Un buen diseñador del ser humano habría considerado otorgar un premio (la felicidad) a quienes favorecieran la supervivencia de la humanidad. De ahí que un mal diseñador habría considerado que, para favorecer tal supervivencia, el camino habría de estar asociado al sufrimiento.
Si consideramos las cuatro actitudes emocionales básicas (amor, odio, egoísmo, indiferencia) advertimos que es el amor al prójimo el camino hacia la supervivencia. Si una persona tiene la capacidad de poder compartir la felicidad ajena, de muchas personas, se produce una "ganancia" de felicidad apreciable. Y es en esto en donde se advierte que el camino de la supervivencia y el de la felicidad son uno y el mismo.
La ética natural ha de consistir en una actitud que conduce a todo individuo a compartir penas y alegrías ajenas como propias, lo que asegura que nadie va a perjudicar a los demás y, por el contrario, va a tratar de favorecer a los demás, cuando adquiera tal predisposición. Así se logra la supervivencia de los seres humanos como tales. Se entiende por supervivencia la continuidad y permanencia de los principales atributos humanos, como los emocionales, los intelectuales y los físicos. No podría hablarse de supervivencia si en el futuro la humanidad adoptara el odio o el egoísmo como actitudes predominantes.
La predisposición a compartir las alegrías ajenas se establece en forma simultánea a la predisposición a compartir las penas ajenas. Se establece el beneficio propio en forma simultánea a la exigencia de beneficiar al prójimo. Así parece funcionar el orden natural en lo que respecta a los seres humanos. La verdadera felicidad, además, es la que se puede transmitir a los demás. Esto se advierte cuando la persona en la que predomina la cooperación social se acerca a los demás y es bien recibida por cuanto tiene la predisposición a favorecernos de alguna manera.
En cuanto a las enseñanzas cristianas, puede decirse que favorecen tanto la felicidad individual como la supervivencia de la humanidad. Manuel Río escribió: "Las frases de San Agustín que cita Santo Tomás, en términos explícitos, dicen así: «Agustín enseña esto: Ninguna otra causa mueve al hombre a preocuparse hondamente por algo que le propone como un bien sino el fin que ese algo implica. A ser feliz: ese es el fin comportado por el bien verdaderamente tal»".
"Santo Tomás concluye: «Por eso Jesús comienza por la felicidad, diciendo: 'Felices los....'». Ese anuncio de la felicidad como término de la observancia de la preceptiva de Jesús, ese aseguramiento de la obtención por ese medio, resuena en todo el Nuevo Testamento como un leit motiv. La obra Novae concordantiae bibliorum sacrorum iuxta vulgatam critice editam (1977) registra cincuenta y dos textos del Nuevo Testamento en que la felicidad está taxativamente garantizada".
"A ellos han de sumarse no menos de ciento veinticinco en que la misma meta está designada por el vocablo «alegría», y otros innumerables en que se la llama «vida», «paz», etcétera. A contrario, ha de tomarse en cuenta los múltiples pasajes simétricos que previenen la desdicha, el sufrimiento para quienes incurran las transgresiones correlativas".
"San Pablo señala entre los «frutos del espíritu», «la alegría, la paz», es decir, otros tantos signos, en la tierra, de la felicidad. Santiago escribió: «Aquel que se decide por la ley perfecta de libertad, y se mantiene adherido a ella, no como oyente olvidadizo, sino poniéndola activamente en práctica, ése halla la felicidad, por la práctica»" (Del Prólogo a "Los fundamentos de la moral" de Henry Hazlitt-Fundación Bolsa de Comercio de Buenos Aires-Buenos Aires 1979).
También sectores del catolicismo interpretan que la felicidad mencionada en los Evangelios hacen referencia a la vida posterior y que para llegar a ella debemos llevar una vida de penurias y sufrimientos. La aclaración de esta discordancia puede resolverse fácilmente poniendo en práctica al "Amarás al prójimo como a ti mismo", observando el error de tales sectores. Henry Hazlitt escribió: "Lo mismo que los ideales monacales y ascéticos de la Edad Media, el ideal de la virtud sintetizado en «la voluntad de abstención» es algo negativo. La virtud consistiría en abstenerse de algo. Pero es que la virtud es positiva".
"No es la simple ausencia del vicio, del mismo modo que el vicio no es la simple ausencia de virtud. Cuando un hombre duerme (a menos que se trate de un centinela o de alguien desempeñando un cargo que signifique no estar durmiendo) no puede decirse que sea virtuoso ni vicioso. Si, como afirmara en una oportunidad Aristóteles, «las mayores virtudes son aquellas que resultan más útiles para los demás», la «voluntad de abstención» ejercitada por usted sólo les será negativamente útil a los demás".
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1 comentario:
Poner la felicidad en el ámbito de una vida posterior es mucho menos comprometido. Te ahorras buscar métodos para hacerla factible en la presente, y sobre todo, tener que razonar acerca del porqué de tanta desgracia en ella.
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