lunes, 17 de junio de 2019

El latrocinio con "buenas intenciones"

El siglo XX se caracterizó, entre otros aspectos, por asignar cierta condicionalidad a los mandamientos bíblicos que ordenan "no matar" y "no robar". Así, muchos aceptaron los asesinatos masivos de Lenin y Stalin por cuanto, sostenían, lo hacían pensando en "fines superiores". Con un criterio similar, se acepta el robo organizado por parte de políticos que dirigen al Estado, aduciendo "fines nobles", como es la redistribución del botín entre los sectores más pobres. El grave problema que acarrea esta manera de pensar es que se promueve el asesinato y el robo, haciendo de tales acciones, legítimas normas de acción. Además, quienes adoptan tales hábitos, tarde o temprano matarán por matar y robarán para acrecentar su poder personal.

Se ha llegado al extremo de que ciertos funcionarios e ideólogos del Derecho consideran al delito urbano como una "justa venganza" contra la sociedad que previamente excluyó a su ejecutor. Quienes matan o roban, supuestamente por "necesidad", son prontamente liberados para que sigan con su "depuradora acción" en contra del ciudadano común. La destrucción del "sistema excluyente" legitima toda acción delictiva (que es interpretada por los sectores socialistas como acciones orientadas hacia una posterior mejora social).

La población tiende a admirar y a idolatrar a los personajes de la política que, desde el Estado, hicieron del robo y de la posterior distribución del botín, el fundamento de sus acciones. En la Argentina, el inicio del latrocinio masivo peronista, fue considerado como el "comienzo de una nueva era". Puede leerse al respecto: "El poder en Eva y su marido, nunca estuvo concebido como un fin en sí, sino como un instrumento que consecuentemente ellos pusieron al servicio de la causa del pueblo. Al servicio, ratifiquemos, de las causas populares. Al servicio -en principio- de los sectores más desposeídos del territorio argentino..." (De "La historia de Eva Perón"-Osvaldo Sánchez Teruelo SA Editor-Buenos Aires 1970).

Es posible distinguir entre el robo a nivel individual y el robo organizado en forma colectiva. Fernando Nicolay escribió: "Describiremos los distintos procedimientos utilizados por los ladrones de profesión que, no concretándose a cometer un acto de improbidad en un momento de tentación, de desaliento o de necesidad, hacen del robo un oficio, una carrera, como otros se dedican a la industria, a la ciencia, al comercio o a las artes".

"Explicaremos la organización de las cuadrillas que se conciertan para preparar y realizar obras de depredación por medio de asociaciones que les permiten desafiar las leyes y hasta tener en jaque a la fuerza pública" (De "Historia de las Creencias"-Ediciones Anaconda-Buenos Aires 1946).

Los sectores populistas no admiten las naturales críticas de sus víctimas: la gente decente, ya que aducen que hay sectores poderosos que roban mucho más. De ahí que el ciudadano común, al ser despojado indirectamente mediante el robo al Estado, y sin quejarse de ninguna manera, debería seguir aportando sus impuestos en forma estoicamente silenciosa.

Habiéndose adoptado una actitud benevolente respecto del robo, no es de extrañar que la mayor parte de los diputados nacionales vitoreara y aplaudiera efusivamente la expresión del, entonces, presidente de la Nación interino, Adolfo Rodríguez Saa, cuando expresó: "No vamos a pagar la deuda externa". Prácticamente se difundió entre la población la idea de que no es un delincuente el que toma deudas para no pagarlas, sino que es un delincuente el que pretende cobrarlas en su totalidad.

Al ser el latrocinio y la redistribución altamente aceptados por la mayoría de los argentinos, con el tiempo se fue perfeccionando hasta llegar a la "fase superior del peronismo": el kirchnerismo. En lugar de distribuir dinero a raudales, máquinas de coser, lotes, juguetes y otros bienes robados al sector productivo por los peronistas, el kirchnerismo "obsequió" más de 3,5 millones de jubilaciones sin aporte, decenas de miles de puestos de trabajo estatales innecesarios, casi 1 millón de pensiones por invalidez a quienes podían trabajar, planes sociales, ayuda universal por hijo (promoviendo la paternidad irresponsable), etc. Si el peronismo significó el estancamiento económico y social por muchos años, el kirchnerismo ha significado la bancarrota económica por muchos años, por cuanto no es posible volver atrás con designaciones establecidas legalmente y, sobre todo, por la opinión mayoritaria de la población que ve en el robo al sector productivo la acción gubernamental más acorde a la "justicia social".

Además de las "concesiones" que destruyeron la economía, el kirchnerismo constituyó una organización delictiva cuyos montos de extracción son comparables a un PBI nacional. José Antonio Díaz escribió: "El modelo de la obra pública sobrevaluada, cartelizada y hecha a medida de empresarios amigos, forma parte de la matriz del negocio del poder en la Argentina. Kirchner no inventó nada, aunque fue un perfeccionista. ¿O acaso no se reduce a eso la política misma, según su concepción? Claro, los pasos requieren de «especialistas» en saquear los recursos el Estado-Gobierno".

"¿Qué pasos hay que respetar? Licitar una construcción a un valor entre un 100 a un 200% por encima del real. Canjear una «comisión» de entre el 15 y el 25% para el funcionario u organismo que concede, a cambio de un «adelanto» de certificación de obra equivalente al 25 o 30% del valor total. Y liquidación, por último, del pago por parte del Estado, aunque la obra no esté finalizada".

"Las concesiones en base a los sobreprecios de los contratistas y los retornos como adelanto a cuenta del precio final, constituyen el remanido formato del negocio. El contratista precisa contratos y es mayor su beneficio por conseguirlos que su pérdida por desviar un porcentaje al Estado coimero. Sería un 15 o un 30% a cuenta de ganancias" (De "LA KAJA/Kirchner SA"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2010).

Los sistemas democráticos funcionan, en el mejor de los casos, como un mercado. Si un partido político gobierna mal, no se lo vuelve a votar (al igual que no se vuelve a comprar al comerciante que nos estafó de alguna manera). En la Argentina, por el contrario, el latrocinio contra el Estado es visto como una maniobra que requiere inteligencia, "viveza" y otros "nobles" atributos por los cuales la intención de voto aumenta con ellos. Así nos va.

2 comentarios:

agente t dijo...

Todo esto ha de tener un límite material, ya que no parece que lo pueda tener moral. Probablemente ese tope se establezca desde el exterior cuando se nieguen créditos al estado argentino que tengan un carácter inevitable dadas las circunstancias que motiven su solicitud.
Por otra parte esta consideración es extensible a cualquier país que se pone en manos de sus acreedores externos.

Bdsp dijo...

Así es, aunque desgraciadamente las consecuencias las pagan los justos y no los pecadores.....