El amor por la patria es considerado una virtud cívica, mientras que su ausencia es bastante cuestionada. Entre las situaciones en que el patriotismo, o su ausencia, se ponen a prueba, puede mencionarse el caso de un país extranjero que ataca y pretende dominar a otro. Los héroes históricos son aquellos personajes que favorecieron la independencia respecto de una potencia colonial, o aquellos que la defendieron ante un intento imperialista. Por el contrario, los antihéroes son los traidores que se sumaron al bando agresor para intentar destruir su propia patria para favorecer su posterior dependencia.
Entre las contradicciones que muestra la Argentina encontramos la de haber pasado desde el desarrollo al subdesarrollo, algo que a muchos les resulta difícil de entender. Pero más difícil de entender es el hecho de que, cuando un argentino afirma que prefirió el triunfo de las Fuerzas Armadas nacionales sobre los guerrilleros apoyados desde Cuba y la URSS, y no al revés, sea mal mirado; de ahí que el mínimo patriotismo que debe tener una persona normal respecto de la nación en que vive y en la que ha nacido, es considerado “políticamente incorrecto”. Por el contrario, para la mayoría resulta “políticamente correcto” sentir, o declamar, que lamenta mucho que los invasores pro-soviéticos no hayan vencido militarmente a las Fuerzas Armadas locales. Tal es así que en la Casa Rosada se recuerda con un retrato a la figura emblemática que llevó adelante los intentos imperialistas del marxismo-leninismo en Latinoamérica. Juan Bautista Yofre escribió: “El Che Guevara, con su fracasada fórmula: guerrilla-revolución-triunfo-socialismo, sembraba de muerte por donde pasaba. En todos lados, lo mismo, sin reparar en los costos. Hablaba de principios morales mientras fusilaba sin desdén. De no intervención, mientras se colaba donde podía. Llegó a privilegiar una invasión con extranjeros en su propio país. Ahí está, hoy reivindicado con su imagen en la Galería de Patriotas Latinoamericanos de la Casa de Gobierno. Un mensaje tétrico para las futuras generaciones o una muestra de frivolidad suicida” (De “Fue Cuba”-Sudamericana-Buenos Aires 2014).
Si se fustiga al que muestra un patriotismo mínimo (amor a la patria), simultáneamente se ha de alabar la actitud opuesta (odio a la patria). Justamente, Ernesto Che Guevara afirmaba en 1967: “El odio como factor de lucha, el odio intransigente, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal” (Citado en “Por amor al odio” de Carlos Manuel Acuña-Ediciones del Pórtico-Buenos Aires 2000).
El “enemigo brutal”, EEUU, al estar muy lejos, geográficamente hablando, era inaccesible a la violencia guerrillera, mientras que el ciudadano no comunista, de los países “aliados al capitalismo”, era el blanco accesible del odio marxista-leninista, marcando el inicio de los conflictos de los años 60 y 70. Sin embargo, mediante la eficaz tergiversación histórica realizada por la “intelectualidad” de izquierda, se ha logrado convencer a un importante sector de la sociedad que el odio es “bueno” y que el amor es “malo”. Jean Françoise Revel escribió: “Una de las primeras observaciones de Tucídides al comienzo de la Guerra del Peloponeso, muestra la falta de curiosidad que tienen los hombres respecto de las exactitudes de los hechos, de las verdades más accesibles en materia de política y de historia, así como su capacidad para perpetuar convicciones que carecen de fundamento, que muchas veces aunque en vano, han sido reducidas a la nada por la más elemental de las informaciones” (Citado en “Por amor al odio”).
Mientras que en países normales un candidato político se avergonzaría de haber colaborado con quienes agredieron a su país y sería rechazado por el electorado, en la Argentina algunos políticos se jactan de haber participado en la guerrilla, mientras que, además, parte del electorado tiende a rechazar a quienes se desempeñaron a favor de la Nación en los momentos en que se sufrió la agresión militar. El Estado nacional ha encarcelado a gran cantidad de militares por el solo hecho de haber cumplido con su misión de defender al país (exceptuando varios que cometieron acciones fuera de las vigentes normas de guerra), mientras se ha excluido de todo castigo a quienes cometieron asesinatos, secuestros extorsivos y atentados de todo tipo en la lucha a favor de la expansión soviética. La “justicia” argentina ha condenado al terrorismo ejercido desde el Estado argentino, (aunque sin distinguir entre lo legal y lo ilegal) pero ha convalidado y absuelto al “buen terrorismo”, el que fue promovido por los Estados cubano y soviético.
Se supone que toda justicia debe ser equitativa con ambos bandos contendientes, pero ni siquiera se tuvo en cuenta quien agredió y quien defendió. Resulta ser un caso similar (hipotético) al de la justicia francesa que hubiese absuelto a los militares nazis por haber invadido Francia y haber encarcelado a los militares franceses por haber intentado rechazar la invasión.
Así como observamos ciertos comportamientos y costumbres extrañas en los animalitos domésticos, a veces uno piensa que la lógica dominante en los argentinos fuese distinta a la del resto de los mortales. Cuando nos visita Charles Darwin en 1833, expresa: “Los habitantes respetables del país ayudan invariablemente al delincuente a escapar; pareciera que piensan que el hombre ha pecado contra el gobierno y no contra el pueblo”. Cuando nos visita Albert Einstein en 1925, comenta: “No sé cómo puede progresar un país tan desorganizado”, mientras que el actor mexicano Mario Moreno (Cantinflas) expresó: “La Argentina está compuesta por millones de habitantes que quieren hundirla, pero no lo logran” (Citas de “El atroz encanto de ser argentino” de Marcos Aguinis-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2007).
