La difusión del comunismo no ha finalizado aún, a pesar de los reiterados fracasos y de las catástrofes sociales que produjo. Tal es así que, en los actos electivos en algunos países sudamericanos, han triunfado políticos de ultraizquierda, que no han llegado a establecer el comunismo pleno por una cuestión de tiempo, o bien por los obstáculos puestos en sus caminos por sectores opositores.
Ante la identificación de la pobreza con la virtud, como puede ser advertida en la vida de Francisco de Asís, los más incautos parecen no temerle a una pobreza extrema. Otros, poseídos mentalmente por una ideología de odio contra el sistema capitalista, padecerían (al menos en teoría) una pobreza extrema con tal de sentirse "liberados de la dominación consumista", como se menciona en el siguiente escrito de Fernando Savater: "Yo recuerdo una época en que la gente iba a visitar Albania, que entonces era un régimen comunista, y al volver decían que allí vivían mucho mejor que nosotros. Según estos visitantes españoles los ciudadanos albaneses eran unos privilegiados que vivían libres de la dominación consumista, que no les importaba llevar zapatos de cartón ni que las tiendas de la ciudades estuviesen cerradas. Claro que en cuanto cayó el régimen comunista se vio que los albaneses no querían nada de eso, sino vivir una vida lo más parecida posible a la del resto de los europeos" (De "Ética de urgencia"-Ariel-Buenos Aires 2012).
Los ideólogos, para promover la llegada del socialismo, se han dirigido hacia distintos sectores de la sociedad promoviendo en ese sector el odio en contra del sector productivo. Así como un edificio se destruye fácilmente dinamitando sus columnas, una sociedad democrática o capitalista se destruye fácilmente destruyendo el sector empresarial. Y tal destrucción es necesaria para imponer luego el socialismo.
La evolución del socialismo se puede advertir en el cambio de los agentes propuestos por los ideólogos para llevar a cabo el proceso destructivo. En un esquema general, pueden citarse los siguientes cambios:
Karl Marx: los obreros (proletariado)
Herbert Marcuse: los estudiantes
Roland Rivera Calderón: los delincuentes
Gustavo Gutiérrez (y curas Tercermundistas): los católicos
Antonio Gramsci: toda la sociedad
Así, Karl Marx induce el odio entre los obreros del siglo XIX para usarlos como agentes de la destrucción del sector productivo. Luego, (sin seguir un orden histórico preciso) Marcuse promueve los conflictos en Francia conocidos como Mayo del año 1968. Eliseo Vivas escribe al respecto: “Un fantasma frecuenta nuestro mundo, el espectro del nihilismo. El fantasma que Marx y Engels dejaron suelto en su mundo fue una amenaza calamitosa. Pero tenía una gracia redentora. Ellos querían la destrucción de nuestra sociedad con el fin de crear, decían, un mundo sin iniquidad y sin explotación. El fantasma que frecuenta nuestro mundo no se propone otra cosa que la destrucción. El nihilismo contemporáneo no tiene planes para construir un mundo mejor y se jacta de no tenerlos. Está empecinado en destruir por destruir. Todo lo que existe sirve únicamente para la botella incendiaria, y luego para la bomba y la dinamita”.
Otra diferencia que existe entre Marcuse y el marxismo tradicional es que, en lugar de promover la violencia entre la clase trabajadora, o proletariado, Marcuse la promueve entre los jóvenes, estudiantes principalmente, por cuanto los trabajadores en esa época no responden a los revolucionarios. Vivas agrega: “Hay muchos intelectuales que están completamente de acuerdo con esta actitud completamente negativa de puro odio, hombres educados que experimentan extáticos, el vértigo de la destrucción total. La mayoría de estos nihilistas no pertenecen a la clase más desheredada de nuestra sociedad. El grupo está integrado por profesores universitarios y por los estudiantes que ellos pervierten al convertirlos a su destructiva visión, maestros de escuelas primarias, miembros del clero y profesionales del derecho e incluso de la medicina e ingeniería”.
