Varios son los autores que señalan que estamos viviendo en la "época posmoderna", lo que equivale a ponerle un título de defunción a todo lo asociado a la modernidad. Como la mayoría de la gente no quiere sentirse anticuada, ni ser calificada de "pasada de moda", existe la predisposición a adaptarse a la época, y de esa manera a rechazar todo lo que atañe a la modernidad y a aceptar todo lo posmoderno.
Así como el cine y la televisión actúan como elementos que retroalimentan lo que sucede en la sociedad, ya sea bueno o malo, los diversos ensayistas cumplen una función similar. Por ejemplo, si cierta costumbre negativa se va consolidando en una sociedad, el cine y la televisión tocan el tema y así se le va dando mayor difusión. Lo mismo sucede en el caso de las ideas; si la mentalidad que llamamos "posmoderna" se va instalando en la sociedad en forma más o menos espontánea, al colocársele un rótulo y una caracterización definida, se promueve su plena instalación.
Mientras que la modernidad está asociada principalmente a la vigencia del capitalismo, la posmodernidad tiende a descalificarla en forma similar a lo que hacen los ideólogos socialistas respecto del capitalismo. "La posmodernidad, como edad de la cultura, debe comprenderse por referencia a lo que se denomina «modernidad», ya sea que se la considere como su contrapartida, como su continuidad o su superación" (De "Adolescencia, posmodernidad y escuela secundaria" de Guillermo A. Obiols y Silvia Di Segni de Obiols-Kapeluz Editora SA-Buenos Aires 1998).
En cuanto a la modernidad, los Obiols escriben: "Este conjunto de cambios llevan a una crisis de la concepción medieval del mundo centrada en Dios y en considerar al ser humano una criatura trascendente cuyo auténtico destino es la salvación de su alma. La modernidad va a elaborar una concepción más bien antropocéntrica, menos religiosa y más profana, para la cual la auténtica vida es la terrenal y el cuerpo recupera su lugar al lado del alma".
"«El proyecto de modernidad formulado por los filósofos del iluminismo en el siglo XVIII se basaba en el desarrollo de una ciencia objetiva, una moral universal, una ley y un arte autónomos y regulado por lógicas propias. Al mismo tiempo, este proyecto intentaba liberar el potencial cognitivo de cada una de estas esferas de toda forma esotérica. Deseaban emplear esta acumulación de cultura especializada en el enriquecimiento de la vida diaria, es decir en la organización racional de la cotidianeidad social» (Jürgen Habermas)".
En cuanto a la mentalidad posmoderna, es de destacar principalmente el predominio de la búsqueda de derechos y el rechazo a toda forma de deber, en un marco de relativismo moral. Al respecto, Armando Roa escribió: "Se podría pensar que todo derecho involucra un deber, pero la posmodernidad maximiza los derechos y en cambio tiene una mirada benévola, comprensiva, silenciosa, para las evasiones de deberes”. Además, advierte “…una entrega abierta al consumismo en cuanto entretenida fuente de placer sin problemas. En este aspecto, el vivir a crédito sustituye la anterior mentalidad moderna de privilegiar el ahorro”.
El relativismo moral tiende a reemplazar los principios morales que en otras épocas recomendaba la religión o la filosofía, para reemplazarlos por simples convenios arbitrarios que se pactan en cada situación. Armando Roa escribe: “Esta etapa en que nos encontraríamos es la que algunos autores llaman la etapa de la eticidad sin moralidad, en la cual se dejaría de lado la discusión de los grandes principios en que se fundamenta una moral, y se llegaría a un acuerdo en la regulación de las costumbres y también de las acciones profesionales, como las médicas por ejemplo, a base más bien de un mero consenso; a esto se le llama eticidad”. (De “Modernidad y posmodernidad”-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1995).
Uno de los atributos del individuo posmoderno es la prioridad que otorga a sus derechos y su rechazo a toda forma de deber. Años antes del surgimiento de esta supuesta nueva etapa de la humanidad, José Ortega y Gasset caracterizaba al hombre-masa diciendo que tal individuo sólo posee derechos pero nunca obligaciones, coincidiendo ambas descripciones, al menos en tal aspecto. José Ortega y Gasset escribió: “Este hombre-masa...tiene sólo apetitos, cree que sólo tiene derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga –sine nobilitate-, snob”.
