viernes, 16 de agosto de 2024

Cultura universal vs Multiculturalismo

Al existir leyes naturales que rigen todo lo existente, puede inferirse la existencia de un orden natural al cual nos debemos adaptar. Por ello existe, además del proceso natural de la evolución biológica, el de la evolución cultural, a cargo del propio ser humano, con un objetivo similar: lograr mayores niveles de adaptación.

De la misma manera en que la evolución biológica procede mediante prueba y error, la evolución cultural implica promover distintas alternativas acerca de ideas y costumbres para, luego, elegir o adoptar la que mejor resultado produzca. Es decir, el pluralismo cultural es el que provee distintas alternativas que serán luego evaluadas según sus resultados. Mientras que el pluralismo acepta la existencia de varias posturas culturales para que se enriquezcan mutuamente, el multiculturalismo rechaza esta posibilidad de cambios e influencias mutuas.

Este proceso es similar al empleado por la ciencia experimental, donde se admite una “pluralidad” de nuevas teorías propuestas, mientras que, luego, el veredicto de la experimentación elegirá una de ellas, rechazará a las demás, y todos aceptarán ese fallo. El éxito de la ciencia proviene justamente de este pluralismo y de la posterior aceptación de las evidencias experimentales.

El éxito parcial de la humanidad se debe a un proceso similar. Sin embargo, varios sectores religiosos, políticos y filosóficos no han aceptado tales reglas sino que optaron por luchar para imponer a los demás sus propias creencias. Esto significaría, en la analogía anterior, que los científicos no aceptan el veredicto experimental y tratan de imponer sus teorías erróneas a los demás, con lo cual el proceso perdería toda su eficacia.

Esta es la consecuencia del relativismo cultural, que favorece la lucha entre diferentes culturas en lugar de considerarlas como diferentes propuestas para mejorar la cultura universal. Así, en la visión de muchos antropólogos, toda manifestación humana resulta ser una expresión cultural válida como las demás, sin contemplar la posibilidad de que exista una cultura universal, que ha de orientar a todos los pueblos hacia una unidad deseable y hacia la finalización de los conflictos existentes.

Si consideramos que las distintas costumbres producen distintos efectos sociales e individuales, se advierte que, desde el punto de vista del objetivo a lograr (supervivencia y adaptación cultural), algunas costumbres lo favorecen mejor que otras, y mejor que las costumbres que nos alejan de tal objetivo. Giovanni Sartori escribió: “La teoría de moda es que el multiculturalismo es la continuación, la ampliación y la superación del pluralismo. No hay nada más falso. De hecho, me propongo sostener que el multiculturalismo es la negación y la inversión del pluralismo”.

“Ya hemos visto que el pluralismo tiene origen en la tolerancia, un principio que se basa en tres criterios. Primero: rechazo de todo tipo de dogma y de verdad única. Yo estoy siempre obligado a argumentar, a dar razones para sostener lo que sostengo. Segundo: respeto al denominado «harm principle». «Harm» significa «hacerme daño», «perjudicarme». El principio es, por tanto, que la tolerancia no comporta ni debe aceptar que otro me perjudique. Y viceversa, por supuesto. Tercero: el criterio de reciprocidad. Si yo te concedo a ti, tú tienes que concederme a mí: «do ut des». Si no hay reciprocidad, entonces la relación no es de tolerancia”.

“De estos tres principios se deriva que, así como la tolerancia es el rechazo de todo dogma, el pluralismo es, correlativamente, el rechazo de todo poder monocrático y uniformante”.

“La ciudad antigua temía la discordia. La ciudad moderna, en cambio, valora la disensión y, al valorarla, la civiliza, la modera, la transforma en un fermento beneficioso o incluso en una discordia que se convierte, al final, en acuerdo y concordia. «Concordia discors». La «buena ciudad» del pluralismo se apoya, entonces, sobre una diversidad que produce integración, no desintegración”.

“El multiculturalismo va en sentido contrario. En vez de promover una «diversidad integrada», promueve una identidad «separada» de cada grupo y a menudo la crea, la inventa, la fomenta. El resultado es una sociedad de compartimientos estancos e incluso hostiles, cuyos grupos están más identificados consigo mismos, y por tanto no tienen ni deseo ni capacidad de integración. Como decía, el multiculturalismo no supera al pluralismo, lo destruye” (De “La democracia en 30 lecciones”-Taurus-Buenos Aires 2009).

Valentí Puig escribió: “Desde el punto de vista de Occidente y de lo que llamamos valores judeocristianos, lo más nocivo del relativismo cultural es que negar la objetividad de esos valores les niega de hecho la misma consistencia y credibilidad que los de otras culturas. Por el hecho de ser occidental, un valor tiene unas connotaciones negativas que en otras culturas son positivas. Ésa ha sido una insalvable tentación para intelectuales y pensadores de Occidente: el antioccidentalismo”.

“Una de las consecuencias más rotundas del relativismo cultural ha sido el multiculturalismo. Décadas después, las sociedades europeas están llegando al mismo dilema, y en ocasiones al límite. El multiculturalismo nace como ideología en algunas universidades norteamericanas y consiste en desmerecer de tal modo los logros de Occidente que la civilización más libre y próspera del mundo pasa a ser sinónimo de genocidio y opresión. En la noción de reciprocidad se fundamenta una de las experiencias colectivas más dinámicas de la historia. El multiculturalismo, por el contrario, deslía las identidades y ese sentido único de comunidad histórica y vital”.

“Según la lógica multiculturalista, el inmigrante que llega de otras culturas no debe dejarse contaminar por los valores públicos de la tierra que le acoge. Queda deslegitimado el esfuerzo de integrarse. Es así como el multiculturalismo suscita guetos y atomiza la comunidad de acogida. Las entidades no se suman, sino que viven por separado, refractarias a la idea de bien común. La multiculturalidad sustituye al pluralismo de ciudadanía. Según el multiculturalismo, todas las culturas son iguales. Si fuera así, el Renacimiento y la Ilustración significan tanto o menos que la percusión elemental de los aborígenes australianos. Sin embargo, existe una diferencia entre las señales por humo y la telegrafía sin hilos” (De “La fe de nuestros padres”-Ediciones Península-Barcelona 2007).

1 comentario:

agente t dijo...

A lo sumo podría aceptarse un multiculturalismo de nivel nacional, es decir, el derecho de cada sociedad a mantener su propia cultura sin recibir interferencias de las demás o sólo a aceptar las que estimase oportunas. Cuando se aplica dentro a una sociedad la libertad de culturas sin posibilidad de rechazo a las ajenas el resultado sólo puede ser su desintegración. Por lo tanto, el verdadero dilema está entre asimilación o desintegración.