Puede decirse que la actitud cristiana, respecto de las demás personas, es la predisposición a responder según lo sugiere, u ordena, el "Amarás al prójimo como a ti mismo". Por "actitud" entendemos la tendencia a responder de igual manera en iguales circunstancias, pudiendo definirse como:
Actitud característica = Respuesta / Estímulo
O bien:
Respuesta = Actitud característica X Estímulo
De ahí que la Actitud sea como un "operador matemático" que actúa sobre el Estímulo para producir cierta Respuesta en quien posee tal actitud. Luego, sus respuestas podrán actuar como estímulos para otras personas.
Al sugerirse "amar al prójimo como a uno mismo", podemos incluso interpretar que aun nuestro perrito podrá considerarse "el prójimo", pues el sufrimiento o la alegría manifestadas por el animalito harán que éste nos "contagie" ese sufrimiento o esa alegría. La ética cristiana puede generalizarse a toda la sociedad, a toda la humanidad e, incluso, al mundo animal, ya que tal respuesta característica predispone a compartir penas y alegrías ajenas como propias.
Es oportuno mencionar las cuatro actitudes básicas que cubren todas las alternativas posibles. Estas actitudes pueden describirse suponiendo el caso de alguien que sufre un accidente en la calle. Las respuestas posibles serán:
a) El observador del accidente comparte el sufrimiento (empatía, amor)
b) El observador se alegra del sufrimiento ajeno (empatía negativa, odio)
c) Al observador sólo le interesa lo que a él mismo le pueda suceder (egoísmo)
d) Al observador poco le interesa lo que le suceda a los demás y a él mismo (indiferencia, negligencia)
Al compartir las penas y alegrías ajenas como propias, nadie intentará provocar tristeza o sufrimiento en los demás, mientras que todos trataremos de inducir alegría y felicidad en los demás. He aquí la síntesis de una sociedad posible y de una humanidad posible que se ha denominado como el Reino de Dios.
¿Cómo deberíamos actuar si el prójimo es un delincuente? En ese caso, tal individuo estaría produciendo sufrimiento ajeno para lograr alguna finalidad que lo beneficie sólo a él mismo, mostrando una actitud de odio o de egoísmo. Por ello, la actitud cristiana implicará reprender o sugerir al delincuente que abandone su actitud personal.
Si, por el contrario, tratáramos de compartir las penas y las alegrías del delincuente, habríamos de asociarnos de alguna forma al delito, por lo que estaríamos promoviendo el mal, o el sufrimiento ajeno, ya que siempre debemos tener en la mente lo que hace el delincuente y lo que le sucede a su víctima. De lo contrario, estaríamos oponiéndonos al proyecto bíblico del Reino de Dios.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario