta a un sacrificio o corra un riesgo gratuito... usted quedará como un perfecto idiota".
"La auto-limitación libremente consentida es algo que no se ve casi nunca: todo el mundo practica la auto-expansión, hasta que los marcos jurídicos comienzan a emitir imperceptibles crugidos. (Una compañía petrolera es legalmente irreprochable cuando compra la patente de invento de un nuevo producto de energía para impedir que salga al mercado. También es legalmente irreprochable el fabricante de alimentos que envenena su producto para que dure más tiempo. Después de todo, la gente está en su derecho si no lo compra)".
"He pasado toda mi vida bajo el comunismo y puedo asegurarles que una sociedad donde no existe la balanza imparcial de la ley es una cosa horrible. Pero una sociedad que en todo y para todo cuenta con la balanza de la ley, también ella es, verdaderamente indigna del hombre. Una sociedad que se instala en el terreno de la ley, sin apuntar más arriba, no emplea sino muy débilmente las facultades superiores del hombre".
"El derecho es demasiado frío y demasiado formal como para que ejerza una influencia benéfica sobre la sociedad. Cuando toda la vida está imbuida de relaciones meramente jurídicas, se crea una atmósfera de mediocridad moral que ahoga los mejores impulsos del hombre. Frente a las amenazantes pruebas de nuestro siglo, jamás las muletas jurídicas bastarán para que los hombres se mantengan de pie".
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1 comentario:
Este hombre hizo un diagnóstico tan acongojante como certero, y difundirlo es un acto de servicio público. Muchos ante un texto jurídico solemos echar en falta calidez humana e incluso simple Razón. Un derecho en el que no se aprecian claros principios morales acompañado de una inexistente educación sentimental y emocional puede alejarnos, y de hecho lo hace casi siempre, de la Verdad, y lo que más grave, de la Bondad. Por otra parte, esa mediocridad moral a la que alude implica, lógica y generalmente, que se dé una mediocridad vital muy difícil de reconocer por sus efectos deprimentes.
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