La igualdad que aparece en el título surge de suponer que todo el conocimiento disponible por la humanidad, en una época determinada, ha sido acumulado a través de la indagación científica, filosófica y religiosa. El 1 a la derecha de la igualdad indica el 100% del conocimiento, por lo que dicha igualdad da a entender que un nuevo conocimiento abarcado por la ciencia, por ejemplo, aumenta el porcentaje aportado por esa rama del conocimiento en la misma medida en que disminuye el de la filosofía y el de la religión. En todos los casos se considera el conocimiento que posteriormente fue validado por la experimentación.
La disminución del porcentaje antes indicado se debe también que determinado tema, como es el del espacio y el tiempo, que en el pasado estaba tratado por los filósofos, pasa a ser un tema de la física luego de la aparición de la teoría de la relatividad. Ello no implica que se les haya “prohibido” a los filósofos continuar indagando sobre el tema, sino que, debido al nivel de exactitud empleado en la física, ningún filósofo serio puede ignorar el contenido y los resultados de dicha teoría.
En el caso de la aparición del hombre y de las especies animales y vegetales, el conocimiento disponible antes del siglo XIX, provenía esencialmente del Génesis bíblico, y de otros relatos religiosos. Con la aparición y consolidación de la teoría de la evolución por selección natural, aumentó el porcentaje de información asociado a la ciencia experimental en la misma manera en que disminuyó el atribuido a la religión, ya que en ese caso, no sólo aumentó el de la ciencia sino que disminuyó el de la religión.
En realidad, desde algunos siglos atrás, comenzaba a vislumbrarse que la Biblia transmitía información sobre cuestiones éticas, y no de otro tipo, y el relato bíblico, mediante el cual se atribuye un sentido al universo conocido puede seguir teniendo vigencia, especialmente cuando se afirma que Dios “vio que era bueno”, y que si las cosas andan mal, posiblemente algo tenga que ver el comportamiento humano, en lugar de suponer que el mundo está mal hecho.
La visión que nos brinda la ciencia experimental no implica una reducción de la importancia otorgada al Dios creador de todo lo existente. Si bien se le quita el lugar de “creador a partir de la nada”, se le otorga el lugar de “creador con pocas cosas”, ya que pudo establecer el orden natural existente a partir de unas pocas partículas elementales y de unas pocas leyes fundamentales. Raymond Aron expresaba al respecto: “La teoría de la evolución está de acuerdo tanto como cualquier otra con la teoría del Dios creador, porque precisamente el hecho de que todas las materias vivas, toda la naturaleza orgánica tienen la misma estructura fundamental compuesta por un pequeño número de elementos, más bien es una prueba del genio divino. ¡Haber hecho tantas especies y tanta diversidad de seres humanos a partir del juego de un pequeño número de elementos! Hubo la tendencia de ligar el carácter fijo de las especies con una representación religiosa del mundo, pero se trata de un accidente de la historia del pensamiento. El evolucionismo concuerda muy bien con la concepción de un Dios creador” (De “¿Existe Dios? NO” de Christian Chabanis-Librería Hachette SA-Buenos Aires 1976).
El hombre primitivo daba explicaciones de tipo religioso a todo lo que veía, atribuyendo la acción de dioses especializados que regulaban los diversos fenómenos naturales. En ese caso la igualdad inicial puede escribirse como:
0 + 0 + Religión = 1
En la antigüedad, aparecen los filósofos, que dan una visión distinta pudiendo explicar en forma razonada parte de lo que antes era explicado en función de la acción de dioses especializados, o de un Dios único. En realidad, durante la época pre-científica existió una forma de ciencia rudimentaria, sólo que tuvo poca influencia, quedando la ecuación como:
0 + Filosofía + Religión = 1
La religión se basa en la intuición directa de la realidad, ayudada por una supuesta revelación de Dios concedida a algunos elegidos, siendo transmitida a los demás mediante la creencia, o la fe. La filosofía, por otra parte, se basa esencialmente en la observación, la intuición y cierto control lógico que tiende a excluir toda información incoherente, ya que entonces resultaría incompatible con la realidad.
En los siglos XVI y XVII, con los trabajos de Nicolás Copérnico y Galileo Galilei, comienza la etapa de la ciencia experimental, que sigue utilizando el control lógico de la filosofía pero esta vez agregando el control experimental, permitiendo que sus resultados sean verificados con bastante precisión. La ecuación adopta la forma indicada en un principio.
Aparecen los conflictos entre la Iglesia Católica y los científicos, como también entre los filósofos aristotélicos y Galileo. Quienes suponían estar en la cima del conocimiento rechazan las evidencias aportadas por los nuevos buscadores de la verdad. La Iglesia teme que se de inicio a una rebelión similar a la de Martín Lutero por lo que prohíbe los libros de Galileo, ya que sus observaciones astronómicas confirmaban al sistema copernicano. El modelo heliocéntrico (el Sol al centro) se opone a la idea de que la Tierra sea el centro del universo (el lugar en que había nacido el Dios hecho hombre).
