Los métodos que, históricamente, promovieron el conocimiento humano (religión, filosofía y ciencia), surgieron en forma sucesiva según el orden indicado. Cuando alguno de ellos adquiere mayor predominio, resulta necesario que los restantes se vinculen de alguna forma para no quedar relegados, siendo un proceso similar al que ocurre con el avance científico y tecnológico, ya que toda empresa que no se actualice tiende a desaparecer.
Cuando surge el cristianismo, la filosofía intenta adaptarse a la nueva religión, apareciendo la "filosofía cristiana". Sin embargo, al redescubrirse la filosofía griega, es el cristianismo quien debe hacer el esfuerzo de adaptación, como el realizado por Tomás de Aquino al intentar compatibilizar el cristianismo con la filosofía de Aristóteles.
En todos los casos, hubo quienes se refugiaron en sus propios métodos e ignoraron completamente los métodos rivales, desconociendo aún los aportes de cierta validez. Una filosofía desactualizada y débil fue la que ignoró los aportes de la religión, especialmente en la ética, mientras que una religión desactualizada y débil fue la que ignoró los aportes de la filosofía.
Con la aparición de la ciencia experimental, en el siglo XVI, comienza una nueva etapa de adaptación mutua. Sin embargo, puede advertirse que en la actualidad hay religiosos y filósofos que la ignoran completamente, refugiándose en la fe y en la razón, respectivamente, debilitando sus posibles influencias en la sociedad. Se habla incluso de "la muerte de la filosofía" cuando ignora completamente el enorme caudal de conocimientos científicos aportados en los últimos siglos.
Esta desactualización, en realidad, es sólo parcial, ya que todavía se advierte la presencia de filósofos que tienen una aceptable formación científica. El resto, por el contrario, pareciera ser un sector que busca promover posturas asociadas a un éxito personal, dejando completamente de lado la búsqueda y el predominio de la verdad.
En el siglo XIX, Jaime Balmes advierte algunas de las debilidades observadas en los filósofos de entonces, siendo él mismo alguien que pudo compatibilizar el cristianismo con la filosofía. Respecto de los falsos axiomas adoptados, escribió: "Toda la ciencia ha menester un punto de apoyo; y quien se encarga de profesarla, busca con tanto cuidado este punto, como el arquitecto asienta el fundamento sobre el cual ha de levantar el edificio. Desgraciadamente no siempre se encuentra lo que se necesita, y el hombre es demasiado impaciente para aguardar que los siglos que él no ha de ver, proporcionen a las generaciones futuras el descubrimiento deseado".
"Si no encuentra, finge; en vez de construir sobre la realidad, edifica sobre las creaciones de su pensamiento. A fuerza de cavilar y utilizar, llega hasta el punto de alucinarse a sí mismo, y lo que al principio fuera un pensamiento vago, sin estabilidad ni consistencia, se convierte en verdad inconcusa".
"Las excepciones embarazarían demasiado; lo más sencillo es asentar una proposición universal: he aquí el axioma. Vendrán luego numerosos casos que no se comprenden en él; nada importa: con este objeto se halla concebido en términos generales y confusos o ininteligibles, para que, interpretándose de mil maneras diferentes, sufra en su fondo todas las excepciones que se quiera, sin perder nada de su prestigiosa reputación".
"Entretanto el axioma sirve admirablemente para cimentar un raciocinio extravagante, dar peso a un juicio disparatado, o desvanecer una dificultad apremiadora; y cuando se ofrecen al espíritu dudas sobre la verdad de lo que se defiende, cuando se teme que el edificio venga al suelo con fragorosa ruina, se dice a sí mismo el espíritu: «no, no hay peligro; el cimiento es firme: es un axioma, y un axioma es un principio de eterna verdad»".
"Para merecer este nombre, es menester que la proposición sea tan patente al espíritu, como lo son al ojo los objetos que miramos presentes, a la debida distancia, y en medio del día. En no dejando al entedimiento enteramente convencido desde que se le ofrece, y una vez comprendido el significado de los términos con que se le enuncia, no debe ser admitido en esta clase. Viciadas las ideas por un axioma falso, vense todas las cosas muy diferentes de lo que son en sí; y los errores son tanto más peligrosos cuanto el entendimiento descansa en más engañosa seguridad" (De "El criterio"-Editorial Difusión-Buenos Aires 1952).
Quien fundamenta sus pensamientos en axiomas falsos, pretendiendo vencer a sus rivales en absurdas discusiones, se parece un tanto al ciego que, para que la lucha sea pareja, invita al vidente a realizar la contienda en una habitación a oscuras. Tal es la actitud del pseudointelectual que ignora todas las ramas de las ciencias sociales y denigra a todas las religiones. Todo lo que no puede ser abarcado por los axiomas adoptados, es ignorado o rechazado; debería preguntarse, al menos una vez, si acaso no serán falsos sus axiomas elegidos.
En realidad, las conclusiones falsas pueden derivar tanto de axiomas falsos como de axiomas verdaderos pero insuficientes. La utilidad de un axioma dependerá de las deducciones que se pretenden extraer de él. De ahí que, en lugar de hablar de "axiomas falsos", puede hablarse también de "axiomas insuficientes".
Los axiomas de gran generalidad permitirán establecer deducciones de ese mismo carácter. Así, el principio de existencia de leyes naturales invariantes, poco o nada servirá para deducir alguna ley natural concreta, aunque sí podrá dar una orientación general a quienes dediquen sus vidas a alguna actividad intelectual. Por el contrario, la existencia de la actitud característica, en psicología social, permitirá describir aceptablemente los aspectos éticos del comportamiento humano, teniendo poca o ninguna injerencia en otras ramas de la ciencia experimental.
Además de las filosofías mal fundamentadas, aparecen falsas descripciones de la ciencia experimental. Mario
Bunge escribió: "El constructivismo-relativismo es la gnoseología inherente a la sociología, antropología y filosofía de la ciencia inspirada por Thomas S. Kuhn y Paul K. Feyerabend... Según ellos, los científicos no estudian la realidad, sino que la construyen; y no cooperan entre sí para comprenderla, sino que luchan por el poder... Y, puesto que consideran que los hechos son construcciones convencionales, sostienen que hay tantas verdades como grupos sociales. O sea, la validez de toda pieza de conocimiento sería relativa al grupo, la sociedad o la circunstancia: no habría verdades universales o transculturales" (De "Crisis y reconstrucción de la filosofía"-Editorial Gedisa SA-Barcelona 2001).
Si la ciencia fuera tal cosa, como es interpretada por los pseudointelectuales, no habría que tomarse la molestia de conocerla, y mucho menos de tenerla en cuenta para establecer vínculos con la filosofía o para intentar alguna adaptación a sus ideas. De ahí que se llega a la creencia de que conocer el mundo implica buscar dentro de la mente de algún iluminado (que propone un gran axioma) para aceptar luego, fe mediante, todas sus conclusiones. Bunge agrega respecto de tales "filósofos": "Trabajan, con frecuencia, bajo la creencia de que la lógica basta para revelar los secretos del universo, algo que sólo la ciencia puede hacer".
El odio es una suma de burla y envidia; burla hacia quienes se califica como inferiores y envidia de quienes se sospecha como superiores. El pesudointelectual, que no busca la verdad, sino tan sólo competir y destacarse de los demás, se burla de la religión sin tener en cuenta que fue la mejor alternativa de supervivencia de la antigüedad, y siente envidia por la ciencia, apoyando todo lo que la denigre y la descalifique.
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