“Son los soñadores de la libertad «in vacuo», los de las consignas abstractas y las teóricas fórmulas políticas de los miembros de la Cosa Nostra intelectual de la Nueva Izquierda, con sus causas prefabricadas, sus histriónicas quejas y su humanitarismo abstracto…lo peor de lo peor…los termites intelectuales del mundo occidental” (De “Contra Marcuse”-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1973).
En los años 70, desde Cuba se promueve una guerrilla que, mediante actos delictivos, adquiere los medios económicos necesarios para el terrorismo y la dominación militar posterior. Esta vez los agentes destructivos son los delincuentes, o personas comunes convertidas en delincuentes bajo la inspiración y la enseñanza de los ideólogos marxistas. Roland Rivera Calderón escribió: "La subversión debe hacerse con delincuentes, porque son los únicos no comprometidos con el sistema: los obreros luchan solamente por aumentos de sueldo, y los estudiantes son pequeños burgueses jugando a la política; en el hampa está la cuna de la revolución socialista".
Sectores del catolicismo, inspirados en la Teología de la Liberación, promueven el marxismo en los distintos ámbitos de la Iglesia. Incluso Jorge Bergoglio ha afirmado que "son los comunistas los que piensan como los cristianos", negando tácitamente toda posible diferencia y anulando las antiguas condenas al comunismo emitidas por papas anteriores.
Ante la creencia de la versión marxista por la cual se tergiversa el naciente capitalismo de la Inglaterra del siglo XIX, sectores católicos adhieren al marxismo original. Tal versión indica que las gentes vivían bien, en el campo, y voluntariamente concurrian a las ciudades en donde eran explotados hasta sufrir una extrema pobreza. La lógica empleada es idéntica a decir que en la actualidad cubanos y venezolanos viven bien en sus países, pero deciden irse a otros lugares, voluntariamente, para ser explotados y hambreados. En realidad, la novedad del capitalismo hizo que la población inglesa del siglo XIX, en plena revolución industrial, aumentara considerablemente, como síntoma de una mejora, si bien en pocos años no se lograron las mejoras que todos habrian deseado.
Finalmente, se acepta el método propuesto por Antonio Gramsci por medio del cual los agentes para instalar el socialismo incluye a toda la población. Carlos Mira escribió: “Gramsci fue un táctico del marxismo que llevó un paso más allá los retorcidos pliegues del odio de su inventor, Karl Marx. No conforme con los métodos de la violencia y el despotismo que proponía el alemán en el Manifiesto Comunista para imponer la dictadura del proletariado, Gramsci desarrolló una técnica de infiltración cultural por lo que él llamó los «intelectuales orgánicos». Mediante la prédica de estos agentes, Gramsci entendía que se debía cambiar el «sentido común» dominante en la sociedad por otro que suplantara los valores del capitalismo por aquellos del marxismo”.
“De este modo, el italiano sostenía que el comunismo se volvería sustentable al haber invadido las convicciones espontáneas de la gente. A este movimiento Gramsci lo llamaba «contrahegemonía» y lo definía como una colonización del subconsciente colectivo a través de un repiqueteo constante del accionar de los intelectuales orgánicos para pernear, imperceptiblemente, el «sentido común» promedio. Operado ese cambio, ya ni siquiera sería necesario el uso despótico de la violencia para imponer la dictadura del proletariado, porque toda la sociedad tendría una inclinación natural al colectivismo marxista” (De “Así somos…y así nos va”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2007).
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1 comentario:
El método subversivo que ha resultado más efectivo ha sido el gramsciano, sólo hay que ver lo receptivas que son en la actualidad las ricas sociedades occidentales a ideologías que propugnan su desindustrialización y la alteración de los que eran sus valores más característicos hasta fechas recientes.
Por cierto, cobra cada vez más fuerza la idea de que el “mayo francés”, uno de cuyos ideólogos más reconocidos junto con Sartre fue Marcuse, no fue sino una operación de falsa bandera promovida por los servicios secretos norteamericanos para derribar al general de Gaulle en vistas de su postura nacionalista no seguidista de los EEUU.
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