Cuando se describe un fenómeno natural, no se presentan inconvenientes excepto el de tener que decidir cuál descripción, de todas las realizadas, se acerca más a la verdad. Por el contrario, cuando se describe en forma unificada varios fenómenos, debe tenerse presente la necesaria coherencia lógica que ha de sustentar el sistema descriptivo en cuestión. Por lo general, los sistemas cognitivos compatibles con la realidad “heredan” la coherencia interna de los fenómenos descriptos. De ahí que todo sistema verdadero ha de ser consistente, o sin contradicciones, aunque no pueda asegurarse que lo inverso sea válido, ya que se han construido teorías axiomáticas coherentes que no se adaptan a la realidad. Georg F. Nicolai escribió:
“El hombre natural tenía la idea natural de que la realidad es real –que yo soy yo, tú eres tú y un árbol es un árbol. Esta opinión que, como E. Mach anota juiciosamente, tiene todavía cada niño normal, condujo al hombre, después de algunos rodeos, a la ciencia. Luego se le ocurrió que sus ideas podrían ser más reales que la realidad real, lo que le llevó a sistemas abigarrados y complicados que, en su conjunto, forman la filosofía natural con sus ramificaciones materialistas, espirituales e idealistas. Pero, como a la larga, no se podía ocultar que las ideas de los hombres resultan a menudo dudosas y aún falsas, algunos volvieron arrepentidos al realismo primitivo y con eso a la ciencia; mientras que la mayoría, no sintiéndose con fuerza suficiente para abandonar sus predilecciones filosóficas, inventó, para justificar los errores y disipar dudas legítimas, la dialéctica, que desde entonces se yergue siempre que una generación desespera de la ciencia”.
“La ciencia es una –con otras palabras, hay sólo un método científico: el de las ciencias naturales. Sólo por este camino se llega a proposiciones que son obligatorias para todos los hombres –sólo la ciencia puede terminar con las controversias- sólo la ciencia significa la paz”. “La dialéctica no cuadra con la ciencia –si, con Schopenhauer, no se ve en ella más que un ameno intercambio de opiniones (lo que realmente de vez en cuando ayuda a la comprensión), ella es inofensiva e indiferente. En cada forma especial y, más que nada, en la de Hegel-Marx, ella es diametralmente opuesta a la ciencia; llamar a tal método «científico», es pura mistificación”.
“Entre las diferentes corrientes que forman el espíritu de una época, hay siempre dos esenciales: una que mira al futuro y podría hacer adelantar a la humanidad, y otra que mira hacia el pasado y, siendo en el sentido estricto de la palabra reaccionaria, quiere aproximarnos otra vez al nivel animal. Son la corriente científica y la dialéctica” (De “Miseria de la dialéctica”-Ediciones Ercilla-Santiago de Chile 1940).
La dialéctica es el método utilizado por el marxismo. Al ser incompatible con la lógica, se la considera como parte de la historia de la filosofía. Sin embargo, desde el punto de vista marxista, la lógica científica queda ubicada en un nivel inferior. José Ferrater Mora escribió: “La noción de dialéctica, el método dialéctico y, a veces, la titulada «lógica dialéctica» son centrales en el marxismo”. “El uso de la dialéctica permite, en efecto, al entender de estos autores (Engels, Lenin, Stalin), comprender el fenómeno de los cambios históricos (materialismo histórico) y de los cambios naturales (materialismo dialéctico). Todos estos cambios se hallan regidos por las «tres grandes leyes dialécticas»: la ley de la negación de la negación, la ley del paso de la cantidad a la cualidad, y la ley de la coincidencia de los opuestos. Tales leyes permiten, al entender de los marxistas, afirmar ‘S es P’ y negar a la vez ‘S es P’, pues señalan que si ‘S es P’, puede ser verdadero en el tiempo t, pero puede no ser verdadero en el tiempo t1. Varios autores han argüido al respecto que esto representa únicamente la afirmación conjunta de contrarios, pero no de contradictorios. Los marxistas «oficiales», sin embargo, han insistido en que las leyes de la dialéctica citadas representan una verdadera modificación de las leyes lógicas formales y que, por lo tanto, los principios de identidad, de contradicción y de tercio excluso no rigen en la lógica dialéctica. Por ese motivo la lógica formal (no dialéctica) ha sido o enteramente rechazada o considerada como una lógica de nivel inferior, apta solamente para describir la realidad en su fase estable” (Del “Diccionario de Filosofía”–Editorial Ariel SA-Barcelona 1994).
Mientras que los científicos buscan errores en las teorías vigentes, tratando de perfeccionarlas, los marxistas suponen haber encontrado leyes supra-científicas de validez indiscutible, el Islam prioriza la sabiduría (el Corán) sobre el conocimiento (ciencia) y desde la teología católica se afirma que algunos elegidos, mediante la fe, poseen conocimientos vedados al resto de los mortales. De ahí que la falta de entendimiento se agudiza ante quienes se ubican en un lugar superior sin ser capaces de mostrar concretamente su superioridad.
Mientras que la ciencia experimental adopta tácitamente la suposición de que las leyes naturales son invariantes en el tiempo, el marxismo admite que algo que es verdadero en el tiempo t, puede resultar falso en un tiempo posterior t1, según se dijo. Esta actitud resulta ser anticientífica en lugar de ser científicamente errónea. Que las leyes naturales sean invariantes no implica que no exista el cambio en la naturaleza. Así, las leyes de la evolución biológica tienen validez en todas las épocas (no cambian) mientras que describen fenómenos naturales en donde el cambio es lo característico.
