Ha sido el destacado economista Alberto Benegas Lynch (h) quien en primer término realizó la irreverente comparación entre Domingo F. Sarmiento y Javier G. Milei, ya que ambos han sido calificados como "locos" por sus contemporáneos. Ocupando Sarmiento un importante lugar en la historia del país, tal comparación seguramente escandalizará e indignará a más de uno.
El estilo un tanto chocante de Milei es rechazado por un importante sector de la sociedad, mientras que, como economista, muestra una gran capacidad para explicar con claridad los aspectos básicos de la economía de mercado, evidenciando un abismo mental, a su favor, respecto del resto de los políticos argentinos. Escuchando a Milei siempre se aprende algo nuevo, o se reafirma algún conocimiento vagamente establecido, mientras que poco puede esperarse del resto de los políticos que sólo emiten discursos orientados a aumentar el caudal de votos favorables.
Los aspectos favorables mostrados por el economista que actúa en política, no aseguran que, en caso de acceder a la presidencia de la nación, concreten una gestión aceptable ante la penosa y grave situación del país. Tampoco nadie puede asegurar que vaya a fracasar, como lo estima la mayor parte de sus detractores.
Mientras la pobreza se incrementa a pasos agigantados, el irresponsable gobierno peronista sigue incorporando miles de partidarios como personal estable del Estado, con altos sueldos y sin tarea concreta para realizar. De esa manera compran votos para futuras elecciones a la vez que destruyen la situación económica en forma premeditada para entorpecer la gestión del próximo gobierno, que posiblemente sea de otro partido distinto al que actualmente gobierna. De ahí que se justificaría la presencia de un "loco" que debe realizar una limpieza eficaz ante la enorme y firmemente corrupción establecida. Las restantes alternativas no parecen despertar esperanzas para ver erradicada tal corrupción generalizada, al menos ante la creencia de un importante sector de la sociedad.
Debe distinguirse entre posibles perturbaciones psíquicas que pueden afectar a una persona de aquellas perturbaciones de tipo emocional, por lo que, pareciera, en ambos casos se trataría de perturbaciones de tipo emocional, y no cognitivo. Tales perturbaciones se hacen evidentes en el trato social y en las reacciones que en ellos despiertan las opiniones o sucesos antagónicos, algo desmedidas en comparación a lo que la generalidad de las personas manifiesta en circunstancias similares.
La situación de la Argentina del siglo XIX, con una sucesión casi interminable de guerras civiles, requirió de la firmeza y de la personalidad de hombres como Sarmiento para iniciar el paso de la barbarie a la civilización. Nerio Rojas escribió sobre Sarmiento: "A los diecisiete años, a raíz de su protesta altiva por impuestas guardias de milicia enfrentó al gobernador Quiroga y fue a la cárcel; a los dieciocho, actuó heroicamente en la batalla de Niquivil; por entonces, actuando en la guerra civil, estuvo a punto de ser fusilado, pues a esa edad padeció «la catástrofe» de la del Pilar en Mendoza, en la cual cayó prisionero; a los veinte años sufrió su primera emigración a Chile por razones políticas y trabajó, respectivamente, de maestro, empleado y minero, en Los Andes, Valparaíso y Copiapó; en este sitio, a los veinticinco años, enfermó de un «ataque cerebral» y volvió a San Juan; después de años de relativa paz, a los veintinueve fue desterrado por Benavidez, después de estar preso y haber salvado de la muerte".
"Esa fue la tremenda escuela social donde Sarmiento halló su madurez...Pero en semejante tragedia según declaró después, encontró lo por él llamado su «Camino de Damasco». Como Pablo tuvo allí su «visión», al ver, siendo púber, la entrada a su ciudad de las huestes de Facundo, entre el polvo, los ruidos de los guardamontes y de los caballos y los gritos, blasfemias y carcajadas de los soldados. «He aquí -dijo en Los Andes- mi visión del Camino de Damasco, de la libertad y de la civilización. Todo el mal de mi país se reveló de improviso entonces: la barbarie». Tuvo razón, pues, cuando ya viejo, afirmó a su nieto que como el Dante él también había estado en el infierno" (De "Psicología de Sarmiento"-Guillermo Kraft Ltda.-Buenos Aires 1961).
