Cuando alguien dedica su vida a predicar el cristianismo, debe estar muy seguro de haber interpretado fielmente el espíritu del Evangelio. De lo contrario, está colaborando, quizás sin saberlo, con un proceso destructivo, aliándose a ideologías totalitarias. La culpabilidad resulta similar ya sea que no se tenga la habilidad suficiente para comprender el mensaje original o bien por usarlo en forma premeditada como un disfraz para encubrir un mensaje personal que difiere esencialmente del cristiano. La gravedad del tema radica en que toda tergiversación no sólo implica el desprestigio de la Iglesia Católica sino que favorece el deterioro de la sociedad al perder una referencia importante.
Cristo observa la sociedad como un conjunto de hombres y lo divide entre justos y pecadores. La misión de la religión moral implica la conversión de los pecadores a través del pensamiento religioso y del amor al prójimo. Exalta la pobreza como un medio para acentuar los valores espirituales, mientras critica a los ricos cuando priorizan los valores materiales sobre los éticos, pero no los culpa por la situación de los pobres.
Otra de las visiones que de una sociedad se puede encontrar, es aquella en la que se la divide entre pobres y ricos, pero esta vez asociando a los primeros la virtud y a los segundos el pecado, generalización que no resulta compatible con la realidad. Si el mundo funcionara de esa forma, entonces, al confiscarle al rico su riqueza, cediéndosela al pobre, mejoraría el nivel moral de la sociedad. Ello implicaría que la ética resulta dependiente de la economía, y que no hace falta entonces “amar al prójimo como a uno mismo” por cuanto la redistribución económica se encargará de solucionar los problemas sociales. Esto no se adapta a la realidad ni al cristianismo, si suponemos que éste describe con justeza la realidad.
La visión marxista, por otra parte, implica dividir a la sociedad en pobres y ricos (proletariado y burguesía) para culpar a esta última clase social por todos los males que acontecen. Para ello promueve el odio entre sectores y la revolución violenta. Incluso los marxistas culpan al cristianismo por favorecer la pobreza (asociándola a la virtud) como una engañosa forma para permitir la explotación laboral ejercida por la burguesía (o el empresariado). El marxismo resulta, en los hechos y en la teoría, totalmente opuesto al cristianismo.
Quienes, debido a una personalidad definida, se identifican con el marxismo, aun cuando hayan elegido erróneamente una carrera eclesiástica, deben al menos admitir el error. Tienen que afirmar con sinceridad que son marxistas y dejar de tratar de “hacer pasar gato por liebre”. Si creen que marxismo y cristianismo son equivalentes, seguramente han comprendido bastante mal las cosas. Este tipo de error se da generalmente en el terreno de los cuestionamientos filosóficos y teológicos, en donde los razonamientos en base a conceptos a veces mal definidos y de simbologías, pueden extraviar a cualquiera. El hombre puede dirigir su actitud sólo en un sentido definido; entre unos pocos posibles. Puede orientarse hacia el amor al prójimo, como lo sugiere el cristianismo, o en la dirección contraria, el odio marxista destinado a un sector de la sociedad, admitiendo actitudes intermedias.
En la Argentina peronista, el líder supremo ordenó a sus seguidores (o no hizo nada por detenerlos) que quemaran varios templos católicos. Por esa razón fue excomulgado por la Iglesia Católica, si bien luego se arrepintió, según se dice. Su anti-cristianismo se manifestó, no tanto por la quema de símbolos, como son los templos, sino por el odio intenso que sembró en la población. Incluso los alentó a la violencia concreta en varias arengas populares. De ahí que peronismo y cristianismo sean incompatibles e incluso totalmente opuestos, por cuanto el amor es lo opuesto al odio.
Luego del ascenso de Jorge Bergoglio al papado, circularon rumores, nunca desmentidos, de cierta afinidad del actual Papa con el peronismo, algo que sorprende a quien haya conocido de cerca la historia argentina. Alberto Benegas Lynch escribió: “Lo vengo siguiendo a Jorge Bergoglio hace muchos años, en sus diversos destinos quien desde su participación en la llamada Guardia de Hierro peronista en adelante ha comulgado con ideas socialistas. Y esto no es un asunto menor dado que emprenderla contra la propiedad y el sistema capitalista, es decir, los mercados abiertos y competitivos en ausencia de privilegios, demuelen un aspecto medular del basamento moral de la sociedad civilizada y perjudica muy especialmente a los más necesitados”. “En el caso que nos ocupa, se trata de una persona imbuida de las mejores intenciones pero, como es sabido, esto no resulta relevante, lo determinante son los resultados de los consejos y reflexiones que se ponen de manifiesto”.
“Ahora el actual Papa acaba de declarar «cuando se le preguntó su opinión sobre la obra de algunos curas que fueron a trabajar a las villas en los años 60 y 70, como Rodolfo Ricciardelli, Jorge Vernazza y Carlos Mugica»: «Algunos dicen que son curas comunistas. No. Éstos eran grandes sacerdotes que luchaban por la justicia», afirmó. Y añadió que esos sacerdotes, muchos de los cuales integraban el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y fueron muy cuestionados por sectores conservadores o tradicionalistas de la Iglesia en la Argentina, eran «sacerdotes, hombres que rezaban, hombres que escuchaban al pueblo de Dios, hombres que enseñaban el catecismo y que luchaban por la justicia» (La Nación de Buenos Aires, marzo 14, 2014)”.