El uso de la dialéctica, en lugar de la lógica y del razonamiento, implica que, en lugar de advertirse una catástrofe social antes de que suceda, se procede a aplicarla aunque los efectos recaigan sobre hombres inocentes que serán usados para experimentar las diversas utopías socialistas. Edmund Globot escribió: “La inteligencia procede también por tanteos. Su trabajo no es sino una serie de ensayos y eliminaciones. Pero, en vez de intentar acciones destinadas al fracaso, la inteligencia ensaya en el pensamiento y en él reconoce el fracaso de esos ensayos. Reduce así a un pequeño número las empresas efectivas; se embarca en las que tienen probabilidades de lograrse (razonamiento inductivo); descubre a veces la única que puede tener éxito (razonamiento deductivo). Los procedimientos de la inteligencia son los de la selección, pero de una selección que mata ideas e hipótesis en vez de matar seres vivos” (Del “Tratado de Lógica”-Editorial Poblet-Madrid 1929).
El método dialéctico en realidad puede servir tanto para demostrar algo como también su opuesto. “La especialidad de los sofistas, y más tarde de Hegel, de comprobar lo contradictorio, no desempeñó durante milenios mayor papel, aunque nunca desapareció por completo”. “Este desprecio de los fundamentos lógicos es lo que destruye más radicalmente las facultades de un hombre. Cualquiera que sea el subterfugio con que se defienda la suposición de que A puede ser también noA, ella es simplemente falsa, y quien una vez la ha aceptado puede así naturalmente, sobre el papel, comprobar todo, pero será para toda la vida incapaz de razonar” (“Miseria de la dialéctica”).
El relativismo cognitivo, asociado al marxismo, puede evidenciarse en el siguiente escrito de Leszek Kolakowski: “La importancia de un juicio se identifica literalmente con la utilidad práctica que percibe el individuo que se apropia de este juicio, como consecuencia de la influencia de ese juicio sobre su conducta. Se puede decir que un juicio es verdadero cuando por aceptarlo logramos satisfacer mejor nuestras necesidades o nuestra vida se modifica en sentido positivo. En cambio, tendemos a considerar como falso el juicio que, aceptado, influye en forma desfavorable sobre la satisfacción de nuestras necesidades o cuando el hecho de reconocer como verdadero el juicio en cuestión se sigue el fracaso de alguno de los afanes del individuo”.
“De esta doctrina se sigue que una tesis, cuyo valor lógico es relativo y depende del individuo, o mejor dicho de las circunstancias, entre ellas el momento en que se la emite, será verdadera o falsa de acuerdo al individuo o al conjunto de las necesidades que determinan sus esfuerzos en un momento dado. Por lo tanto, que algo sea verdadero no quiere decir de ningún modo que coincida con las cosas en el sentido de un modelo preexistente, con el cual nuestro conocimiento se relaciona y con el cual puede ser comparado. Ser verdadero quiere decir realizar el criterio de la utilidad” (De “Tratado sobre la mortalidad de la razón”-Monte Ávila Editores-Caracas 1969).
El ejemplo más notable de irracionalidad implica la creencia de que la propia naturaleza se rige, no por leyes causales que son descriptas por la ciencia, sino por las leyes de la dialéctica. Tal proceso implica que, si existe antagonismo entre tesis y antítesis, se espera que surja la síntesis como una verdad nueva. Luego, si existe conflicto entre burguesía y proletariado, promoviendo tal conflicto se llegará a la revolución y de ahí surgirá la “paz socialista”, como la síntesis necesaria. Por el contrario, en el mundo real, del odio promovido entre sectores en oposición nunca surge la paz, a menos que el odio desaparezca. Karl Jaspers escribió: “Es evidente que la pujanza del pensamiento marxista estriba en la falsedad radical de presentar la creencia como una presunta ciencia. De la creencia procede el fanatismo de la certeza; el nombre de ciencia proporciona la máscara. Nunca la creencia se denomina a sí misma creencia, pero se comporta como toda creencia dogmática: ciega ante todo lo que está contra ella, agresiva, incapaz de comunicación”. “Quizá esto se comprenda más fácilmente refiriéndose a la dialéctica. La dialéctica es el movimiento de oposiciones y cambios bruscos que tiene lugar en nuestro pensamiento y en las cosas mismas”. “Marx concede a la dialéctica un valor absoluto: todo es dialéctico, y añade: lo que hasta ahora ha ocurrido de un modo inconsciente pero fácticamente dialéctico, se hará ahora de un modo consciente y dialéctico, y así habrá, al mismo tiempo, libertad y necesidad”.
“Las asombrosas consecuencias de esta concepción son las siguientes: La dialéctica se torna causalidad. Las leyes de la dialéctica se conciben como leyes causales, y esta dialéctica se convierte en la única causalidad de todo cuanto acontece; quiere explicar en general los acontecimientos mediante bruscos cambios radicales, y supone que, intensificando activamente un proceso, es posible producir ese cambio. Dicho concretamente: si yo activo hasta el extremo la destrucción del mundo capitalista con sus ideologías; si activo la destrucción de la ética, de los llamados «derechos del hombre», que sólo pertenecen a la época burguesa, espero que se produzca el cambio que dará nacimiento al nuevo hombre auténticamente total. Lo destructor es lo creador. Cuando yo produzco la nada, el ser existe de por sí. Viéndolo bien, todo esto es, en teoría y en práctica, una reproducción de procedimientos mágicos investida de seudo-ciencia. La afirmación de los marxistas de poseer un saber supremo equivale a la magia” (De “La razón y sus enemigos en nuestro tiempo”-Editorial Sudamericana SA-Bs. Aires 1953).
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