En cuanto a sus aspectos psicológicos, el citado autor escribió: "Fue un impulsivo, pero sus impulsos tuvieron siempre un contenido afectivo y consciente y no fueron una simple descarga del automatismo. Y casi siempre tuvieron una justificación en situaciones de ambiente político con su lucha pasional, o en reacciones de su dignidad o en su opinión fundada sobre algunos contemporáneos. Sus violencias físicas o verbales no resultaban los actos de un irresponsable, sino los de un hombre de coraje viril y franquezas brutales, con las cuales quería dar una lección o descargar su conciencia".
"Por eso no tenía miedo en la acción ni «pelos en la lengua». Pero cuando era necesario, sabía controlarse, dominarse, equilibrarse, con un comportamiento ejemplar, como su primer viaje a Europa, como diplomático en EEUU y, salvo momentos, durante la campaña de su candidatura presidencial".
"Fue un desconfiado, un susceptible, que a veces se creyó perseguido, aislado, por lo demás, incluso cayendo en interpretaciones tendenciosas, con ideas sobrevaloradas en un sentido anormal, paralógico. Pero esas desviaciones del juicio eran con frecuencia fundadas, pues tenía auténticos enemigos, o fueron fenómenos aislados ante ciertas circunstancias, y jamás llegaron a la profundidad, organización y persistencia de un verdadero delirio de persecución".
"Fue un orgulloso, ambicioso, ególatra; no lo disimulaba y antes bien se complacía en demostrarlo. Se comparaba con los más grandes hombres, se consideraba la encarnación de la patria, era «Don yo» y agregaba: «como dicen», si bien lo aceptaba. Pero su autoexaltación de la personalidad, aunque anormal por su ostentación y exceso, era una especie de cenestesia del genio, de autocrítica justificada, que muchos contemporáneos y la posteridad han confirmado. En todo caso eso nunca llegó a constituir un verdadero delirio paranoico de grandeza; no fue un megalómano delirante: era grande de verdad. Pero todas esas anomalías psicológicas hicieron pensar o afirmar que era «loco»".
"Sarmiento, que fue como la síntesis humana de la patria por organizarse: anárquico, pujante, contradictorio como ella, ha conquistado la inmortalidad, mas sin haber perdido el epíteto de «loco» con que lo escarnecieran sus contemporáneos. Su extraordinario cerebro no podía sino despertar el azoramiento de la multitud, que llama loco a quien ama, siente o piensa más intensamente que ella".
"En un artículo de Tribuna, después de ser presidente, explicó él mismo el origen del calificativo. «En Mendoza, dice, el fraile Aldao, por una de aquellas 'gracias' federales de que don Eusebio era víctima en Buenos Aires, reunió una junta de médicos (federales) y ésta declaró en informe profesional con el lenguaje técnico que usan en estos casos de bronquitis, peritoneo, abdomen, etcétera, que los salvajes unitarios estaban locos; y el gobierno (el fraile Aldao) tiró un decreto confiscando sus bienes, y nombrándoles tutor y curador federal, como dementes incapaces de administrar. Se añadió, pues, en Mendoza, al epíteto de salvaje el de loco cuando se hablaba de una persona salvaje. El coronel Ramírez (macana) federal, remitiendo al ilustre Restaurador una carta del señor Sarmiento al nombrarlo le llamó como era uso y costumbre federal en Mendoza, el loco salvaje unitario Domingo F. Sarmiento. Consta en la crónica número 19, publicada en 1848, cuando aún no habían nacido los que le llaman loco hoy»".
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