jueves, 29 de agosto de 2024

El nacionalismo católico a través de Cabildo

Entre las características del nacionalismo católico de los autores de la Revista Cabildo aparece la reivindicación de la Edad Media europea, considerándosela como el modelo de sociedad más próxima a los ideales cristianos. Al considerar que se ha establecido una revelación de la verdad y la Biblia resulta ser una especie de "manual de instrucciones" emitido por el Creador, ya está casi todo solucionado y resta obedecer sin más a todo lo que en la Biblia aparezca. Sin embargo, todo parece indicar que la "ley de supervivencia" impuesta por el orden natural requiere de los seres humanos de un desarrollo óptimo de sus potencialidades como precio impuesto para la plena adaptación a dicho orden.

Esto se advierte con cierta claridad en el hecho de que, cuando se agoten las reservas de petróleo y uranio, la obtención de la energía por medio de la fusión nuclear constituirá la salvación energética de la humanidad, y para ello todavía hacen falta desarrollos y quizás teorías más amplias que permitan ese logro. Si Dios hubiera otorgado a los seres humanos la verdad final, en cuestiones éticas, casi no habría ningún mérito humano, ni tampoco habría necesidad de desarrollar las potencialidades mentales que el proceso evolutivo asoció a los seres humanos.

Aun cuando en la Edad Media se hayan logrado muchos aspectos positivos, no debe olvidarse que el temor infundido por la Iglesia respecto del castigo del infierno, seguramente habrá hecho que en tales sociedades sus integrantes hayan padecido toda una vida, casi como en las épocas de Stalin. A mediados del siglo XIX, todavía se mantenía vigente tal forma de terror, por lo que Agustín Álvarez comentaba que dos hechos afectaron seriamente su niñez: el terremoto de Mendoza, en 1861, y la influencia religiosa recibida: “Yo he vivido en ese «open door» de la insensatez medieval, que era la herencia intelectual forzosa de los hispanoamericanos de la época colonial, el cual, y el terremoto del 61, han sido las dos grandes calamidades que han amargado las que debieron ser horas felices de mi infancia. Y de ahí mi empeño en sustraer a los presentes y venideros de eso que Maeterlinck llama «el solo crimen imperdonable, el que envenena las alegrías y anonada la sonrisa del niño» con el fantasma de la condenación por los usos y los goces de la vida”.

“La fraternidad humana perdió casi toda su significación bajo el dogma eclesiástico de la separación eterna en la otra vida, que implicaba la separación absoluta en esta vida, entre los predestinados a la dicha eterna y los condenados a la eterna desdicha” (Citado en “Perfiles del Apóstol” de Pedro C. Corvetto-El Ateneo-Buenos Aires 1934).

Respecto de la reivindicación mencionada, Jorge Saborido escribió: "El «orden natural», verdadera etapa de plenitud, fue alcanzado por el hombre durante la Edad Media. momento en el que imperaban los valores absolutos, cuando el devenir de toda su existencia estaba subordinada a principios superiores y no osaba cuestionar en ningún aspecto el mundo en el que vivía...El universo medieval «era por entero teofanía, es decir, manifestación de Dios y jerarquía»".

"El Imperio Cristiano constituia el ideal -dentro de lo que podía ser la acción humana- de un gobierno político único; la fuerza política estaba al servicio de la acción misionera de la Iglesia. La idea de una naturaleza humana común a todos los hombres establecía las condiciones para la existencia de ese imperio universal, provisto también de un orden jurídico único. Las normas tradicionales y de derecho natural eran acatadas por los gobernantes y el pueblo como la mejor garantía de las libertades y de los derechos. Fue el único momento en el que el poder político reconoció la superioridad del espíritu y éste marcaba el camino hacia el encuentro con Dios, que debía concretarse más allá del tiempo histórico" (De "Nacionalistas y nacionalismos" de F. Mallimaci y H. Cucchetti-Editorial Gorla-Buenos Aires 2011).

También los autores reunidos en la revista Cabildo profesan cierta preferencia por el tirano Juan Manuel de Rosas, por ser éste dictador partidario de la continuidad católica española, incluso hasta negar las ideas independentistas de Mayo de 1810. Rosas escribía al respecto: "Estos, Señores, fueron los grandes y plausibles objetos del memorable Cabildo abierto celebrado en esta ciudad el 22 de mayo de 1810, cuyo acto debería grabarse en láminas de oro para honra y gloria eterna del pueblo porteño… pero ¡Ah!… ¡Quién lo hubiera creído! Un acto tan heroico de generosidad y patriotismo, no menos que de lealtad y de fidelidad a la Nación Española y a su desgraciado monarca; un acto que ejercido en otros pueblos de España con menos dignidad y nobleza, mereció los mayores elogios, fue interpretado en nosotros malignamente como una rebelión disfrazada…".

