El debate entre absolutismo y relativismo moral puede establecerse también como un debate entre un origen biológico de la ética y uno puramente cultural. En el primer caso indicaría que existe una moral objetiva, de validez universal, mientras que en el segundo caso implicaría la posibilidad de que fuese un conjunto de normas derivadas de convenciones subjetivas. Joachim Bauer escribió: “La empatía como «fundamento» de la moral: La investigación de los sistemas morales es relativamente reciente. Una de sus tareas consiste en estudiar científicamente las conductas humanas en situaciones moralmente relevantes, análogas a las de la vida cotidiana. Se pueden sacar también conclusiones interesantes reproduciendo los procesos de acompañamiento neurobiológicos cuando, por ejemplo, una persona tiene que tomar una decisión moralmente relevante”.
“Que la moral es una competencia humana natural con anclaje biológico es algo que ya vio Charles Darwin. Éste calificó de «instinto básico» la capacidad y propensión del hombre a empatizar con los demás. En su opinión, esta capacidad natural del hombre es el fundamento mismo («foundation-stone») de la moral. La moral y los sistemas morales no son, por tanto, la causa sino la consecuencia de la capacidad humana para colaborar y empatizar. Así pues, y por lo que a su origen se refiere, no son constructos ideados por intelectuales o religiosos fanáticos (aun cuando éstos abunden entre zelotes y apóstoles de la moral), sino un fundamento natural y por tanto perteneciente al mundo real”.
En cuanto al significado de la empatía, Robert A. Baron y Donn Byrne escribieron: “Empatía: capacidad de respuesta al estado afectivo de otra persona con una reacción emocional correspondiente que se asemeja a cualquier emoción que experimenta el otro individuo. Por ejemplo, una persona empática percibe que otra es infeliz y como consecuencia experimenta infelicidad”.
“El hecho de mostrar tensión emocional en respuesta de la tensión emocional de otros se ha llegado a observar en niños de tan sólo doce meses de edad e incluso también en monos y simios. Los seres humanos difieren tremendamente en empatía, desde los que se preocupan profundamente de todo malestar experimentado por otros, hasta los individuos sociopáticos que se muestran totalmente indiferentes ante el estado emocional de los que les rodean, sin que esto les pueda afectar”.
“Además del sentimiento de malestar personal ante el malestar del otro, el individuo empático tiene otras tres características que lo definen. Una es el sentimiento de simpatía: sentir una afectuosa preocupación por las necesidades de otro. Otra es la toma de perspectiva: son capaces de meterse en la piel de otro. Finalmente presentan una mayor fantasía: sentir empatía ante un personaje de ficción, representada por conductas tales como llorar en una película triste” (De “psicología Social”-Prentice Hall Iberia-Madrid 1998).
Si interpretamos el “Amarás al prójimo como a ti mismo”, la base de la ética cristiana, como “compartirás las penas y las alegrías de los demás como propias”, observamos un origen biológico por no ser otra cosa que el mencionado proceso psicológico de la empatía. Incluso se advierte que no hace falta algo tan complicado como la revelación para conocer y describir un proceso elemental y accesible a la observación. El cristianismo sugiere una ética objetiva, de validez universal, por cuanto tiene un origen biológico, descartando el relativismo moral.
La ética cristiana pierde efectividad en cuanto tal mandamiento admite interpretaciones diversas por las cuales es adaptado a las conductas individuales en lugar de proceder a la inversa, esto es, adaptar las conductas al mandamiento. Incluso se llega al extremo de que las creencias en sí mismas generan una supuesta “elevada espiritualidad” que le ha de permitir al creyente cometer algunas contravenciones que se les deberían perdonar por dicha supuesta “elevación”. Joachim Bauer escribió: “Las personas que se proclaman explícitamente seguidoras de un sistema moral suelen tender a considerar la profesión de fe como una especie de «activo en su cuenta particular», como una especie de «licencia» para comportarse en lo sucesivo de manera inmoral”.
“Quien quiera que las personas tengan un comportamiento moralmente aceptable ha de procurar que tengan también pocas ocasiones de sentirse moralmente buenas. Paradójicamente, las personas que más parecen comportarse de manera moralmente aceptable suelen ser las que más tienen presente la miseria ética de la existencia” (De “La violencia cotidiana y global”-Plataforma Editorial-Barcelona 2013).
Por lo general, se supone que el hombre es malo por naturaleza y que esa deficiencia puede ser corregida mediante reglas morales derivadas de éticas con fundamento exclusivamente cultural. Sin embargo, todo parece indicar que en el hombre existe tanto la tendencia hacia la cooperación como a la competencia, mientras que las éticas propuestas tienden generalmente a favorecer la cooperación ya existente en nuestra naturaleza humana. Jeremy Rifkin escribió: “Los descubrimientos recientes en el ámbito de las neurociencias y en el del desarrollo infantil nos obligan a cuestionar la creencia, tan arraigada, según la cual los seres humanos son agresivos, materialistas, utilitaristas y egoístas por naturaleza. Ahora, por el contrario, empezamos a darnos cuenta de que somos una especie fundamentalmente empática, y ello tiene unas implicancias profundas y de largo alcance para la sociedad” (De “La civilización empática”-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2010).
