Mientras que la humanidad progresa en el ámbito de la ciencia y de la tecnología, parece estar estancada, o bien en retroceso, respecto a la conducta y a la moral; aunque erróneamente se culpe a la ciencia y a la tecnología por tal retroceso. Tanto la ciencia como la tecnología avanzan en forma evidente, sin embargo, sus aplicaciones y su uso dependen de lo que el ser humano pretenda hacer con ellas, por lo que no siempre sus aplicaciones son las que favorecen al ser humano.
La ciencia es la actividad cognoscitiva del hombre por medio de la cual describe las leyes naturales que rigen todo lo existente. Organiza el conocimiento en forma axiomática y verifica sus resultados contrastándolos con la propia realidad. Tiene dos aplicaciones básicas: permite nuestra adaptación cultural al orden natural y brinda el conocimiento que le permite a la tecnología realizar su misión.
La evolución y la adaptación biológica involucran periodos del orden de los millones de años. De ahí que se nos impone la necesidad de acelerar dicho proceso, es decir, debemos reemplazarlas por algo que busque una misma finalidad en menor tiempo. Así, los ambientes climatizados, la vestimenta, los medicamentos, etc., junto a las herramientas, máquinas y dispositivos que amplían las potencialidades de nuestros músculos y de nuestra mente, son el resultado de la tecnología; que tiene una finalidad similar a la de la evolución biológica.
La actitud que permite el progreso científico y tecnológico no ha de diferir esencialmente de la que promueve el progreso de los demás aspectos culturales. De ahí que no sólo encontraremos actitudes cooperativas, sino también egoístas y competitivas. Así como el trabajo ha de ser tan intenso como profundos sean los ideales que lo motivan, es importante vislumbrar los ideales de la ciencia y de la tecnología para que motiven nuestro accionar. Si las consideramos como partes del proceso de adaptación cultural del hombre al orden natural, veremos en ellas una finalidad cercana a la de la propia religión.
Podemos definir a la tecnología como la actividad que permite afianzar y reforzar nuestras potencialidades corporales y mentales; esto último a partir de la utilización de las computadoras, ya que permiten disponer de una memoria artificial. Lo que la tecnología no abarca es el aspecto moral, asociado a los atribtuos emocionales del ser humano, por lo cual se advierte el error de dedicar toda nuestra atención al avance tecnológico de la sociedad.
La reciente divulgación de la inteligencia artificial ha promovido opiniones favorables y también desfavorables. Sin embargo, no debe olvidarse que todo avance tecnológico puede aplicarse tanto para mejorar la sociedad como para empeorarla; todo depende de la utilización que dispongan los usuarios.
Entre los avances más significativos y representativos de la tecnología, puede mencionarse el de los simples anteojos. Es sabido que la mayoría de la gente, con el paso de los años, además del que padece problemas de visión, tiene dificultades para ver de cerca. De ahí que, sin lentes, sus capacidades laborales se verían seriamente limitadas. Por lo que los anteojos, o lentes, hayan podido resolver tan importante problema.
Todo avance, ya sea científico, cultural, tecnológico o moral, está vinculado al trabajo, el tiempo y a los medios destinados a tal logro. Y el estancamiento o el retroceso moral se produce, entre otros factores, por haber sido la ética dejada de lado, incluso muchas veces negada ante la supremacía de la creencia en la validez del relativismo moral. Si no existe una ética de validez objetiva, no nos molestamos por encontrarla. Y en esto radica nuestro estancamiento o retroceso moral, y no porque la ciencia y la tecnología sean "culpables" del deterioro moral. Incluso las ciencias sociales permiten, en principio, establecer conocimientos que favorezcan el crecimiento moral de la sociedad.
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