“Por esta razón es hostil al liberalismo, con una hostilidad que se parece a la del sordo hacia la palabra. La libertad ha significado siempre en Europa franquía para ser el que auténticamente somos. Se comprende que aspire a prescindir de ella quien sabe que no tiene auténtico quehacer” (De “La rebelión de las masas”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1984).
José Ingenieros escribió: “El derecho de cada uno representa el deber de los demás; y el deber de cada uno constituye el derecho de los otros. El ideal de justicia, en una sociedad dada, consiste en determinar la fórmula de equilibrio entre el individuo que dice: «ningún deber sin derechos» y la sociedad que replica: «ningún derecho sin deberes»” (De “Hacia una moral sin dogmas”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1996).
Cuando se rompe el equilibrio y todo individuo se torna exigente con los demás respecto del cumplimiento de los deberes ajenos, mientras que simultáneamente es indulgente consigo mismo respecto de los deberes propios, comienza la era de la violencia. José Ingenieros escribió: “Violencia: reclamar derechos sin aceptar el cumplimiento de los deberes que les son correlativos. Injusticia: imponer deberes sin respetar los derechos correspondientes. Por eso la solidaridad puede considerarse definida en la más sencilla fórmula de moral social: «Ningún deber sin derechos, ningún derecho sin deberes» (De “Las fuerzas morales”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1976).
En cuanto al socialismo, puede decirse que su principal interés radica en combatir al capitalismo, por lo que debe cambiar de táctica a medida que fracasan sus planteos originales. Así, gran parte de los ideólogos posmodernos se dedican a probar distintas armas contra el capitalismo. Stephen R. C. Hicks escribió: "Tradicionalmente, el socialismo marxista suponía que la adecuada satisfacción de las necesidades humanas era una prueba básica de la moralidad de un sistema social. El logro de la riqueza, consecuentemente, era algo bueno, ya que traía con ella mejor nutrición, vivienda, cuidado de la salud y tiempo libre. Y así se sostenía que el capitalismo era malo, porque los marxistas creían que le negaba a la mayor parte de su población la capacidad para disfrutar de los frutos de la riqueza".
"Cuando se hizo evidente que el capítalismo era muy bueno en la producción de la riqueza y en la distribución de sus frutos, y que el socialismo era muy malo para eso, dos nuevas variantes en el pensamiento de la izquierda desviaron este argumento dentro de su cabeza, y comenzaron a condenar al capitalismo precisamente por ser tan bueno en la producción de riqueza". "De «la riqueza es buena» a «la riqueza es mala»".
"El capitalismo está produciendo toda esa riqueza, por consiguiente es malo: está en desafío directo del imperativo moral del progreso histórico hacia el socialismo. Sería mucho mejor si el proletariado estuviera en la miseria económica bajo el capitalismo, porque entonces se darían cuenta de su opresión, y estaría psicológicamente preparado para realizar su misión histórica".
"La segunda variante se observó en el giro que la izquierda tomó hacia la creciente preocupación por las cuestiones medioambientales. A medida que el movimiento marxista se fracturaba y mutada hacia nuevas formas, los activistas e intelectuales de izquierda comenzaban a buscar nuevos métodos para atacar al capitalismo. Las cuestiones ambientales, junto con los problemas de las mujeres y de las minorías, llegaron a ser vistos como una nueva arma en el arsenal contra el capitalismo" (De "Explicando el posmodernismo, la crisis del socialismo"-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2014).
El hombre-masa posmoderno, carente de voluntad e iniciativa, carente de moral y exigente ante los demás por el cumplimiento de sus derechos, espera en el socialismo encontrar una sociedad acorde a sus limitaciones y a sus pretensiones, favoreciendo la decadencia generalizada de la cual no se vislumbra una pronta reversión.
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1 comentario:
La sustitución de los principios morales por convenios arbitrarios es una forma de compatibilizar el abandono del rigor intelectual con la instauración del principio del más fuerte, aunque se trate de la fuerza del número, disimulado con esa llamada eticidad, de apariencia no violenta, la irracionalidad y arbitrariedad de fondo, ya que no existe en ella base racional intersubjetiva sólida sino la simple voluntad de una mayoría.
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