La religión, para cumplir con la definición de ser una actividad capaz de "unir a los adeptos", ha de presentar una actitud ascendente, lateral e igualitaria. Con "ascendente" se entiende una mirada hacia Dios, o el orden natural; con "lateral" se entiende una mirada hacia el prójimo, mientras con "igualitaria" se entiende la igualdad que para cada uno de nosotros ha de significar todo ser humano, regido por las mismas leyes que conforman el orden natural.
La visión ascendente conforma lo que generalmente se denomina "espiritualidad", mientras que la visión lateral conforma lo ético, siendo el igualitarismo un atributo predominante en el cristianismo original. La religión se distorsiona, y se convierte en un factor adicional de divisiones y antagonismos, cuando se anula la visión lateral y se entiende como "religión" solamente la visión ascendente. De ahí que, en lugar de complementarse ambas visiones, una anula a la otra, es decir, la espiritualidad (que sería en realidad una falsa espiritualidad) tiende a desplazar o bien a reemplazar completamente a la ética.
Desde el punto de vista de la religión auténtica, no existe tal cosa como la "perfección humana", por lo que se habla generalmente de un mejoramiento ético. La moralidad de un individuo debe "medirse" según cuánto bien produce en el resto de la sociedad o de la humanidad y también cuánto mal ha de producir, dando lugar a una moral positiva, neutra o negativa.
Desde el punto de vista de la religión mutilada o estrictamente espiritual, se admite la idea de "perfección" pero sin contemplar cuánto bien o cuánto mal se ejerce sobre los demás. Simplemente se tiende a "medir" tal supuesta perfección respecto al vínculo afectivo o emocional establecido con el mismísimo Dios, un ser imaginario considerado como perfecto. La religión auténtica, por el contrario, establece los méritos en función de la predisposición favorable hacia seres reales e imperfectos.
La soberbia religiosa se incrementa cuando los creyentes aducen haber "recibido" un llamado del Creador para establecer el vínculo espiritual, mirando al resto de los mortales como simples seres naturales (a veces se los asocia a cierta animalidad). Como ejemplo ilustrativo de una postura espiritual se mencionan algunos párrafos del sacerdote Lorenzo Scupoli (siglo XVI): "En qué consiste la perefección cristiana, y que para adquirirla es necesario pelear y combatir; y de cuatro cosas que se requieren para este combate".
"Si deseas...llegar al más alto y eminente grado de la santidad y de la perfección cristiana, y de unirte de tal suerte a Dios, que vengas a ser un mismo espíritu con Él, que es la mayor hazaña y la más alta y gloriosa empresa que puede decirse e imaginarse, conviene que sepas primeramente en qué consiste la verdadera y perfecta vida espiritual".
"Es indudable que Dios estima y aprecia más la conversión de un alma, considerando este ejercicio en sí, que la mortificación de un apetito o deseo desordenado; sin embargo, tu no debes poner tu principal cuidado en querer y ejecutar lo que según su naturaleza es más noble y excelente, sino en obrar lo que Dios pide y desea particularmente de ti. Y es evidente que Dios se agrada más de que trabajes en mortificar tus pasiones que, si dejando advertidamente una sola en tu corazón, le sirves en cualquier otra cosa, aunque sea de mayor importancia".
"Pues ya has visto... en qué consiste la perfección cristiana, y para adquirirla es necesario que te determines a una continua guerra contra ti misma; conviene que te proveas de cuatro cosas, como armas seguras y necesarias para conseguir la palma, y quedar vencedora en esta espiritual batalla: éstas son, la desconfianza en nosotros mismos, la confianza en Dios, el ejercicio y la oración" (De "El combate espiritual"-Editorial Cruz del Sur-Mendoza 2014).
Se advierte que el citado autor poco o nada menciona, como objetivo principal del cristianismo, al "Amarás al prójimo como a ti mismo", que implica compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, sintetizando en esta actitud social la esencia de la ética bíblica.
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1 comentario:
La tendencia al ensimismamiento y a la encapsulación se suele dar en todos los credos. Es algo inevitable en una actividad que es fundamentalmente abstracta y autorreferenciada. De ahí a la búsqueda de la excelencia por asunción de niveles diferentes (y jerarquizados) de consecución de la perfección propuesta sólo hay un paso.
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