domingo, 11 de agosto de 2024

La politización excesiva

Se considera como politización excesiva al casi ilimitado interés de la población por la política, hecho que responde, entre otras causas, a que el ciudadano desconfía del rumbo que el gobierno le ha impuesto al país. Cuando, por el contrario, la ciudadanía advierte que las cosas andan bien, pocos hablan de política o de economía. Es un fenómeno similar al caso del seleccionado nacional de fútbol, ya que, cuando el aficionado tiene confianza en el director técnico, casi nadie propone que tal jugador debería ingresar al equipo o qué otro debería salir.

Cuando en una sociedad todo depende de la política, es decir, la ética, la seguridad, la economía, la religión, la educación y demás, en cierta forma se acepta que todo depende del Estado y muy poco de los comportamientos individuales de los integrantes de la sociedad. Esto lleva al conformismo y la inacción social y resulta ser un llamado para una mayor intervención del Estado, que se ha de exceder ampliamente en sus funciones, o en aquello que en realidad puede organizar eficazmente.

La politización es un fenómeno que caracteriza al proceso de la masificación, por el cual los demagogos tienden a dejar atrás al individuo pensante de una sociedad democrática para llevarlo a ser un hombre masa integrante de una sociedad colectivista. José Ortega y Gasset escribió: “El politicismo integral, la absorción de todas las cosas y de todo el hombre por la política, es una y misma cosa con el fenómeno de rebelión de las masas que aquí se describe. La masa en rebeldía ha perdido toda capacidad de religión y de conocimiento. No puede tener dentro más que política, una política exorbitada, frenética, fuera de sí, puesto que pretende suplantar al conocimiento, a la religión, a la «sagesse» -en fin, a las únicas cosas que por su sustancia son aptas para ocupar el centro de la mente humana. La política vacía al hombre de soledad e intimidad, y por eso es la predicación del politicismo integral una de las técnicas que se usan para socializarlo”.

“Cuando alguien nos pregunta qué somos en política, o, anticipándose con la insolencia que pertenece al estilo de nuestro tiempo, nos adscribe a una, en vez de responder debemos preguntar al impertinente qué piensa él que es el hombre y la naturaleza y la historia, qué es la sociedad y el individuo, la colectividad, el Estado, el uso, el derecho. La política se apresura a apagar las luces para que todos estos gatos resulten pardos”.

“La primera condición para un mejoramiento de la situación presente es hacerse bien cargo de su enorme dificultad. Sólo esto nos llevará a atacar el mal de los estratos hondos donde verdaderamente se origina. Es, en efecto, muy difícil salvar una civilización cuando le ha llegado la hora de caer bajo el poder de los demagogos. Los demagogos han sido los grandes estranguladores de las civilizaciones. La griega y la romana sucumbieron a manos de esta fauna repugnante, que hacía exclamar a Macaulay: «En todos los siglos, los ejemplos más viles de la naturaleza humana se han encontrado entre los demagogos». Pero no es un hombre demagogo simplemente porque se ponga a gritar ante la multitud. Esto puede ser, en ocasiones, una magistratura sacrosanta. La demagogia esencial del demagogo está dentro de su mente y radica en su irresponsabilidad ante las ideas mismas que maneja y que él no ha creado, sino recibido de los verdaderos creadores. La demagogia es una forma de degeneración intelectual” (De “La rebelión de las masas”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1984).

Por otra parte, la utilización, con fines partidarios, de gran parte de las actividades culturales, deportivas, y de otra índole, lleva a un deterioro de éstas. Víctor Massuh escribió: “Esta politización, definida así como «desmesura de lo político», tiene graves consecuencias. La primera sería la pérdida de la calidad, el empobrecimiento de la cultura. La politización del arte, la religión, la ciencia, la educación, el pensamiento y las costumbres en general, operan una verdadera degradación de cada uno de sus contenidos. El arte se degrada a mero instrumento de propaganda, la educación se envilece hasta la simplificación, el pensamiento se convierte en ideología. La vida social, pública y privada, se exaspera y se torna banal”.

“No se trata de un mal que sólo afecta a las sociedades autoritarias sino también que se da en las democráticas. En los sistemas autoritarios la politización lleva al raquitismo de la actividad política, precisamente en razón de su hipertrofia. Como esta actividad está concentrada en pocas manos, la mayoría de la población recibe sus dictados pasivamente, no interviene en ella. Esto es lo singular de un régimen autoritario: cuanto menos participa el ciudadano en política, tanto más ella se extiende exageradamente hasta poner su sello en todas las formas de la vida social”.

“En las sociedades democráticas la politización se presenta de otro modo: la política se vuelve una práctica absorbente, una fatigosa extraversión callejera, un debate que no cesa. La mayor parte de la vida social transcurre en un estado de asamblea donde todos discuten sobre el arte de gobernar pero nadie gobierna, y cuya salida exasperada es la violencia. El terrorismo aparece siempre en el clímax de la política democrática. En suma, tanto en las sociedades autoritarias como liberales, la politización lleva a las mismas consecuencias: una degradación de la cultura” (De “El llamado de la Patria Grande”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1983).

1 comentario:

agente t dijo...

La demagogia es degeneración intelectual, moral y práctica porque sólo se está a lo inmediato, a lo que no necesita mucho estudio o preparación pues se parte de apriorismos y consignas sin mucha base real o con una base manipulada. Digamos que el conocimiento sopesado y destilado no se estila y es sospechoso de elitismo, y es que estamos ante una etapa apta muy especialmente para los mediocres encanallados.