Las leyes naturales que gobiernan los comportamientos individuales, y que son descritas por la psicología y las ciencias sociales, tienen validez para todo ser humano, ya sea que creamos, o no, en su existencia. Este punto de vista tiene una gran importancia posterior por cuanto, quien lo adopta, observa luego a todo ser humano como su igual, con sus mismos derechos y con sus mismos deberes, ya que ha sido puesto en el mundo por el mismo Dios o por el mismo orden natural.
Si cada ser humano observara al resto bajo este evidente principio de "igualdad ante la ley", seguramente se reducirían los conflictos de tipo discriminatorio, de los nacionalismos y regionalismos, y de las absurdas luchas entre los cientos o miles de subgrupos que crean los seres humanos para distinguirse y separarse de los demás. La unidad entre los seres humanos proviene, justamente, de ser "hijos de un mismo Dios" (según la tradicional expresión religiosa), o bien por estar regidos por las mismas leyes naturales y por existir en este mundo por medio del orden natural y su proceso evolutivo.
Las leyes humanas, que conforman el Derecho, sólo resultan útiles cuando resultan compatibles con las leyes naturales. Así, mientras que las leyes naturales permiten la plena adaptación de los seres humanos al orden natural, las leyes humanas deben confirmar este objetivo, apuntando en una misma dirección. De ahí que la "igualdad ante les leyes humanas" (simbolizada mediante la mujer que aplica un mismo criterio sin observar sobre quién se trata) hereda el criterio de la igualdad de los seres humanos ante la ley natural.
Respecto de la igualdad ante la ley humana, Joaquín V. González escribió: "En su sentido más positivo, o sea del punto de vista de su aplicación o de los fines protectores de la sociedad, y según la ciencia y el espíritu de la Constitución, la igualdad de todas las personas ante la ley no es otra cosa que el derecho a que no se establezcan excepciones o privilegios que excluyan a unas, de lo que se concede a otros en iguales circunstancias. De aquí se sigue que la verdadera igualdad consiste en aplicar, en los casos ocurrentes, la ley según las diferencias que los constituyen y caracterizan, Cualquiera otra inteligencia o acepción de este derecho, es contraria a su propia naturaleza y al interés social" (De "Manual de la Constitución Argentina"-Ángel Estrada y Cía. SA-Buenos Aires 1971).
Ha sido principalmente la democracia el sistema político y económico que apunta a establecer la igualdad y la libertad de los seres humanos mediante el principio de la "igualdad ante la ley". Si bien tal sistema de organización social no resuelve los problemas como se espera, ello se debe a que existe una previa adaptación, que depende principalmente de la ética individual, y que no ha sido efectivizada aceptablemente. Quienes suponen que desde la política o desde la economía, o desde ambas juntas, se resolverán los graves problemas humanos y sociales, olvidan que existe una ética individual necesaria e imprescindible que debe cumplirse antes de aspirar a tales soluciones.
El error muchas veces sostenido se debe a que, se supone, que la democracia politica, y también la democracia económica (mercado) traen una "ética incorporada" que conduce a los mismos niveles morales que la ética bíblica. En cierta forma se presupone que una ética social ha de conducir a una ética individual, mientras que en realidad es la ética individual la que ha de cumplirse en primer lugar. En el caso del cristianismo no existe diferencia esencial entre ética individual y ética social por cuanto la palabra "prójimo" incluye tanto a los integrantes de la propia familia como al resto, sugiriendo una predisposición favorable, sin que sea un logro concreto a alcanzar, ya que el amor a un extraño con similar intensidad que a un familiar resultaría imposible de lograr.
La democracia, basada en la igualdad ante la ley, debe contemplar tanto a las generaciones que vendrán como a las que nos precedieron. Así, no tenemos derecho a endeudar un Estado para que tal deuda sea pagada por las generaciones que todavía no nacieron. Tampoco debemos destruir el medio ambiente pensando en forma egoísta que dentro de unas decenas de años "yo ya no estaré ahí".
La idea democrática también puede aplicarse a las generaciones que ya no están entre nosotros, observando con detenimiento sus experiencias y realizaciones para rescatar lo positivo y no cometer los mismos errores, en lugar de ignorar completamente el pasado ideando sociedades utópicas desligadas de toda tradición y de todo sentido común. G.K. Chesterton escribió: "La tradición es la única democracia que se extiende a través del tiempo".
"La tradición significa votar por la más oscura de todas las clases, la de nuestros antepasados. Es la democracia de los muertos. La tradición se niega a someterse a la pequeña y arrogante oligarquía de aquellos que meramente y por casualidad, andan caminando por aquí. Todos los demócratas objetan que se descalifique a las personas por el accidente de su nacimiento: la tradición objeta que se les descalifique por el accidente de la muerte" (Citado en "Todos los santos" de Robert Ellsberg-Grupo Editorial Lumen-Buenos Aires 2001).
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