Toda postura científica, filosófica o religiosa parte de algún principio explícito (a veces implícito) que asegura su coherencia lógica permitiendo desarrollar el pensamiento deductivo, aun cuando tal coherencia no garantice su veracidad, o su compatibilidad con la realidad. Como ejemplo puede mencionarse a René Descartes quien, con el "Pienso, luego existo", estableció un punto de partida antropocéntrico, que constituyó una novedad al dejar de lado los principios teocéntricos adoptados con preponderancia hasta entonces. George H. Mead escribió: "Descartes comenzó sus investigaciones filosóficas con estas palabras: «Estoy resuelto a rechazar como absolutamente falso todo cuanto esté sujeto a la mínima duda. Negaré la validez de la evidencia matemática, la existencia de un Dios, de los objetos externos, de mi cuerpo e incluso de mí mismo»".
"Así se sumerge Descartes con osadía en la duda filosófica, porque la conclusión previsible era que encontraría alguna verdad. ¿Y qué encontró después de todas sus negaciones? Dos postulados. «Cogito ergo sum». Es imposible negar el pensamiento que todo lo niega, dice Descartes, y al pensador, a menos que uno pueda admitir el movimiento y no un cuerpo que se ha movido. El segundo postulado -la existencia de un Dios- se basa en su teoría de las ideas innatas, de que toda idea verdaderamente clara debe estar de acuerdo con la realidad, porque el efecto no puede dejar de estar en armonía con la causa" (De "Escritos filosóficos y políticos"-Fondo de Cultura Económica de Argentina SA-Buenos Aires 2009).
Algunos años después, Baruch de Spinoza establece una síntesis que involucra tanto a Dios como al hombre y a la naturaleza, en un todo regido por leyes naturales. Con el posterior desarrollo de la ciencia experimental se advirtió la posibilidad de que el mundo real se comportara de esa forma. Se abandonaba así la dualidad Dios-hombre, o sobrenatural-natural en interacción mutua, como entes distintos y separados.
A la visión de Spinoza se la ha calificado muchas veces como "panteísta" (todo es Dios), confundiéndola con aquellas religiones paganas que ven tanto en una vaca como en un insecto al mismísmo Dios, ofreciéndoles alguna forma de adoración. Por el contrario, la postura spinociana propone la existencia de leyes naturales que conforman un orden natural al cual nos debemos adaptar. Roger Scruton escribió: "La adopción del método geométrico hace que la filosofía de Spinoza parezca, a primera vista, de una austeridad intolerable. Es normal para los filósofos partir de enigmas particulares, para avanzar luego, gradualmente, hacia un retrato abstracto de la realidad. Fue así como Descartes comenzó preguntándose a sí mismo si existía algo de lo que no pudiera dudar, y continuó hasta construir una teoría metafísica que pondría fin a sus dudas. Spinoza comienza en el punto donde otros pensadores terminan; parte de los axiomas de una teoría abstracta. Luego desciende gradualmente hacia la realidad humana y hacia los problemas que su teoría debe resolver. Llevar esto a cabo es de por sí un gran logro; llevarlo a cabo de la manera como Spinoza lo hizo, con el fin de dar soluciones a las preguntas fundamentales, es casi un milagro" (De "Spinoza"-Grupo Editorial Norma SA-Bogotá 1998).
Las distintas posturas filosóficas son generalmente aceptadas o rechazadas en función de las afinidades personales, y pocas veces en función de sus compatibilidades con la realidad. Uno de los aspectos por los cuales la física ha logrado un alto nivel, radica en que las teorías son aceptadas en cuanto son compatibles con la realidad. Incluso varios de los realizadores de la mecánica cuántica no están muy a gusto con la forma conceptual o intuitiva de tal teoría, pero la aceptan por la veracidad de sus predicciones. En materia de religión, por el contrario, quienes no gustan de que el ser humano sea un producto de la evolución biológica, como parte de un proceso de creación indirecta, rechazan toda teoría descriptiva asociada a ese proceso.