La expansión del imperio soviético se debió, además de los motivos ideológicos, a la necesidad de ampliar su área de influencia por cuestiones económicas. Juan Bautista Yofre escribió: “Desde antes de 1975 –para ser más precisos desde 1962- el comandante Fidel Castro exportaba la revolución socialista a todo el continente, convirtiendo a Cuba en un campo de adiestramiento de la guerrilla latinoamericana. Aunque todos lo presumían o sabían, Castro no lo reconocía. Debieron pasar varias décadas para escuchar de sus propios labios la terrible confesión. El 4 de julio de 1998, Fidel Castro aceptó oficialmente su papel de promotor de la subversión en América Latina, durante la década del 60 y del 70, cuando Cuba intentó crear «un Vietnam gigante» a lo largo de toda la región. Lo dijo frente a unos cuatrocientos economistas reunidos en La Habana, en ocasión del foro organizado por la Asociación de Economistas de América Latina y el Caribe”.
“El mandatario cubano reivindicó esas acciones de su gobierno en toda Latinoamérica, menos en México, y culpó a la ex Unión Soviética por la falta de éxito. «El Che (Ernesto Guevara) llamó al mundo para crear uno, dos, muchos Vietnam. En América Latina existían las condiciones objetivas, en ocasiones mucho mejores que las cubanas, para hacer una revolución como en Cuba. Un gran Vietnam», dijo. Y aseguró: «En el único lugar en donde no intentamos promover la revolución fue en México. En el resto, sin excepción, lo intentamos»”. “Verdad, verdad a medias porque la Unión Soviética también tuvo que ver con el clima de violencia que se expandió por el continente latinoamericano” (De “Nadie fue”-Buenos Aires 2006).
En su reciente libro, Yofre agrega: “La historiografía castrista deja entrever que los soviéticos se inclinaban por la «coexistencia pacífica» y siempre se opusieron a la «exportación de revoluciones». No es así. Para la Unión Soviética, sumergida en su ineficiencia económica, resultaba vital llevar la lucha al damero internacional, a la búsqueda de clientes y nuevas fuentes de aprovisionamiento. Era cuestión de leer bien sus propios discursos y documentos. En 1956 lo afirmó el propio Kruschev, lo mantuvo en su discurso ante las Naciones Unidas en 1959 y lo concretó en los hechos, en su organigrama de colaboradores”. “Los documentos hechos públicos en Moscú reconocen que ya en 1956 era necesario apoyar los movimientos de liberación nacional y utilizarlos para lograr los objetivos comunistas. De ahí entonces que los cubanos no actuaran independientemente en América Latina o África” (De “Fue Cuba”).
Las investigaciones de Juan Bautista Yofre sacan a la luz la influencia adicional de Checoslovaquia en la campaña invasora comunista. Menciona un párrafo de un libro del periodista brasileño Carlos Alberto Tenorio: “En la intimidad tenía la convicción de que a Raúl [Castro] no le gustaría que se divulgasen estas informaciones sobre la presencia de comunistas checoslovacos en las selvas, dedicándose al adoctrinamiento político y al entrenamiento de guerrillas. Este hecho reforzaría la sospecha de que una corriente rebelde quería llevar a la Revolución Cubana al comunismo. Y particularmente en el caso de los instructores checoslovacos, porque se comentaba, en esa época, que el propio Raúl Castro, en su juventud, fue entrenado en Checoslovaquia”.
Recordemos que Fidel Castro y sus secuaces, luego de dos años en el poder, manifiestan su adhesión al comunismo. Puede decirse que traicionan los ideales de la revolución auténtica ya que siempre se había dicho que se realizaba para derrocar al dictador Fulgencio Batista y para instaurar una democracia, y no para instalar a un tirano. La traición castrista se evidencia incluso cuando encarcela a varios de los guerrilleros no comunistas a quienes utiliza como colaboradores involuntarios de una gesta que ha de convertir a Cuba en una cárcel soviética, exportadora de odio y de muerte hacia todo el sector iberoamericano.
El patriotismo mínimo, negado por quienes lamentan la derrota de los invasores pro-soviéticos, surge como un sentimiento propio de quienes tienen desarrollado cierto instinto de conservación que surge de la propia naturaleza humana. De ahí que no sólo se niega la posibilidad de adherir a la patria donde uno nace y donde uno vive, sino que se pretendía negar un derecho elemental poseído por todo ser humano; el de vivir en libertad, y no en una cárcel que habría de ser instalada por fuerzas militares extranjeras motivadas esencialmente por el odio a la especie humana, siendo el mismo derecho reclamado por los habitantes originarios de Sudáfrica cuando se les impedía vivir en plena libertad en su propio territorio ante la imposición del invasor europeo.
De ahí que la Argentina, por decisión del sector “políticamente correcto”, se encuentra dividida en dos bandos irreconciliables; el que adhiere a la patria y el que se opone a ella; el que trata de mantener vigentes los ideales occidentales (democracia y cristianismo) y el que adhiere a alguna forma de populismo o socialismo.
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