En varios procesos naturales se advierte el surgimiento de un orden espontáneo a partir de reglas simples. Así, en algunas asociaciones de insectos, aparecen efectos globales distintos de aquellos derivados de la suma de los comportamientos individuales, y son los denominados fenómenos complejos. Javier Macía Santamaría escribió: “Tradicionalmente, el desconocimiento del origen de las leyes que gobiernan el mundo natural nos ha llevado a creer en la existencia de un orden superior que escapa a nuestra comprensión. Una divinidad u otros conceptos semejantes han sido frecuentemente el recurso más sencillo para dar explicación a aquello que aparentemente es inexplicable y aceptar resignadamente aquello que no podemos controlar”.
“Llegar a comprender y aceptar que la enorme complejidad de la naturaleza puede ser, en muchas ocasiones, fruto de unas leyes muy simples, tampoco parece algo muy intuitivo. En el fondo, que tengamos dificultades para entenderlo no significa que no sea sencillo. Quizá lo que hace falta es cambiar el modo de pensar”.
“Se entiende por sistema complejo no un sistema complicado, sino uno formado por múltiples partes que interaccionan entre sí. A consecuencia de ello emergen comportamientos o propiedades que no pueden ser explicados como la suma de las características de cada una de las partes. En otras palabras, un sistema complejo es más que la suma de sus partes” (De “De la simplicidad a la complejidad”-RBA Coleccionables SA-Navarra 2016).
Los fenómenos químicos, como también aquellos en que interviene la luz y que forman parte de nuestra vida cotidiana, pueden ser descriptos como efectos de la interacción de tres partículas fundamentales: electrón, positrón y fotón. Si bien esta aparente simplicidad está vinculada a fenómenos atómicos poco o nada intuitivos, al menos es posible encontrar reglas simples que sustentan todo el complejo mundo que observamos a diario. Sheldon L. Glashow escribió: “Hay seis procesos fundamentales por los que electrones, positrones y fotones pueden interaccionar entre sí: Electrón emite fotón. Electrón absorbe fotón. Electrón y positrón se aniquilan. Positrón emite fotón. Positrón absorbe fotón. Fotón produce electrón y positrón”.
Todos estos procesos elementales pueden graficarse a partir de un solo diagrama constituido por tres líneas que concurren a un punto central, y que representan a cada una de las tres partículas mencionadas. Este diagrama representa el “acto fundamental” de la electrodinámica cuántica (QED). “Electrones, positrones y fotones interaccionan de modo no trivial mediante iteraciones del acto fundamental…. La QED es un paradigma para la construcción de teorías más ambiciosas, relacionadas con otras partículas y otras fuerzas” (De “Interacciones”-Tusquets Editores SA-Barcelona 1994).
La palabra “iteración” implica una reiterada y sucesiva aplicación de reglas simples; proceso que genera la complejidad emergente posterior. Este proceso también aparece en algunas colonias de insectos, como las termitas. Macía Santamaría escribió al respecto: “Los termiteros, el hogar donde habitan las termitas, son estructuras arquitectónicas de una altísima complejidad, con un diseño óptimo en muchos aspectos, como por ejemplo los sistemas de ventilación. No obstante, no parece razonable pensar en la existencia de termitas ingenieras capaces de diseñar de forma racional estas maravillas de la arquitectura. ¿Cómo se organizan unos individuos que apenas superan los dos centímetros de longitud para levantar estructuras de hasta seis metros de altura?”.
“Ningún individuo dentro o fuera de la comunidad de termitas organiza el trabajo ni toma las decisiones. Al contrario, la organización emerge de forma espontánea. Las termitas interaccionan o se comunican a nivel local con las termitas que tienen más cerca. Fruto de esta interacción local emerge un orden global. Ciertamente resulta difícil de entender desde un punto de vista racional cómo un conjunto de individuos puede organizarse para abordar una tarea de enorme complejidad sin una dirección bien definida, pero parece que es así”.
“Los sistemas autoorganizados presentan muchas e interesantes propiedades, pero sobre todas ellas destaca el hecho de que la organización resultante está completamente descentralizada o distribuida entre todos los componentes del sistema. Esto es algo totalmente alejado de la forma habitual de organización colectiva en el hombre, basada en el establecimiento de unas jerarquías sociales, laborales, etc., muy definidas. Este tipo de organización descentralizada resulta muy robusta y eficiente, y es capaz de sobrevivir, autorrepararse y adaptarse a cambios del entorno”.
El proceso básico de la economía, el mercado, es también un sistema complejo autorregulado que surge de reglas simples. Podemos describir estas reglas de la siguiente forma: Todos los integrantes de la sociedad producen bienes y servicios para intercambiar con otros. Si advierten que la producción puede sobrepasar la demanda, tratan de producir otros distintos. Intercambian sus productos en forma voluntaria y sólo si se benefician ambas partes en el intercambio.
