Entre las diversas formas en que se puede dividir la sociedad, de manera de establecer descripciones que ayuden a entenderla, vislumbrando la posibilidad de mejoras futuras, aparece la visión cristiana (o bíblica) por la cual se observa la sociedad como integrada por justos y pecadores, con una transición gradual entre ambos extremos. Se trata esencialmente de una visión moral de los individuos que integran la sociedad.
La visión alternativa, que ha de ser posiblemente la que en la actualidad reúne la mayor cantidad de adherentes, es la visión marxista, por la cual se observa la sociedad integrada por ricos y pobres, o más concretamente por clases sociales tales como la burguesía y el proletariado, o los dueños de los medios de producción y los que carecen de esa propiedad. De ahí que se trata de una visión económica de los sectores que integran la sociedad.
En la visión bíblica o moral se hace referencia a individuos, siendo la psicología social la rama de la ciencia más adecuada para la descripción de los comportamientos individuales. En la visión marxista o económica se hace referencia a clases sociales, siendo la sociología la rama más adecuada para la descripción de los comportamientos grupales.
Para la mejora individual y grupal, desde la visión moral se sugiere un cambio en la actitud característica de todo individuo, lo que conducirá a una mejora social. Este cambio ha de estar asociado a la búsqueda de la cooperación social asociada a la empatía emocional.
Para la mejora social, desde la visión económica, se sugiere un cambio en el sistema político y económico adoptado por la sociedad, a través de la socialdemocracia o bien a través del liberalismo, asumiendo que la mejora individual "se dará luego por añadidura".
Debido al predominio del relativismo moral, la visión individualista tiene una adhesión bastante menor que la visión clasista, por lo cual es fácil observar que ningún candidato político haga la menor mención a una mejora ética individual, ya que se da por sobreentendido que las mejoras individuales sólo provendrán luego de una mejora política y económica de la sociedad.
En otras épocas, la Iglesia actuaba como una reserva moral de la sociedad por cuanto promovía la visión ética individualista. En la actualidad, sin embargo, la Iglesia ha abandonado la visión bíblica para compartir la visión marxista. Así, divide a la sociedad en ricos y pobres asociando las virtudes a los pobres y los defectos a los ricos. De ahí que promueva el socialismo de manera que la mayor parte de la sociedad sea pobre y "virtuosa", para llegar así a la reducción de "pecadores" y al predominio de los "justos", estableciendo una especie de cristianismo indirecto.
En realidad, los sistemas socialistas no conducen a ninguna mejora ética mientras reducen el nivel de vida y de libertad individual, mientras que los sistemas liberales requieren de un punto de partida ético aceptable para lograr buenos resultados, no trayendo tal sistema una ética incorporada, sino que la presupone adquirida desde la religión, la filosofía o las ciencias sociales.
El pobrismo es la actitud predominante en los países subdesarrollados, siendo una de las causas de esa situación. Alejandro Rozitchner escribió: “No hagamos de la pobreza un valor; a no ser que busquemos hundir al país”.
“Ser pobre no es ser bueno, es ser pobre. Endiosar la carencia no parece ser un camino recomendable”.
“Decir que hay una cultura de la pobreza, o incluso sugerir que hay una producción intencional de pobreza, puede parecer a una primera mirada una afirmación cuando menos cínica, si no del todo idiota”.
“Que ser pobre suele ser visto como prueba de bondad y que tener algo más que un buen pasar o una existencia limitada y modesta es considerado como un estado negativo, son hechos innegables. La argumentación bien pensante diría que el origen de toda riqueza es dudoso, porque ante todo deberíamos pautar un reparto igualitario de los bienes disponibles. El hecho de que este hermoso principio de orden social esté en contra de toda manifestación vital, animal o natural suele pasarse por alto” (De “Amor y país”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2005).
En años recientes, Jorge Bergoglio prologó un libro titulado Pobre y para pobres, del cardenal Gerhard L. Müller. Si tal título significa una “Iglesia pobre” dedicada a “fieles pobres”, entonces quedan afuera los individuos de medianos y elevados ingresos, renunciando a la división cristiana de la sociedad en justos y pecadores para considerar una división de tipo económico para encuadrarse plenamente en el pobrismo. Incluso una parte importante de los sacerdotes, los tercermundistas, da un paso más llegando a convertirse en marxistas, alejándose completamente del cristianismo.
La exaltación de la pobreza se advierte en San Francisco de Asís, quien renuncia a las riquezas familiares para encontrar en una vida austera la posibilidad de desarrollar sus potencialidades espirituales. Para él, la pobreza material no es una desgracia sino una alternativa que la vida le presenta. Sin embargo, la posesión y la creación de riqueza no se opone a la virtud ética, ya que presenta la posibilidad de disponer de medios para beneficiar al resto de la sociedad. Si la mayoría de los integrantes de una sociedad adoptara la actitud de San Francisco, posiblemente se llegaría a una pobreza extrema y a una forma penosa de esclavitud impuesta por lo material.
La Madre Teresa de Calcuta, por otra parte, siempre nos recuerda que la carencia de afectos (la pobreza de los ricos), puede producir tanto o más sufrimiento que la carencia de alimentos. Por esas razones, el cristianismo es una religión destinada a quienes carecen de bienes materiales como de valores espirituales, aunque priorizando estos últimos. Rozitchner agrega: “Si el pobre es bueno y el que no es pobre es menos bueno, la sociedad tendrá más facilidad para generar pobres que para generar otro tipo de personas que no sean pobres. Por otra parte, hay que admitirlo, la riqueza de una sociedad, cuando ella existe, no es producto del avance racional y contenido de los pueblos ordenados, hace falta atrevimiento, hace falta la osadía del rico, su ambición, su sed de riqueza y preeminencia. La moral social representada en la ley debería favorecer este rasgo de afirmación personal, darle alas, y ponerle reglas”.
“Compadecerse del pobre, querer solucionar la pobreza, son posiciones que no deben confundirse con la habitual consagración de la pobreza como un estado de gracia y virtud”.
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1 comentario:
Es una evidencia que la pobreza material más que favorecer las cualidades elevadas y éticas en las personas que la padecen a lo sumo provoca su conformidad y atonía moral, pero muy raramente su elevación espiritual, siendo mucho más corriente que la pobreza en lo físico venga acompañada del envilecimiento y la perfidia en lo moral. Esta tendencia se ha hecho evidente en unas sociedades más desarrolladas económicamente que nunca antes como las actuales, donde se comprueba sin gran dificultad el aumento generalizado de la envidia en lugar de la conformidad resignada de antaño.
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