La Argentina fue uno de los países que protegió a muchos criminales nazis luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Los historiadores señalan a Perón y al Vaticano como los principales protectores de tales criminales. En la introducción del libro "Odessa al Sur", de Jorge Camarasa (Planeta-Buenos Aires 1995) se lee: "La extradición del criminal de guerra Erich Priebke en 1995 reflotó la negra historia de los nazis en la Argentina. Miles de ellos llegaron a nuestro país a fines de la Segunda Guerra Mundial; centenares de ellos eran probados genocidas. Casi todos contaron con una organización adecuada, con la ayuda de la Iglesia Católica y la Cruz Roja Internacional, y con la complacencia del gobierno peronista, que llegó a crear verdaderos «comités de bienvenida»".
"Por estas páginas desfilan Joseph Mengele, Adolf Eichmann, Walter Kutschmann, Ante Pavelic, Eduard Roschmann, Joseph Schwammberger, Heinrich Müller y centenares de otros nazis y croatas que arribaron a la Argentina como a un refugio seguro. El autor revela sus nombres falsos y reales, sus contactos, el destino del mítico tesoro nazi, sus nexos con la última dictadura militar y el funcionamiento de ODESSA, la organización clandestina de ayuda a los criminales".
Entre las razones del accionar de Perón, puede decirse que este tirano esperaba el triunfo de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, siendo el triunfo de la supuesta "tercera vía" como alternativa al capitalismo y al comunismo. Aspiraba a ser el líder sudamericano de una especie de "sucursal del Tercer Reich" adoptando la Argentina el rol de "país imperialista" que habría de dominar al resto de los países de la región.
La Iglesia Católica, ante la, entonces, reciente pérdida de unos 8.000 sacerdotes asesinados por los comunistas durante la Guerra Civil Española, adopta una postura favorable al franquismo y al nazi-fascismo, a quienes veían como la oposición al comunismo, por lo que puede considerarse su actitud desde el punto de vista de la supervivencia antes que de sus afinidades ideológicas, si bien varios jerarcas de la Iglesia se identificaban con el nazismo de la misma forma en que, en la actualidad, otros jerarcas se identifican con el marxismo-leninismo.
Respecto de Perón, Camarasa escribió: "Perón fue cómplice del ingreso de criminales de guerra al país. Además, los protegió, les dio casas y trabajo, y mantuvo contacto con ellos incluso en el exilio posterior a su derrocamiento. De los gobernantes que le siguieron puede decirse que si no fueron cómplices, fueron negligentes -con la excepción del doctor Arturo Illia-. La Argentina, como lo prueban las evidencias, recién cambió su posición sobre el tema a partir de 1983".
En cuanto a San Carlos de Bariloche, provincia de Río Negro, durante la década de los 50, escribió: "Una colonia alemana nutrida y poderosa, que había crecido desde el fin de la guerra, daba la bienvenida a Eric Priebke. Por las calles de la ciudad caminaba el médico de Auschwitz, Joseph Mengele. El ex piloto de la Luftwaffe, Hans Ulrich Rudel, participaba en los torneos de esquí del Club Andino. El financista Ludwig Freude, amigo de Perón, tenía una casa camino al Llao Llao. El artífice de la «solución final», Adolf Eichmann pasaba ocasionalmente sus vacaciones, y Friedrich Lantschner, el ex gobernador nazi del Tirol austriaco, ya había abandonado su falso nombre de «Materna» y empezaba a edificar una empresa constructora".
Si bien dentro de la Argentina existen sectores antisemitas, no debe olvidarse que en este país está radicada una de las mayores comunidades judías del mundo, con una muy buena convivencia con el resto de los sectores.
Por otra parte, Camarasa escribió respecto de las acciones de la Iglesia orientadas a la protección de los nazis: "La red de fugas en la que intervino la Iglesia -que se llamó «Ruta de las ratas» o «Red romana»- fue para algunos historiadores y para algunos servicios de inteligencia la que demostró mayor eficacia, medida a la luz de los resultados obtenidos. Estimaciones coincidentes indican que cinco mil jefes nazis alcanzaron a escapar gracias a los servicios de esta organización. Su sede central estaba en la capital italiana, operaba desde oficinas propias bajo la cobertura de la Pontificia Comisión de Asistencia, y el cerebro era el obispo austriaco Alois Hudal".
"Con sus oficinas en la Vía Sicilia, Hudal era el rector del Colegio Teutónico Santa María dell'Anima, en la plaza Navona, y se autoproclamaba «jefe espiritual de los católicos germanos residentes en Italia». En 1937 había escrito una apología del nazismo editada en Leipzig y Viena: Los fundamentos del nacionalsocialismo, y tal muestra de fe lo había convertido en el hombre de confianza de Hitler en la plaza de San Pedro".
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1 comentario:
La Iglesia católica contemporizó con el nazismo desde bastante antes del inicio de la guerra civil española (1936-1936). Tubo su papel en el acceso de Hitler a la cancillería a través de la acción del partido católico que era el portavoz oficioso de la Conferencia Episcopal alemana (Partido del Centro) y posteriormente lo legitimó firmando un concordato con el Tercer Reich (junio de 1933) por mano del Secretario de Estado del Vaticano, el futuro Papa Pío XII, (quien por cierto estuvo en el cargo durante toda la segunda guerra mundial y no intervino cuando los judíos de Roma fueron deportados a Auschwitz) y el vicecanciller alemán von Papen (futuro chambelán privado del siguiente papa, Juan XXIII).
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