Las acciones humanas requieren de la existencia de una previa confianza en uno mismo y en el medio natural y social en donde se han de realizar. Asociamos a la palabra "confianza" una predisposición a creer en nuestra propia fortaleza, como una capacidad interior que nos ha de permitir lograr los objetivos propuestos.
Con la palabra "fe" generalmente consideramos la posibilidad de que nuestro mundo esté regido por reglas del juego (leyes naturales) invariantes, que nos garantizan que, respetando tales reglas, podremos lograr los objetivos propuestos. De ahí la creencia que un orden natural invariable sea equivalente a la existencia en un Dios que rige sobre un orden superior y que por ello resulta ser una garantía para el éxito de las acciones humanas y sus respectivas finalidades.
La confianza en uno mismo y la fe en Dios o en un orden natural benigno, son esenciales para la vida inteligente. Bernabé Tierno escribió: "Un hombre sin fe es como un coche sin motor, un cuerpo sin alma, un cerebro sin ideas. Sin fe no hay esperanza, ni es posible vivir con amor y con ilusión. Sin fe no hay presente, ni futuro ni hay nada" (De "Valores humanos"-Taller de Editores SA-Madrid 1993).
En cuanto a la confianza en uno mismo, puede decirse que es selectiva, por cuanto nadie tiene tan desarrolladas sus capacidades como para ser exitoso en cualquier actividad que se le ocurra. En ese caso, lo importante es adquirir cierta aptitud para la lucha en el sentido de esforzarse por lograr cierta capacidad para la actividad emprendida. De ahí que la confianza en uno mismo principalmente se construye. Stefan Zweig escribió: "Sólo las naturaleza débiles renuncian y olvidan, mas las fuertes no se acomodan y desafían en combate hasta el más poderoso destino".
Si bien la confianza en uno mismo depende bastante de aspectos emocionales, la fe en Dios o bien en la existencia de un orden natural depende esencialmente de aspectos cognitivos. En este caso, la visión del científico nos conduce en una forma directa hacia la evidencia de que existe un orden natural conformado por leyes naturales invariantes que rigen todo lo existente, incluso a nosotros mismos. De ahí la evidencia de que existen reglas del juego impuestas "desde arriba" a las cuales nos debemos adaptar.
Una vez que advertimos la existencia de un orden natural, queda a la elección de cada uno confiar en que se trata de un orden favorable al desarrollo de la vida inteligente, o por el contrario resulta una trampa de la que no podemos escapar. Teniendo presente los casos en que muchas personas han revertido con éxito situaciones muy negativas, todo indica que deberíamos optar por la postura optimista (o mejor, realista).
Con una confianza en uno mismo, construida con cierto trabajo permanente, y con la fe de que estamos sumergidos en un orden natural benevolente, podremos afrontar con éxito las asperezas de la vida cotidiana enfrentando a una sociedad que nos inspira poca confianza. En este caso también debe hacerse una selección de personas con quienes podamos vincularnos con resultados positivos, ya que en toda sociedad podemos encontrar diversas posturas éticas, incluso ausencias en ese aspecto.
La fe religiosa, de tipo pagano, implica conceder una ciega confianza en Dios, o en los santos, suponiendo que los pedidos serán cumplidos con seguridad. Este intercambio entre adulaciones y favores concedidos es un proceso similar al que se establece bajo regímenes populistas y totalitarios, implicando la destrucción de la religión moral.
Bernabé Tierno muestra una serie de creencias y costumbres sociales que impiden establecer la plenitud de nuestras potencialidades, haciendo recordar la división establecida por San Agustín distinguiendo entre la ciudad de Dios y la ciudad del hombre. La fe en la sabiduría popular, en la que cree el hombre-masa, obliga al individuo pensante a adquirir confianza en sí mismo y fe en el orden natural existente para afrontar la sociedad tal como es. Al respecto escribió:
"Señalo a continuación algunos de los mensajes engañosos que se propalan hoy como seguros talismanes para el éxito personal, la felicidad y el disfrute y que, sin duda, encandilan y animan a no pocos a tomar un camino equivocado, en el que, con toda seguridad, se labran su propia desgracia. He aquí esos mensajes engañosos que para algunos son como «actos de fe»".
"Hay que hacer siempre lo que pida el cuerpo y demanden los instintos, sea o no conveniente para la salud del cuerpo o del espíritu".
"Hacerse rico es la meta más ansiada que toda persona inteligente ha de proponerse, pues quien tiene dinero no tarda en ser «alguien», en ser muy estimado y envidiado, y esto proporciona gran felicidad".
"El placer y la felicidad son caras de la misma moneda. En consecuencia, hay que rechazar de plano todo lo que conlleva sacrificios o renuncias y pueda privarnos en alguna medida del placer de los sentidos".
"La vida es para los «listos», los que saben buscarse un verdadero «chollo», ganar dinero con máxima facilidad, con el menor esfuerzo y sin apenas trabajar. No importa el procedimiento, y en esto no hay que andarse con chiquitas, todo vale y sólo los tontos andan con remilgos y actitudes de honradez. Vale la mentira, la estafa, el engaño descarado, el tráfico de influencias. Ser bueno es tanto como ser idiota, y los idiotas jamás se «comen una rosca» en este mundo".
"Por supuesto que hay que estar pendientes del «qué dirán». ¿Quiénes son los más ricos, poderosos y famosos? Aquellos de quienes se habla, escribe o critica más, sea para bien o para mal. El caso es hacerse notar.
"Además de atesorar riquezas y tener fama, para ser muy feliz es necesario ser poderoso y hasta temido para que haya mucha gente pendiente de nuestras decisiones, que nos baile el agua, queme incienso ante nosotros, que se humille y nos tema. Sin duda, buscar formas de poder y dominio sobre los demás es la fórmula más segura para llegar a sentirse dichoso y feliz. Todos se arriman y jalean al que «tiene» y al que «puede», ya que los tres «valores» más en alza en la sociedad son: dinero, poder y fama".
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1 comentario:
La confianza en uno mismo crece a medida que tenemos más datos que creemos ciertos tanto sobre nosotros mismos como sobre el entorno general. Si esos datos nos proporcionan cierta estructura de la naturaleza material, pero sobre todo de la social actual e histórica, es cuando nuestras emociones naturales de tipo positivo y realista salen reforzadas y pueden rendir sus mejores frutos.
Las críticas a la denominada “sabiduría popular” expuestas están muy bien traídas y reflejan el verdadero estado de ánimo de la mayoría.
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