El individualismo, propuesto por el liberalismo, consiste en la potenciación de los atributos personales que favorecen la independencia respecto de los demás seres humanos. Se busca de esa forma una condición de igualdad, ya que toda dependencia entre seres humanos implica alguna forma de desigualdad. Como la búsqueda de la potenciación mencionada no es un objetivo por todos buscado, aparece la desigualdad entre el apto para la producción y el menos apto, situación que se debe esencialmente a la negligencia de éste último. El individualismo liberal, por lo tanto, implica la búsqueda de la libertad individual.
No todo individualismo propuesto apunta hacia una mentalidad favorable a la cooperación, ya que algunos pensadores suponen que la sociedad debe ser un conjunto de hombres desconectados del resto, por lo que Friedrich Hayek distingue un individualismo verdadero de uno falso, escribiendo al respecto: “Es necesario insistir en que el verdadero individualismo afirma el valor de la familia, de todos los simples esfuerzos de la pequeña comunidad y del grupo; cree en la autonomía local y en las asociaciones voluntarias, y funda su hipótesis en el argumento de que mucho para lo cual se invoca la acción coercitiva del Estado, puede realizarse mejor a través de la colaboración voluntaria”.
“Imposible hallar mayor contraste con lo dicho que el falso individualismo, dispuesto a disolver todos estos grupos más pequeños en átomos sin otra cohesión que las normas impuestas por el Estado, y que trata de hacer obligatorios todos los lazos sociales, en vez de usar al gobierno principalmente para la protección del individuo contra la asunción de poderes coercitivos por los grupos menores”.
“El hombre, en una sociedad compleja, no puede elegir sino entre ajustarse según deben parecerle, a las fuerzas ciegas del proceso social, u obedecer las órdenes de un superior. Mientras sólo conoce la inflexible disciplina del mercado, puede pensar preferible la dirección por parte de algún otro cerebro humano inteligente; pero cuando lo prueba, descubre pronto que lo anterior le deja cuando menos alguna posibilidad de elección, mientras lo último no le deja ninguna, y es mejor poder elegir entre varias alternativas desagradables que ser obligado a conformarse con una”.
“El verdadero individualismo…empezó su desarrollo moderno con John Locke, y particularmente con Bernard Mandeville y David Hume, y alcanzó sus dimensiones completas por primera vez en las obras de Josiah Tucker, Adam Ferguson y Adam Smith y en la del gran contemporáneo de aquéllos, Edmund Burke, el hombre a quien Adam Smith describió como la única persona que pensaba exactamente como él en asuntos económicos, sin que hubiera existido ninguna comunicación previa entre los dos”.
“En el siglo XIX la encuentro perfectamente representada en las obras de sus más grandes historiadores y filósofos políticos: Alexis de Tocqueville y Lord Acton. Estos dos autores, en mi opinión, han desarrollado más exitosamente que cualquier otro escritor lo mejor que había en la filosofía política de los filósofos escoceses y los Whigs ingleses; mientras que los economistas clásicos del siglo XIX, o al menos los Benthamitas o los radicales filósofos entre ellos, cayeron cada vez más bajo la influencia de otra clase de individualismo de diferente origen”.
“Esta segunda línea de pensamiento completamente diferente, también conocida como individualismo, está representada principalmente por escritores franceses y de otras nacionalidades europeas, un hecho debido al papel dominante que el racionalismo cartesiano juega en su composición. Los principales representantes son los enciclopedistas, Rousseau y los fisiócratas…este individualismo racionalista siempre tiende a evolucionar hacia su contrario, es decir, al socialismo o colectivismo”. (De “Individualismo: Verdadero y Falso”-Centro de Estudios Sobre la Libertad-Buenos Aires 1968).
Una de las costumbres observadas en gente adinerada de los EEUU, consiste en que, aun disponiendo de suficientes medios económicos, poca ayuda les da a sus hijos adolescentes con la esperanza de que aprendan desde edad temprana a ganarse la vida mediante el trabajo. Esto contrasta notablemente con la desidia de sectores de menores recursos que se desinteresan por el futuro de sus hijos y no los orientan debidamente en ese sentido. Puede decirse que tanto los aptos como los menos aptos para la producción, son artífices de su propio éxito o de su propio fracaso.
Recordemos el caso de los judíos, quienes, rechazados en muchos lugares, debieron emigrar dejando sus pertenencias materiales mientras llevaban encima todo lo que podían; entre ello lo más valioso: sus conocimientos y su instrucción. De ahí que sea una costumbre o tradición arraigada en ese pueblo, el potenciar sus aptitudes laborales y culturales.
La búsqueda del individualismo, en el sentido indicado, se opone a todo tipo de colectivismo, ya que, en este caso, en lugar de preparar a los jóvenes a ser independientes laboralmente, se pretende que reciban del Estado lo que éste le quite a los aptos para que no sufran las consecuencias de la desigualdad que han sabido gestar.
Por lo general se critica la búsqueda del individualismo liberal como una forma extrema de egoísmo, sin tenerse en cuenta que la potenciación de los atributos laborales no descarta ni impide la cooperación con el resto de la sociedad. Justamente, tener la capacidad de no necesitar de la ayuda de los demás es una forma de no incomodarlos, mientras que el verdadero egoísmo es el de quienes no se capacitan para ganarse la vida por si mismos, por lo que mucho menos dispondrán de la voluntad de ayudar a los demás. Quienes desistieron de la siembra exigen que el Estado reparta luego equitativamente la cosecha.
