Los objetivos de la religión, la filosofía y las ciencias sociales deberían implicar, en el mejor de los casos, la adaptación del ser humano tanto al orden natural como a la sociedad. Estos objetivos se caracterizan a veces como el vínculo entre "el hombre y el mundo". Así, Jorge Acevedo escribió: "Todas las formas de vivir y pensar -incluyendo, por cierto, la filosofía y las ciencias- suponen un fenómeno fundamental, del que son sólo modulaciones: el estar en el mundo inherente al ser humano. Filósofos contemporáneos cuya vigencia aún no alcanza su culminación se caracterizan, precisamente, por arraigar el despliegue de sus obras en una meditación de ese acontecimiento".
"Para referirse a él, Ortega nos habla del enfronte entre el yo que es cada cual y su circunstancia; Sartre, de los vínculos que unen al para-sí (conciencia) con el en-sí (situación); Heidegger, del ser-ahí como ser-en-el-mundo. Utilizando terminologías diversas, estos filósofos movilizan su reflexión desde un punto de partida común: el esclarecimiento sistemático de las relaciones entre hombre y mundo" (De "Hombre y mundo"-Editorial Universitaria-Santiago de Chile 1984).
En nuestra época, pocos son los intelectuales que intentan establecer los pasos necesarios para la adaptación al orden natural, ya que ni siquiera sospechan de su existencia. Si bien tal orden se asocia a la creación de Dios, desde la religión sugieren más bien una sumisión a los mandatos de un Dios que interviene en los acontecimientos humanos. Incluso se llega al absurdo de intentar que los seres humanos nos adaptemos a las sociedades artificiales que surgen de la mente de algunos ideólogos que juegan a competir con el Dios Creador de las distintas religiones.
Todo indica que, adaptándonos al orden natural, simultánemente nos estamos adaptando de la mejor manera posible a la sociedad. Debe aclararse que "adaptarse a la sociedad" no significa compartir las ideas y costumbres predominantes, ya que a veces tales ideas y costumbres se oponen al criterio implícito en las leyes naturales que conforman al orden natural. En ese caso, adaptarse de la mejor manera implica poder vivir acorde al orden natural a pesar de la oposición de la sociedad. Tal situación es considerada muchas veces como una confrontación entre "lo que agrada a Dios" contra "lo que agrada a los hombres".
Si consideramos "lo que debe ser", en vista a establecer una mejora definitiva de la sociedad, puede decirse que conviene interpretar con mayor justeza al espíritu de la ley natural y del orden natural para, luego, establecer un orden social compatible con tal espíritu. Recordemos que esta postura es compatible con la prioridad cristiana cuando sugiere: "Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia que lo demás se os dará por añadidura". Ello implica que, adoptando en forma generalizada la actitud de cooperación asociada al "Amarás al prójimo como a ti mismo", ya disponemos de todo lo que hace falta para llegar a una óptima sociedad.
Pocas dudas surgen de que este es el camino mejor. Sin embargo, es necesario distinguir entre una cooperación voluntaria, como lo sugiere el cristianismo y el liberalismo, y una cooperación forzada, como la que tratan de imponer los sectores socialistas. En todos los casos en que la acción humana es libre y voluntaria, tal acción se prolonga en el tiempo, mientras que, cuando no es libre y es forzada, la acción resulta ineficaz.
Anticipándose, en el siglo XIX, al auge de los sistemas socialistas, Herbert Spencer advertía la existencia de estas dos formas de cooperación social. Al respecto escribió: "Remontándonos a una época anterior a sus nombres (conservadores y liberales), los dos partidos políticos representaban primeramente los dos tipos opuestos de organización social, el militar y el industrial, que se caracterizan, uno por el régimen del Estado, casi universal en los antiguos tiempos, y el otro por el régimen del contrato, que ha llegado a ser general en nuestros días, sobre todo en las naciones occidentales, y especialmente entre nosotros mismos y los americanos".
"Si en vez de emplear la palabra cooperación en su sentido restringido, la usamos en más amplio sentido, como significando la combinación de las actividades de los ciudadanos, bajo cualquier forma de gobierno estos dos tipos de organización social pueden entonces definirse: el primero, como el sistema de cooperación obligatoria, como el sistema de cooperación voluntaria el segundo" (De "El individuo contra el Estado"-Ediciones Orbis SA-Madrid 1984).
En la actualidad siguen vigentes ambas posturas, es decir, por una parte aparece el globalismo, como un intento por establecer un gobierno político universal, o supranacional, mientras que, por otra parte, se mantiene vigente la antigua idea cristiana del mejoramiento ético individual que hace innecesaria la existencia de tal gobierno, ya que prevalecería la cooperación voluntaria. De esa forma, el orden social sería compatible con lo que "nos sugiere" el orden natural.
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1 comentario:
Y hoy mejor que nunca esa adaptación es más factible porque la humanidad tiene un mayor conocimiento de cómo funciona la naturaleza y el propio ser humano. No se trataría, en ningún caso, de adoptar acríticamente un nuevo dogma, sino de seguir unos principios a los que se ha llegado por investigación y reflexión.
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