Las dictaduras padecidas por los pueblos pueden considerarse como “imperialismos internos”, ya que los adeptos al régimen despótico se sienten de alguna forma dominadores del resto. De ahí que los líderes populistas o totalitarios sean idolatrados por un sector y despreciados por el sector rival, generando siempre fracturas sociales que impiden que un país salga del atraso o de la decadencia.
Además de producir tiranías que dividieron a la sociedad argentina, tanto Rosas como Perón se caracterizaron por tener el apoyo de sus respectivas esposas, algo poco frecuente en épocas y sociedades con fuerte preeminencia masculina. Germán Arciniegas escribió: “Como en el escudo de los Austria, las dos cabezas de la dictadura argentina están unidas en un solo cuerpo. El cuerpo en este caso es la firma social Eva-Perón. Perón es un apellido. La personalidad histórica de Perón no tiene nada único: pertenece a la familia de los dictadores pasados y presentes. Eva, Evita, en cambio individualiza el caso argentino”.
“Absoluto como es hoy el poder que ejerce Evita en la Argentina, recuerda a Encarnación Ezcurra, la mujer de Juan Manuel de Rosas. Rosas fue el tipo del gran dictador latinoamericano hace cien años, y siendo el precursor natural de Perón, se diferencia de él en que en su tiempo hubo que hacer correr mucha sangre para mantener el orden. Encarnación, su mujer, era tan apasionada como Evita, pero a diferencia de Evita pertenecía a una de las familias de la aristocracia argentina. Pero Juan Manuel y Encarnación formaban un matrimonio gobernante que gozó por igual de las delicias del poder y practicó a sus anchas la política de la violencia” (De “Entre la libertad y el miedo”-Editorial del Pacífico SA-Santiago de Chile 1952).
Manuel Gálvez escribió: “La mujer del gobernador de Buenos Aires era todopoderosa. Dos años atrás, mientras su marido venía llegando de su expedición contra los indios, ella había dirigido una revolución contra el gobierno de Balcarce, que lo traicionara. Manejó a generales y políticos, a periodistas y caudillos de la campaña, a hombres ilustres como Tomás Guido y a sujetos de influencia entre el populacho. Enérgica, mandona, brava, perspicaz y sorprendentemente activa, había hecho lo que ninguno de los amigos de Rosas era capaz de hacer. Desde su casa, ordenando a unos, increpando a otros, zamarreando a éste, vigilando al de más allá, había organizado la revolución que se llamó «de los restauradores» y que echó abajo el gobierno del general Juan Ramón Balcarce”.
Cuando Perón es detenido ante la presión y las protestas contra la dictadura de Farrell, de la que forma parte, Eva organiza un movimiento popular para liberarlo; quedando el hecho registrado como el del 17 de octubre. “Es Evita quien ha desencadenado esta revolución. Ella ha repetido la hazaña de Encarnación Ezcurra… Al cabo de ciento veinte años la historia se repite. Evita, por Perón, bajó a los barrios obreros, tomó contacto con los dirigentes locales, fue a las fábricas y se convirtió en el productor en grande escala de una formidable representación viva. Se encontró a sí misma ese día. De ahí a la conquista del poder no habrá sino un paso. Y entonces, ejercerá el poder sin contemplaciones. Exigiendo rendiciones incondicionales a quienes pudieron antes tener sobre ella un puesto más alto en la jerarquía social”.
“¿Cuáles son las ideas políticas de Evita? Muy simples, casi rudimentarias, pero directas, efectivas. Determinan un cambio profundo en la moral del pueblo. Todo se reduce a sustituir el imperio de las instituciones por el de su marido, o por el suyo. Que donde antes se decía asistencia pública se diga Evita. Que cuando un obrero reciba un aumento de salario, un estudiante un libro, un anciano un auxilio, o cuando se establezca una clínica, un hospital, un gimnasio, un parque de recreo, aquello no aparezca como una obra del Estado o de la ley, sino de Evita o de Perón”.
“Si se envía trigo a un país, no lo envía la Argentina: lo envía Perón. En la ciudad de Cúcuta, en Colombia, hay un terremoto; a Cúcuta vuelan los aviones de Evita, para llevar los auxilios que envía Evita, y la ciudad reconocida se viste de banderas con el nombre de Evita. No hay que confiar en la ley, sino en Perón. No hay que temer a la justicia, sino a Perón. No hay sino una norma de derecho: Perón. Y así, poco a poco va perdiéndose en el mundo la costumbre de referirse a la Argentina: se habla de Perón. Se habla de Evita. Un siglo y medio de luchar por construir una nación, con todas sus cortes y parlamentos y órganos ejecutivos, desemboca de pronto en un solo nombre. Evita lo dice todos los días con las mismas palabras, lo graba en la mente del partido, se lo ha impuesto, restregado, a la nación. Se lo ha hecho sentir en carne viva a cuantos han osado contradecirla, así sea con un simple no hacer lo que ella quiere, no dar lo que ella pide”.
En cada discurso de Perón o de Eva, nunca se desaprovecha la ocasión para emitir alguna forma de agresión contra la oposición, como posteriormente lo hacen los Kirchner. “Ella no está formulando intelectualmente y en frío la teoría del caudillismo. Detrás de las hogueras que ella misma enciende muestra una pasión casi feroz. Veamos algunos apartes de su discurso del 1º de mayo: «Mis queridos descamisados: En este día tradicional para los trabajadores argentinos, en este primero de mayo maravilloso en que los trabajadores festejan el triunfo del pueblo y de Perón sobre los eternos enemigos y traidores de la patria, yo quiero hablar con la sola, con la absoluta, con la exclusiva representación de los descamisados»”.