Juan Bautista Alberdi critica la interpretación de Rosas de tal acontecimiento: "Rosas no conoce la historia de su país, o bien la quiere mal; la oscurece, la deprava, la adultera; olvida de intento sus grandes días, sus grandes hechos, y el verdadero espíritu suyo: olvida los grandes nombres, los grandes servicios pasados, todo lo que es pasado; […] para él no es nada la historia de toda la Revolución: «la Restauración» es todo. Deprava la historia en su provecho, prostituye el verdadero carácter de sus hechos, de sus dogmas, de sus designios: lo corrompe todo, todo lo infesta, pasado, presente y porvenir. Hace cuatro años, que en una arenga pública, presentó a la Revolución como un paso de fidelidad, de subordinación colonial hacia la dominación de Fernando VII, y no como una insurrección de libertad y de independencia americana. Dio la espalda a su verdadero sentido, y no vio en Mayo más que el costado parlamentario y diplomático; tomó la superficie por el fondo, y puso en ridículo el primer acontecimiento americano" (De www.elhistoriador.com.ar).

A manera de síntesis, Jorge Saborido escribió: "Creemos que un punto de partida adecuado para iniciar el análisis de las bases del pensamiento de Cabildo es definirlo como una «teología política», es decir, como un intento de legitimar una determinada praxis política a partir de una doctrina religiosa".

"La doctrina religiosa es de un claro sesgo católico tradicionalista, designando, con esta última expresión, una corriente caracterizada por los siguientes rasgos: 1) El teísmo político -la omnipotencia de una autoridad ungida por Dios-; 2) El reconocimiento de la existencia de dogmas religiosos inmutables, que trascienden las interpretaciones de cada individuo; 3) La defensa de la continuidad histórica de las comunidades humanas frente a la amenaza de ruptura que constituye la revolución; 4) La consiguiente reivindicación de las «realidades vivas», que por medio de hábitos sociales, usos y costumbres, conforman las sagradas herencias del pasado; 5) La lucha contra la «razón», definida como el factor perturbador que impulsa el principal pecado introducido por la Modernidad: la autonomía del hombre".

Para el nacionalismo católico, todo lo que produjo la desintegración medieval implicó una retroceso humano, cultural y social del que no nos recuperamos; de ahí la oposición a la Modernidad, la Reforma protestante, la Revolución Francesa, el liberalismo, la democracia y, por supuesto, los totalitarismos del siglo XX (peronismo, fascismo, nazismo y comunismo).

También hubo un acercamiento al franquismo, por cuanto el líder falangista tuvo un fuerte acercamiento a la Iglesia Católica. Saborido escribe al respecto: "Cabildo comparte plenamente las ideas del pensador español Ramiro de Maeztu, quien, en su obra Defensa de la Hispanidad sentó justamente las bases de ese concepto; elemento fundamental del pensamiento tradicionalista vinculado con la relación entre América y España".

"Retomando las ideas desplegadas por Maeztu, para los hombres de Cabildo, la España de la gesta americana constituye el legado espiritual, «la estructura fundamental de nuestro devenir histórico». Y esa gesta es la culminación de un proceso varias veces secular: la Reconquista. Su visión de la misma, está en perfecta sintonía con el nacional-catolicismo hispánico: «no es solamente la recuperación del ámbito geográfico; es la formación de su ser nacional impulsado por la fe católica». En su proceso de expansión, España llegó a América y su tarea de evangelización -lejos de cualquier cuestionamiento- fue la realización de «un plan espiritual de soberana grandeza»".

1 comentario:

agente t dijo...

El discurso de cobertura ideológico de la colonización española no puede ocultar su realidad de búsqueda del enriquecimiento a costa del trabajo ajeno, generalmente esclavo, y la evangelización forzosa de los nativos. Como aspecto atenuante cabría citar la no existencia de un objetivo general declarado de exterminio de las personas naturales del nuevo continente, a diferencia de la colonización realizada por países protestantes.