Al aplicar estas reglas en forma iterativa, se produce una economía eficiente. Adviértase que debe existir una previa adaptación de los integrantes de la sociedad a estas reglas, por cuanto algunos pretenden vivir a costa del trabajo ajeno mediante el robo, o a través de la redistribución que produce el Estado previa confiscación de una parte de lo producido por el sector que trabaja. Mientras que los sectores liberales abogan por una mejor adaptación de la sociedad a las reglas básicas mencionadas, el sector socialista niega la existencia de sistemas autoorganizados, aduciendo que el mercado es una “economía caótica” por lo que debería ser organizada desde el Estado.
Ante la existencia del proceso del mercado, el sector liberal sugiere la no intervención del Estado en el sentido de no destruir el orden espontáneo que generan las decisiones individuales, mientras que propone la intervención estatal para asegurar la vigencia del sistema autoorganizado, esto es, amparar la libertad individual de producir e intercambiar de manera libre, con la posibilidad de que cada integrante de la sociedad corrija sus decisiones inadecuadas.
También Internet es un sistema autoorganizado que se ha ido formando mediante la libre determinación de los participantes, tal la de intercambiar información con quienes desean. “Tal y como la conocemos ahora, Internet no es un sistema resultante de una planificación racional, sino que ha emergido y, esencialmente, se ha autoorganizado de forma no supervisada”. “Desde el momento en que esta red dejó de ser un proyecto con protección estatal y se hizo accesible a todo el mundo, nadie la ha dirigido. Internet ha evolucionado de forma autónoma hasta ser lo que es hoy en día. La actual organización de Internet y sus reglas de funcionamiento han emergido fruto de las interacciones y aportaciones de las empresas proveedoras de servicios y de los millones de usuarios sin una planificación global previa. Nadie tiene el control ni la visión global de esta gigantesca red ni, por supuesto, controla su evolución” (“De la simplicidad a la complejidad”).
La sociedad, por otra parte, puede organizarse en forma espontánea sin necesidad de un Estado que ordene objetivos colectivos. Ello se debe a que puede describirse al hombre en base a una actitud característica, por la cual responde de manera semejante en iguales circunstancias. Tal respuesta característica está orientada por dos tendencias extremas: cooperación y competencia. La búsqueda de la cooperación y una competencia orientada a cooperar más que los demás, hará innecesario todo gobierno del hombre sobre el hombre e incluso de la necesidad de un Dios que intervenga para subsanar los errores que cometemos a diario.
Tanto la religión, como la filosofía y las ciencias sociales, deben apuntar a corregir nuestra actitud predominante para que los sistemas autorregulados que conformamos puedan funcionar con eficacia. De ahí que los problemas individuales y sociales deben ser solucionados, no abandonando el orden natural espontáneo que surge del hombre actuando en libertad, sino corrigiendo nuestras actitudes erróneas consistentes en alejarnos de la cooperación y convirtiendo la competencia en una actividad destructiva del orden social, o no haciendo nada (negligencia).
Si actitudes tales como la envidia y la burla, que constituyen el odio, tienen un castigo cercano, inmediato y permanente, que surge de quien las posee, mientras que las actitudes de cooperación favorecen la felicidad, no hace falta un Dios que intervenga en nuestra vida cotidiana estableciendo cierta justicia divina, por cuanto ya existe una justicia natural, al menos en la distribución de premios y castigos asociados a nuestra conducta (quedando fuera de este proceso los hechos fortuitos o accidentales).
Otro de los procesos iterativos, que puede también ser descrito como un sistema realimentado, es la evolución por selección natural, que puede sintetizarse aproximadamente como:
Evolución = Mutaciones + Selección natural
Se considera la evolución biológica como “la forma simple de crear cosas complejas”. Charles Darwin escribió: “No es el más fuerte ni el más inteligente el que sobrevive, sino el más capaz de adaptarse a los cambios”.
También la ciencia experimental emplea el método de “prueba y error”, ya que, en lugar de ser la selección natural la que descarta las variaciones genéticas que impiden que su portador se adapte al medio, es la experimentación la que descarta las hipótesis que no se adaptan a la realidad:
Ciencia experimental = Hipótesis + Experimentación
Murray Gell-Mann escribió: “La empresa científica humana constituye una hermosa ilustración del concepto de sistema complejo adaptativo. Los esquemas son en este caso teorías, y lo que tiene lugar en el mundo real es la confrontación entre la teoría y la observación. Las nuevas teorías tienen que competir con las ya existentes, en parte en cuanto a coherencia y generalidad, pero en último término en cuanto a su capacidad de explicar observaciones existentes y predecir correctamente otras nuevas” (De “El quark y el jaguar”-Tusquets Editores SA-Barcelona 1995).
Mientras que el liberalismo propone adaptarnos a las reglas del juego que nos impone la naturaleza, el marxismo propone adaptarnos a las leyes de Marx y el Islam a las leyes de Mahoma, por lo cual no se vislumbra que los conflictos ideológicos y violentos vayan a finalizar próximamente, por cuanto las evidencias son negadas por quienes sostienen sus posturas en base a creencias. El cristianismo, por otra parte, interpretado como una religión natural resulta compatible con los procesos que nos impone el orden natural.
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