Durante el siglo XX, los astrónomos observan la expansión de las galaxias haciendo evidente que el universo tiene un tamaño bastante mayor al que se suponía hasta entonces. También llegan a la conclusión que tuvo un origen en el tiempo. Los conflictos entre ciencia y religión dejaron de producirse por cuanto quedaba fuera de toda duda que la Biblia utilizaba simbologías para dar mensajes morales, y no hipótesis de tipo científico.
En la actualidad, sin embargo, muchos siguen creyendo que religión y ciencia son necesariamente antagónicas. Si tenemos en cuenta que las leyes naturales descritas por el científico son las mismas leyes que el Dios creador utilizó para establecer el orden natural existente, desaparece toda incompatibilidad. El punto de divergencia radica en que la postura teísta admite que Dios interrumpe la ley natural algunas veces (milagros), mientras que los deístas descartan esa posibilidad siendo la religión natural enteramente coincidente con la ciencia experimental.
Ello no implica que la ciencia vaya a reemplazar a la religión en forma definitiva, sino que la ha de fundamentar convenientemente. Mientras que la ciencia experimental seguirá descubriendo leyes naturales antes desconocidas, la religión le ha de dar a todo individuo la posibilidad de un sentido a su vida, compatible con el sentido aparente que el universo le impone a la humanidad. Recordemos que gran parte de los conflictos individuales y sociales pueden ser considerados como los efectos de una ausencia de sentido de la vida.
La evidencia de que no existe antagonismo entre ciencia y religión, excepto en casos de ignorancia o fanatismo, radica en que muchos ilustres científicos fueron también religiosos. Copérnico, el creador del sistema planetario solar heliocéntrico fue un sacerdote polaco. También fueron sacerdotes Georges Lemaître, uno de los creadores del modelo de universo en expansión, y Gregor Mendel, fundador de la genética.
Los fundadores de la mecánica y la astronomía, Johannes Kepler, Galileo Galilei e Isaac Newton, fueron también adeptos a la religión. Incluso Newton, para explicar ciertas irregularidades en el movimiento de Júpiter y Saturno, supuso que el Creador intervenía de vez en cuando para poner en orden al universo. También suponía que, al igual que existía una revelación para orientar éticamente al hombre, existía una revelación en cuestiones de física y astronomía, siendo él mismo un “elegido”.
Al no estar de acuerdo con el misterio de la Trinidad, Newton debió permanecer en silencio para no tener conflictos con las autoridades de la universidad de Cambridge. John Maynard Keynes, quien adquirió los escritos inéditos de Newton, escribió: “Los extensos folletos anti-trinitarios de Newton son, a mi juicio, los más interesantes de sus escritos no publicados. Aparte de su más seria afirmación de fe, tengo un folleto completo que muestra lo que pensaba Newton de la extrema deshonestidad y falsificación de documentos de que era responsable San Atanasio, en particular por su cambio de opinión sobre la falsa calumnia de que Arrio murió en un excusado. La victoria de los trinitarios, en Inglaterra, en la última mitad del siglo XVII, fue no sólo tan completa, sino también tan extraordinaria, como el triunfo originario de San Atanasio. Existen buenos motivos para creer que Locke era unitario. He visto argumentar que Milton lo era. Existe una mancha en el recuerdo de Newton, y es que no dijo ni una palabra cuando Whiston, su sucesor en la Lucasian Chair, fue destituido de su profesorado y de la Universidad por expresar públicamente opiniones que el propio Newton había sostenido en secreto durante más de cincuenta años” (De “Sigma. El mundo de las matemáticas” (I) de James R. Newman-Ediciones Grijalbo SA-México 1976).
En cuanto a Kepler, Carl Sagan escribió: “Los protestantes fueron excluidos del poder político y económico, la escuela de Kepler fue clausurada, y prohibidas las oraciones, libros e himnos considerados heréticos. Después, se sometió a los ciudadanos a exámenes individuales sobre la firmeza de sus convicciones religiosas privadas: quienes se negaban a profesar la fe católica y romana eran multados con un diezmo de sus ingresos, y condenados, bajo pena de muerte, al exilio perpetuo de Graz. Kepler eligió el exilio: «Nunca aprendí a ser hipócrita. La fe es para mí algo serio. No juego con ella»” (De “Cosmos”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1980).
Entre los fundadores del cálculo infinitesimal encontramos también a científicos cristianos, como es el caso del mencionado Newton y también de Gottfried Leibniz y Augustin Cauchy. Leibniz hizo intentos por unificar a católicos y protestantes, aunque sin éxito, mientras que Cauchy fue considerado por otros matemáticos como un “católico fanático”. También dieron mucha importancia a la religión los principales fundadores del electromagnetismo: André Marie Ampère, Michael Faraday y James Clerk Maxwell.
Por lo general, el científico tiende a valorar el cristianismo por su mensaje ético, mientras que el hombre común tiende a interpretar los simbolismos como una parte de la realidad, de donde surgen generalmente las incoherencias lógicas y los misterios. Sydney Hook escribió: “La diferencia que existe entre religión y ciencia es que, mientras la primera adora a los misterios, la segunda trata de sacárselos de encima”.
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