“Demás está decir que el Papa conoce sobradamente las ideas de los sacerdotes tercermundistas que menciona y no se le escapa todo lo ocurrido en la Argentina en los años que cita pues la vivió igual que el que estas líneas escribe. Por razones de espacio me concentraré en lo que decía el Padre Carlos Mugica que, además, personalmente lo escuchaba en sus sermones en la iglesia del Socorro y la de Santiago Apóstol” (De “El Instituto Independiente”-Internet).
Benegas Lynch cita luego algunos escritos que aparecen en el libro del mencionado sacerdote Mugica titulado “Peronismo y cristianismo” (Editorial Mierlin-Buenos Aires 1967):
“Para el rico la única posibilidad de salvación es dejar de serlo”. “Por eso el burgués o el que tiene mentalidad de burgués, es el menos capacitado para entender el mensaje de Jesucristo”.
“Uno de los grandes daños que nos hace esta sociedad llamada de consumo, pero de consumo de unos pocos y hambre para muchos, es el de hacernos creer que el amor es una cosa dulce, más o menos afectuosa. No. Por amor, muchas veces me veo obligado a hacer sufrir mucho a los seres que amo”.
“Que nos puede importar que nos acusen de comunistas, de subversivos, de violentos y todo lo demás. Además, si yo soy cristiano, en alguna medida no soy signo de contradicción y si suscito simultáneamente el amor y el odio, mala fariña”. “Jesucristo es mucho más ambicioso. No pretende crear una sociedad nueva, pretende crear un hombre nuevo y la categoría de hombre nuevo que asume el Che, sobre todo en su trabajo «El socialismo y el hombre», es una categoría netamente cristiana que San Pablo usa mucho”. “Marx y Lenin al postular la comunidad de bienes más que parafrasear, copian el Evangelio. Cuando Marx habla de dar a cada uno según su trabajo o a cada uno según su necesidad, que para mí es profundamente evangélico, no hace más que asumir ese contenido”.
“Si hoy todos los que se dicen católicos en la Argentina pusieran todas sus tierras en común, todas sus casas en común, no habría necesidad de reformas agrarias, no habría necesidad de construir una sola casa”.
“Yo personalmente, como miembro del movimiento del Tercer Mundo, estoy convencido que en la Argentina solo hay una salida a través de una revolución, pero una revolución verdadera, es decir simultánea: cambio de estructuras y cambio de estructuras internas. Como decían los estudiantes franceses de mayo del 68, tenemos que matar al policía que tenemos adentro, al opresor que tenemos adentro […] El cristiano, entonces, tiene que estar dispuesto a dar la vida”.
“Yo pienso que el sistema capitalista liberal que nosotros padecemos en un sistema netamente opresivo”. “Por eso, como norma los sacerdotes del Tercer Mundo propugnamos el socialismo en el cual se pueden dar relaciones de fraternidad entre los hombres”. “Los valores cristianos son propios de cualquier época, trascienden los movimientos políticos, en cambio el peronismo es un movimiento que asume los valores cristianos de determinada época”.
El primer eslabón de la secuencia de la violencia de los años 70 aparece con los ideólogos como el mencionado “sacerdote”, marxista y peronista, infiltrado en el cristianismo. Sin embargo, según algunas versiones, en los claustros en donde se forman los nuevos sacerdotes jesuitas sigue vigente la Teología de la Liberación, a pesar del evidente fracaso que el odio marxista produjo a lo largo y a lo ancho del mundo. Alberto Benegas Lynch agrega: “Me parece de una gravedad inusitada la referida declaración de apoyo del Papa Francisco, no es que me extrañe pues, como queda dicho, conozco su pensamiento que viene cultivando desde hace mucho tiempo, es por el efecto devastador y el lamentable ejemplo para quienes lo escuchan y leen. No es que el Papa patrocine la violencia (muchos tercermundistas tampoco la suscriben), se trata de las ideas que apoya”.
“Incluso hay asuntos teológicos y de forma inadecuados sobre los que no me quiero involucrar puesto que ya bastante hay con sus reflexiones sobre los temas aquí telegráficamente mencionados. Por eso es que, por ejemplo, John Vennari, el editor de “Catholic Family News” declara con enorme pesar que «yo nunca permitiría que el Papa Francisco le enseñe religión a mis hijos» (Agencia Reuters, marzo de 2014)”.
“Pero más alarmante aun es que el jefe de la Iglesia Católica se pronuncie del modo en que lo viene haciendo sobre los aspectos vitales que ahora apuntamos y que hemos consignado antes en los artículos y entrevistas referidas, nos preocupa sobremanera la actitud de no pocos católicos que cubren con manifestaciones varias estos desaciertos superlativos. La preocupación estriba en que los hijos y nietos observan estos comportamientos de doble discurso cuando del Papa se trata respecto a dichos similares de otras personas, lo cual, en el mejor de los casos, conduce a confusión”.
“Esto es lo mismo que ocurre en muchos centros católicos que, en definitiva, sin quererlo, se convierten en una fábrica de producir ateos y agnósticos. Porque hay sólo tres avenidas que pueden tomarse frente a esta situación. Primero, abandonar la Iglesia con fastidio al extrapolar lo expresado a toda la institución. Segundo, el fanático que agacha la cabeza, lo cual abre las puertas para más episodios contrarios a las bases del catolicismo. Y tercero, los que se mantienen firmes y critican abiertamente lo incorrecto y peligroso, los que no son tibios en el sentido bíblico del término”.
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