“«Ustedes que tienen derecho a hablar de frente con la patria y con Perón porque ustedes, igual que yo, siguieron apretando los dientes de rabia y de coraje cuando la oligarquía sin patria ni bandera quiso dejarnos a nosotros también sin patria ni bandera robándonos el derecho de seguirlo a Perón hasta la muerte….»”.
En la dictadura de Perón, al igual que en el régimen de Stalin, no había inconvenientes en inducir a la gente a que delatara a los opositores, la gente decente, para adoptar alguna medida en su contra, por el solo hecho de ser opositores. “Evita recoge estos acentos de la antigua barbarie, y así avanza, con una actividad febril que no hace sino avivar la llama de su pasión femenina y el propio fuego de su marido. Cuando algo se opone a su voluntad, lo aniquila. Quien no está con ella es antiperonista, es un antiperonista a quien deben delatar los compañeros, para que caigan sobre él las sanciones. En un acto organizado por los empleados de los teléfonos, dijo: «Las reparticiones nacionales deben purificarse para que aquellos que no sientan la hora argentina, para que aquellos que son vendepatrias o que permanezcan indiferentes a la hora extraordinaria en que vivimos…dejen lugar para los argentinos de bien. Pido a los trabajadores que denuncien a los antiperonistas, porque son vendepatrias y también les pido a los funcionarios que tomen medidas, porque si no creeremos que ellos también son vendepatrias»”.
Según Eva, un antiperonista es “un mal nacido”, de donde puede vislumbrarse fácilmente lo que ha sido el peronismo. En otro discurso expresó: “Yo aprovecho esta oportunidad para pedir a Dios que ilumine a los mediocres para que puedan ver a Perón y para que puedan comprenderlo, y para que las futuras generaciones no los tengan que marcar con el dedo de la desesperación si llegaran a comprobar que hubo argentinos tan mal nacidos que a un hombre como el general Perón, que ha quemado su vida para lograr el camino de la grandeza y la felicidad de la patria, lo combatieron aliándose con intereses foráneos…”.
En uno de sus últimos discurso incita a la violencia, aunque preventivamente: “Ay de quien se atreva a oponerse a Perón: Nosotros nos haremos justicia con nuestras propias manos…Yo pido a Dios que no permita a esos necios levantar una mano contra Perón porque, lo anuncio: Yo marcharé con todos los descamisados del país, y no quedará piedra sobre piedra que no sea peronista”.
Puede decirse que Perón fue un agitador de masas y un sembrador de odios que destruyó material y humanamente a la nación, ya que ni siquiera los periodistas o los intelectuales posteriores se atreven a decir la verdad sobre lo que fue el peronismo. Arciniegas agrega: “Todo se está como haciendo por el pueblo y para el pueblo, y nada más sencillo que ir movilizando las masas contra lo oligarquía. Es decir: contra quienes han venido apareciendo al frente de la vida industrial argentina, de las haciendas, del comercio, de la prensa, de la universidad. Las fuerzas que él desata, en realidad, son más que las que ha movilizado el comunismo, que las que movilizó el nazismo o el fascismo. Y las desata, las educa, las organiza para la violencia, para la toma del poder”.
En épocas de Rosas, predominan estribillos violentos contra los adversarios: “¡Viva la Santa y Gloriosa Federación! ¡Mueran los salvajes unitarios!”. Perón reedita la situación promoviendo la discordia y la violencia entre seguidores y adversarios, hasta llegar al extremo de inducir a sus adeptos a adoptar una venganza poco equitativa; 5 por 1. En uno de sus discursos, expresó: “A la violencia hemos de contestar con una violencia mayor…Aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden…puede ser muerto por cualquier argentino…Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de ellos”.
De los tantos hechos acontecidos durante el peronismo, es representativa una acción promovida contra estudiantes universitarios que no aceptan al peronismo. “Uno de los episodios más célebres del peronismo fue la marcha de los obreros sobre la Universidad de La Plata, ciudad no muy distante de Buenos Aires y que es como el Cambridge de la Argentina. Los estudiantes, exasperados por la dictadura, resolvieron mantenerse dentro de la universidad y resistir. Por tres días se les mantuvo sitiados. Afuera, el pueblo gritaba las voces dadas en consigna: «¡Alpargatas sí! ¡Libros no!». «¡Viva Perón! ¡Haga Patria! ¡Mate a un estudiante!». Llega un momento en que la resistencia se hace imposible. La policía toma por la fuerza el edificio y unos cuantos centenares de muchachos y muchachas tienen que salir en medio de los más soeces insultos, sufriendo los golpes que a todo lo largo de los corredores por donde fatalmente han de pasar, van propinándoles los peronistas a puntapiés, a puños, con estacas. La mayor parte quedan heridos, algunos de bastante gravedad”.
La grieta social que afecta a la Argentina no parece cerrarse, por cuanto los antiperonistas y antikirchneristas no tienen el menor interés ni la menor posibilidad de renunciar a principios morales básicos y elementales, propios de cualquier persona civilizada. Tampoco los sectores peronistas y kirchneristas parecen intentar adherir a tales principios, ya que toda ideología populista o totalitaria tiende a reemplazar en las mentes individuales cualquier razonamiento propio.
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3 comentarios:
La grieta no parece cerrarse. Es más, creo que no debe intentar cerrarse. Es absolutamente inútil. Quizás la única salida sea dejar que el tiempo mate a todos los kirchneristas y amanse o diluya ideológicamente a los peronistas.
O, peor, en algún momento una crisis en serio enfrente a estos fanáticos con el resto más o menos sensato y pensante y la batalla con sangre dirima la controversia.
Qué asco!!
Qué asco!!
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