Quienes suponen que el hombre es malo por naturaleza, son los que sostienen que es necesario dirigirlos desde el Estado restringiéndoles la mayor parte de sus libertades individuales, tal como lo sugieren las ideologías totalitarias. Si alguien inquiere acerca de quienes están exentos de defectos y plenos de sabiduría para desempeñar desde el Estado esa misión “caritativa” hacia los hombres imperfectos, surgirá seguramente un marxista-leninista debido a su supuesta “supremacía ética”, para justificar tal desempeño. Como, por lo general, los socialistas “exentos de defectos” tienen muy poca paciencia, se producen las grandes catástrofes sociales como las ocurridas en la URSS, China comunista y otros países.
En realidad, los comunistas son defensores de su propio absolutismo moral, a la vez que consideran la validez del relativismo moral como una táctica empleada para desvirtuar otras éticas rivales. Incluso llegan al extremo de considerar a la empatía cristiana como una maniobra de las clases dominantes para explotar más fácilmente al proletariado. Intentan, además, reemplazar el amor al prójimo por el altruismo socialista. Por este medio, al tener el individuo que sacrificarse laboralmente por los demás (concretamente a favor del Estado), perjudicándose materialmente para lograr cierta satisfacción personal, se advierte una situación poco atractiva que ha de durar muy poco tiempo; algo absurdo si se considera que los intercambios que se establecen en el mercado tienden a beneficiar a ambas partes simultáneamente, sin necesidad de que alguien deba sacrificarse por los demás.
La propuesta del relativismo moral tiende a destruir el orden social por cuanto, si el bien y el mal son conceptos puramente convencionales y subjetivos, no valdría la pena buscar el bien y rechazar el mal. Ello implica una desorientación en cada individuo. Antonio Fornés escribió: “¿Tenemos clara nuestra escala de valores y nuestro código de comportamiento? Y mucho más importante todavía, ¿basándonos en qué certezas somos capaces de establecer nuestro presunto orden moral?”.
“Probablemente, la dificultad para contestar a esta última pregunta en la mayoría de nosotros es una de las causas subyacentes al avance del relativismo, es decir, de la teoría de que todos los posicionamientos morales son respetables y admisibles, pero…esta posición en realidad no parece acabar con los problemas pues, de un lado, no nos aclara qué camino ético personal hemos de tomar, ¿debemos dejarnos llevar simplemente por la tradición o la moda? De otro, las teorías relativistas acaban abogando por una ética de mínimos que debe ser aceptada por todos, lo que dicho desde una postura relativista no deja de ser una contradicción, además ¿cómo se fundamenta esta imposición de un mínimo común denominador ético?”.
La ausencia de un fundamento objetivo de la ética fue planteada por Protágoras, quien afirmaba que “El hombre es la medida de todas las cosas”. Fornés agrega al respecto: “El sabio griego nos propone al hombre como juez único y personal de todos sus actos. En una línea de pensamiento que pese a tener más de dos mil años resulta muy actual, afirma que la moral no es más que una decisión cultural alejada de cualquier valor absoluto, que la ética carece de cualquier fundamentación, es decir, de cualquier posibilidad de dar una razón última, incontestable, a nuestros actos” (De “Las preguntas son respuestas”-Plataforma Editorial-Barcelona 2009).
Víktor Frankl sostiene que el principal conflicto psicológico de nuestra época es la ausencia de un sentido de la vida; conflicto que no existía en el pasado por cuanto la religión le brindaba a cada individuo respuestas al respecto, con una orientación ética definida, como un objetivo concreto que debería lograr. “El relativismo no responde personalmente a la gran pregunta de qué debo hacer, pues si todas las posiciones son iguales, ¿cuál es la que elijo? Además plantea otro problema, si debemos admitir la pluralidad de propuestas, pues no hay ninguna mejor que otra, planteamientos éticos como los que aboguen por la desigualdad racial, por sistemas antidemocráticos, o por el integrismo religioso deberán ser admitidos, ¿deberemos, por tanto, tolerar al intolerante?” (“Las preguntas son respuestas”).
Todo indica que debemos orientarnos en lo posible por las conclusiones de las ciencias sociales verdaderas, por cuanto existen pseudo-ciencias que pretenden lograr reconocimientos como si fuesen ciencia experimental seria, sin ser factible la posibilidad de verificar sus conclusiones, y muchas veces sin que esas conclusiones tengan una mínima coherencia lógica.
Si el hombre tiene como atributo cierta actitud característica, por la cual responde de forma semejante en iguales circunstancias (al menos durante una etapa de su vida), sólo queda la posibilidad de elegir la actitud cooperativa por la cual hemos de compartir las penas y las alegrías de los demás como propias, no tanto como objetivo concreto sino como tendencia u orientación.
Si, desde la psicología, se describe el fenómeno de la empatía como principal atributo que disponemos para consolidar el vínculo social, corroborado por la neurociencia a través del descubrimiento de las neuronas espejo, y coincidente con la ética propuesta por el cristianismo, el problema está resuelto. En realidad está resuelta una parte del problema, por cuanto no resulta nada sencillo divulgar este conocimiento hasta que sea aceptado mayoritariamente por los integrantes de la sociedad. El “vehículo” que ha de llevar esa información, por la cual se identifica religión y ciencia experimental, ha de ser la religión natural.
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