El individualismo liberal, como se dijo, apunta a la libertad personal respecto de las demás personas. No a una independencia económica total, ya que ello es imposible, sino a la mayor independencia posible, ya que ese es el camino para establecer una verdadera igualdad social que se ha de dar junto a la verdadera libertad social. Friedrich Hayek escribió: “Esta obra hace referencia a aquella condición de los hombres en cuya virtud la coacción que algunos ejercen sobre los demás queda reducida, en el ámbito social, al mínimo. Tal estado lo describiremos a lo largo de nuestra publicación como estado de libertad”.
“Como esta palabra también ha sido usada para describir muchas otras circunstancias de la vida, no sería oportuno comenzar preguntando lo que realmente significa. Parece mejor aclarar primero la condición que queremos significar cuando la utilizamos, y considerar los restantes significados únicamente con vistas a definir más certeramente lo que hemos aceptado”.
“El estado de virtud del cual un hombre no se halla sujeto a coacción derivada de la voluntad arbitraria de otro o de otros se distingue a menudo como libertad «individual» o «personal»”. “La expresión que el tiempo ha consagrado para describir esta libertad es, por tanto, «independencia frente a la voluntad arbitraria de un tercero»” (De “Los fundamentos de la libertad”).
Es oportuno advertir que el significado que Hayek da a la libertad implica una negación (libertad = no coacción), escribiendo al respecto: “Se objeta a menudo que nuestro concepto de libertad es meramente negativo. Ello resulta verdad en el sentido de que la paz también es un concepto negativo o de que la seguridad o la tranquilidad o la ausencia de cualquier impedimento o mal son negativos. La libertad pertenece a esta clase de conceptos, ya que define la ausencia de un particular obstáculo: la coacción que deriva de la voluntad de otros hombres. La libertad únicamente se convierte en positiva a través del uso que de ella hacemos. No nos asegura oportunidades especiales, pero deja a nuestro arbitrio decidir el uso que haremos de las circunstancias en que nos encontramos”.
“Ahora bien, aunque los usos de la libertad son muchos, la libertad es una. Las libertades únicamente aparecen cuando la libertad falta, y son los especiales privilegios y exenciones que grupos e individuos pueden adquirir mientras el resto permanece más o menos esclavizado. Históricamente, el camino de la libertad ha conducido al logro de especiales libertades. Ahora bien, todo aquello que permite hacer cosas específicas no es libertad, a pesar de designarlo como «una libertad»; en tanto que la libertad es compatible con la no permisión para hacer cosas específicas, se carece de ella si uno necesita permiso para llevar a cabo la mayor parte de cuanto puede hacer. La diferencia entre libertad y libertades es la que existe entre una condición de virtud de la cual se permite todo lo que no está prohibido por las reglas generales y otra en la que se prohíbe todo lo que no está explícitamente permitido”.
Con el avance de la ciencia y la tecnología, la sociedad industrial se ha ido transformando en la sociedad del conocimiento. Mientras que en aquélla primaba el capital monetario como factor de la producción, en la segunda lo es el capital humano, que cada uno construye según sus ambiciones de libertad e independencia laboral respecto de los demás. Peter Drucker escribió: “El recurso real que controla todo, el «factor de producción» absolutamente decisivo, ha dejado de ser el capital, o el suelo o la mano de obra; ahora es el saber. En lugar de capitalistas y proletarios, las clases de la sociedad poscapitalista son los trabajadores del saber y los trabajadores de los servicios”.
“La nueva sociedad, que ya está aquí, es una sociedad poscapitalista. Con certeza utilizará el mercado libre como único mecanismo de integración económica comprobado; no será una «sociedad anticapitalista», ni siquiera será una «sociedad acapitalista»; las instituciones del capitalismo sobrevivirán, aunque algunas, por ejemplo los bancos, representen un papel bastante diferente; pero el centro de gravedad en la sociedad poscapitalista, su estructura, su dinámica social y económica, sus clases y sus problemas sociales serán diferentes de aquellos que dominaron los últimos doscientos cincuenta años y definieron las cuestiones alrededor de las cuales cristalizaron partidos políticos, grupos sociales, sistemas de valores sociales y compromisos personales y políticos”.
“El recurso económico básico, el «medio de producción», para utilizar el término de los economistas, ya no es el capital ni los recursos naturales (el «suelo» de los economistas) ni la «mano de obra». Es y será el saber. Las actividades principales en la creación de riqueza no serán ni la asignación de capital para usos productivos, ni la «mano de obra», los dos polos de la teoría económica en los siglos XIX y XX, fuera ésta clásica, marxista, keynesiana o neoclásica; ahora el valor se crea mediante la «productividad» y la «innovación», ambas aplicaciones del saber al trabajo” (De “La sociedad poscapitalista”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1993).
Los pensadores liberales de los siglos XVIII y XIX, posiblemente no se imaginaron que el individualismo liberal habría de ser el orientador principal de las generaciones venideras que constituirían la sociedad del conocimiento y de los servicios, por cuanto el avance científico y tecnológico habrá permitido reemplazar la mayor parte de las tareas físicas y rutinarias.
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