miércoles, 28 de agosto de 2024

Las raíces culturales de Europa

Los pueblos hispanoamericanos debemos ser agradecidos con España valorando el idioma, la religión, las costumbres y una parte importante de ciudadanos que aquel país nos legó. Si bien se deben superar los defectos que tal herencia pudo traer, es importante mantener vigentes los lazos culturales con la "madre patria".

Nunca faltan, por supuesto, los resentidos que denigran la herencia hispánica, culpando a los colonizadores por gran parte de nuestros males pasados e incluso no faltan quienes ven en el descubrimiento de América algo negativo para estos pueblos, renegando contra Cristóbal Colón y retirando monumentos, como ocurrió hace algunos años en Buenos Aires.

Una actitud algo similar puede asociarse a Europa, que parece renegar de sus raíces judeocristianas y grecorromanas, mientras abre las puertas de par en par a una futura islamización del continente. De la misma forma en que el comunismo accede al poder en algunos países mediante medios democráticos, para luego abolir la democracia, el islam se instala en Europa gracias al multiculturalismo vigente, se bien es posible que en el futuro, cuando los seguidores de Mahoma sean mayoría, quedará sólo la cultura islámica. La "guerra santa" contra los infieles seguirá vigente y la sharia será obligatoria para todo habitante del suelo europeo.

El europeo del futuro tendrá que acostumbrarse a observar cómo un musulmán puede asesinar a su madre o a su propia hija por no haber respetado alguna máxima del Corán, sin que tal brutal acto sea castigado por las leyes del Islam. Cada costumbre que se oponga a una ética elemental será considerada como "parte de la legítima cultura" musulmana y deberá aceptarse en base al "sagrado multiculturalismo" amparado por el pleno relativismo moral y cultural.

A continuación se transcribe un artículo sobre el pasado cultural europeo (escrito en 2003):

LAS RAÍCES DE EUROPA

Por Umberto Eco

Las crónicas veraniegas se han visto animadas por la discusión sobre la oportunidad de mencionar en una Constitución europea los orígenes cristianos del Continente. Quienes exigen que se mencione se basan en el hecho, sin duda obvio, de que Europa nació de una cultura cristiana, incluso antes de la caída del Imperio Romano, al menos desde los tiempos del edicto de Constantino. Del mismo modo que no se puede concebir el mundo oriental sin el budismo, no se puede concebir Europa sin tener en cuenta el papel de la Iglesia, de los distintos reyes cristianísimos, de la teología escolástica y del ejemplo de sus grandes santos.

Quienes se oponen a la mención aluden a los principios laicos por los que se rigen las democracias modernas. Quienes defienden la mención recuerdan que el laicismo es una conquista europea muy reciente, herencia de la Revolución Francesa: no tiene nada que ver con las raíces que se hunden en el monaquismo o el franciscanismo. Quienes se oponen piensan sobre todo en la Europa de mañana, que tiende inevitablemente a convertirse en un continente multiétnico, y donde una mención explícita a las raíces cristianas podría tanto bloquear el proceso de asimilación de los recién llegados como reducir otras tradiciones y otras creencias (que también podrían alcanzar una importancia considerable) a culturas y cultos minoritarios.

Así que, como puede verse, no es solamente una guerra de religión, ya que implica un proyecto político, una visión antropológica, y la decisión de diseñar la fisonomía de los pueblos europeos sobre la base de su pasado o sobre la base de su futuro.

Qcupémonos del pasado. ¿Se desarrolló Europa solamente sobre la base de la cultura cristiana? No estoy pensando en las aportaciones con que se ha enriquecido la cultura europea a lo largo de los siglos, empezando por la matemática india, la medicina árabe o incluso los contactos con el Oriente más lejano, no sólo desde los tiempos de Marco Polo, sino también de Alejandro Magno. Todas las culturas asimilan elementos de culturas cercanas o lejanas y luego se caracterizan por la manera como se las apropian. No basta con decir que debemos el cero a los indios o a los árabes, si luego fue en Europa donde se afirmó por primera vez que la naturaleza está escrita en caracteres matemáticos. Nos estamos olvidando de la cultura grecorromana.

Europa asimiló la cultura grecorromana tanto en el terreno del derecho como en el del pensamiento filosófico, y hasta en el terreno de las creencias populares. El cristianismo englobó, a menudo con mucha facilidad, ritos y mitos paganos y formas de politeísmo que sobreviven en la religiosidad popular. No es sólo el mundo renacentista el que se pobló de Venus y Apolos, y redescubrió el mundo clásico, con sus ruinas y sus manuscritos.

La Edad Media cristiana construyó su teología sobre el pensamiento de Aristóteles, redescubierto a través de los árabes y, si bien desconocía la mayor parte de Platón, no ignoraba el neoplatonismo, que influyó mucho en los Padres de la Iglesia. Tampoco se podría concebir a Agustín, el más grande pensador cristiano, sin la asimilación de la corriente platónica. La noción misma de imperio, que fue la base del choque milenario entre los Estados europeos, y entre los Estados y la Iglesia, es de origen romano. La Europa cristiana eligió el latín de Roma como lengua de los ritos sagrados, del pensamiento religioso, del derecho y de las controversias universitarias.

Por otra parte, no se puede concebir una tradición cristiana sin el monoteísmo judío. El texto en el que está basada la cultura europea, el primer texto que el primer impresor pensó en imprimir, el texto con cuya traducción Lutero prácticamente fundó la lengua alemana, el texto capital del mundo protestante, es la Biblia. La Europa cristiana nació y creció cantando los salmos, recitando a los profetas, meditando sobre Job o sobre Abraham. El monoteísmo judío fue incluso el único aglutinante que permitió un diálogo entre el monoteísmo cristiano y el monoteísmo musulmán.

Pero eso no es todo. La cultura griega, al menos desde los tiempos de Pitágoras, no sería imaginable sin tener en cuenta la cultura egipcia; y en el magisterio de los egipcios y de los caldeos se inspiró el fenómeno cultural europeo más característico, es decir, el Renacimiento, ya que el imaginario europeo, desde las primeras interpretaciones de los obeliscos a Champollion, del estilo imperio a las fantasías new age, modernísimas y muy occidentales, se ha alimentado de Nefertitis, de misterios de las pirámides, maldiciones del faraón y escarabajos de oro.

A mí no me parecería inadecuado que en la Constitución hubiera una referencia a las raíces grecorromanas y judeocristianas de nuestro continente, junto a la afirmación de que, precisamente en virtud de esas raíces, del mismo modo que Roma abrió su panteón a los dioses de todas las razas y puso en el trono imperial a hombres de piel negra (no olvidemos que San Agustín era africano), el continente está abierto a la integración de cualquier otra aportación cultural y étnica, y esa disposición a la apertura se considera justamente una de sus características culturales más profundas.

(De "A paso de cangrejo"-Debate-Buenos Aires 2008).

1 comentario:

agente t dijo...

Mencionar en una Constitución los orígenes o las tradiciones culturales del Ente o Estado que se da una Carta Magna está fuera de lugar. En un texto constitucional los temas a tratar son los derechos individuales de los ciudadanos, sus relaciones con los Poderes, las características de éstos, y a lo sumo una mención a los objetivos socio-económicos a lograr. Evidentemente todo ese redactado obedecerá a unos determinados principios fruto de la historia y de la tradición cultural y política, pero no hay necesidad de explicitarlo porque, entre otras cosas, no existe una fuente única y la mezcla resultante realmente existente es difícil de separar según su origen ideológico o período histórico.