Puede decirse que la postura de Spinoza ha sido confirmada con el transcurrir del tiempo, al menos en lo que respecta a la existencia de leyes naturales que abarcan todo lo existente; tal es la visión que puede extraerse a partir de las indagaciones basadas en la física moderna. José Ortega y Gasset escribió: "La misión de la física es averiguar de cada hecho que ahora se produce su principio, es decir, el hecho antecedente que originó aquél. Pero este principio tiene a su vez un principio anterior y así sucesivamente hasta un primer principio originario".
"El físico renuncia a buscar este primer principio del Universo, y hace muy bien. Pero repito que el hombre donde cada físico vive alojado no renuncia y, de agrado o contra su albedrío, se le va el alma hacia esa primera y enigmática causa. Es natural que sea así. Vivir es, de cierto, tratar con el mundo, dirigirse a él, actuar en él, ocuparse de él. De aquí que sea al hombre materialmente imposible, por una forzosidad psicológica, renunciar a poseer una noción completa del mundo, una idea integral del Universo" (De "El espectador" VII-Revista de Occidente SA-Madrid 1964).
El principio unificador que estamos buscando puede sintetizarse de la siguiente manera:
Todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes a las que nos debemos adaptar.
Desde el punto de vista de la ciencia experimental, posiblemente no constituya una novedad por cuanto quien se dedica a la ciencia intuye que detrás de los fenómenos naturales que ha de estudiar, podrá encontrar regularidades (o leyes naturales) en las cuales ha de encontrar un vínculo invariante entre causas y efectos.
El filósofo, por otra parte, tampoco ha de ignorar tales leyes y mucho menos ha de intentar reemplazarlas por propuestas concretas surgidas de su mente para ser aplicadas a la sociedad, como ha ocurrido muchas veces.
Desde el punto de vista religioso se advierte que será la religión natural la que se identifica con esta visión científica de la realidad, haciendo innecesaria la existencia de lo sobrenatural, por lo que quedarían excluidas las intervenciones de Dios en los acontecimientos humanos.
De todas las leyes naturales, la más importante (por sus efectos sobre la sociedad) es la "ley de empatía", ya que nos permite compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. Con dicha ley se promueve el Bien y se rechaza el Mal, ya que si compartimos las penas ajenas, nunca tendremos la predisposición a hacer el Mal (lo que produce sufrimiento). Además, tendremos siempre la predisposición a hacer el Bien, ya que "Alegría compartida es doble alegría y dolor compartido es medio dolor".
Los conflictos humanos y sociales se producen por cuanto no se pone en práctica esta ley, siendo el odio, el egoísmo y la indiferencia las actitudes que se oponen a la ley de la empatía.
Cuando somos plenamente conscientes de la existencia de leyes naturales, surge la intención de describirlas y luego de adaptarnos a ellas. Tal descripción y adaptación constituyen el proceso básico que da sentido a la humanidad y a la vida de cada ser humano. Ignorar nuestra misión en el universo implica renunciar a la esencia de la vida inteligente y por ello mismo perder la orientación que nos impone el orden natural.
Puede decirse que, admitiendo el principio considerado, es posible pasar de una religión de la fe y las creencias a una religión de las evidencias, ya que las leyes que nos sirven para una mejora moral son simples y accesibles a nuestro conocimiento, ya que lo esencial es el cumplimiento de los mandamientos bíblicos, por cuanto se trata de una religión moral.
Ante las opiniones adversas que puedan surgir, es oportuno señalar que la mayor herejía cometida contra el cristianismo consiste en interpretarlo como una religión pagana en la cual Dios decide a favor de quienes le rinden homenajes y castiga a quienes lo ignoran, tal como lo haría un Hitler o un Stalin. El pagano busca subterfugios para evitar cumplir con los mandamientos por cuanto "amar al prójimo como a uno mismo" resulta difícil de cumplir mientras que "amar a Dios sobre todas las cosas" es interpretado como una simple adulación de tipo pagano.
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