martes, 20 de junio de 2023

Del autogobierno individual al gobierno universal supranacional

Debido a que, a nivel planetario, siguen vigentes los conflictos de todo tipo, existe la necesidad de un gobierno de amplios alcances para que garantice el orden y la seguridad. Si bien existen muchas propuestas al respecto, en realidad sólo se advierten dos direcciones principales: el autogobierno individual, por una parte, y un gobierno mundial supranacional, por otra parte.

El autogobierno, asociado a la existencia de leyes naturales que rigen nuestras conductas individuales, implica un gobierno natural que resulta coincidente con la idea del Reino de Dios bíblico, ya que implicaría un gobierno directo del orden natural, o de Dios, a través de las leyes naturales ya establecidas. Esta postura también es propuesta por sectores identificados con el liberalismo.

En el otro extremo encontramos los frecuentes intentos imperialistas promovidos por excesivas ansias de poder surgidas de nacionalismos extremos. En este caso serían gobiernos de hombres sobre hombres, excluyendo toda idea de igualdad al existir gobernantes y gobernados. Cercanos a este tipo de gobierno han sido la Unión Soviética y otros gobiernos totalitarios.

La conquista de un gobierno universal ha sido, posiblemente, el "deporte" más practicado a lo largo de la historia. De ahí aquella expresión en el Antiguo Testamento: "Gigantes con pies de barro", haciendo referencia a poderosos imperios no sustentados en una adecuada ética de gobernantes, del pueblo o de ambos. El profeta Daniel expresó: "Los pies en parte de hierro y en parte de arcilla, constituyen un reino que estará dividido...porque será en parte fuerte y en parte débil...porque el hierro no se mezcla con la arcilla".

Alguien podría considerar la posibilidad que surja un gobierno mundial que respete las leyes naturales, o que sea compatible con ellas. Sin embargo, ello tiene poco sentido práctico por cuanto es imprescindible el autogobierno individual, ya que ello significa que todo individuo ha de lograr un base moral aceptable, necesaria para conformar toda sociedad exitosa. Además, los líderes ambiciosos, sin limitaciones, poseen tal defecto precisamente por ignoran las más elementales normas éticas que conducen a un nivel moral aceptable.

Al respecto, se menciona un escrito de Alfredo Sáenz:

UN ÚLTIMO PROYECTO: EL NUEVO ORDEN MUNDIAL

Hoy se ha lanzado un último grito de esperanza. Tras el derrumbre del coloso soviético, que resultó un gigante con pies de barro, hay quienes piensan que hemos llegado al umbral de los tiempos paradisiacos. Tanto los occidentales como los soviéticos "convertidos", sueñan con un presente poco menos que idílico. Baker, secretario de Estado de los EEUU, ha hablado de una "comunidad euroatlántica que se extiende de Vancouver a Vladisvostok".

El dirigente político alemán Strauss ha dicho: "Podríamos encontrarnos de hecho en el umbral de una nueva era política, que ya no está dominada por Marte, el dios de la guerra, sino por Mercurio, el dios del comercio y la economía". El nuevo ideal que reunirá a la humanidad, la preocupación primordial del hombre y de las naciones, serán las riquezas, naturales o producidas.

Tal parece ser el punto de encuentro del ex-comunismo y del capitalismo: el hedonismo, el bienestar generalizado, por virtud del mercado, y de la ideología que ha vencido y que domina el mundo a través del influjo del espectáculo y de la propaganda de alcance satelital. Lo que contará, en suma, para la unificación de Europa y del mundo, será la economía a secas, la prevalencia de lo económico, un principio que es bien visto en Occidente y hace eco a la doctrina marxista del primado de la economía, o de la infraestructura, como había dicho Marx.

¿No será por eso que la unión de Europa comenzó por la economía común, el Mercado Común Europeo? Escribía hace unos años Elías de Tejada: "Esta Europa moderna, liberal, marxistizante, capitalista, burguesa, fraguada por revolucionarios de opereta reunidos en logias masónicas o supuestamente católicas, atea o agnóstica, es la antítesis de la Cristiandad...Ni sus instituciones ni su espíritu tienen nada de común con la Cristiandad".

Recientemente un consejero del Departamento de Estado de los EEUU, Francis Fukuyama, ha dado forma a estas ideas en su famoso ensayo ¿El fin de la historia? , donde señala el arribo del mundo a una época terminal, el fin de la historia, no en el sentido cristiano y escatológico, sino en un sentido inmanentístico: el fin de la historia pero dentro de la historia. Y señala cómo ya Hegel había anunciado ya dicho término con motivo de la victoria de las huestes napoleónicas -y con ella, del espíritu de la Revolución Francesa- sobre los imperios centrales.

Es cierto que luego aparecieron algunas excrescencias, agrega, como el fascismo y el nazismo, que fueron derrotados en la segunda guerra mundial, y también el comunismo, que ahora cae hecho pedazos. En realidad, más que a Hegel, habría que remontarse a Kant, quien se refirió a este tema en diversas obras suyas como La paz perpetua y sobre todo La idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopolita. El ideal del cosmopolitismo, en el sentido moderno de la palabra, apareció por primera vez en el siglo XVIII, impregnando el espíritu de las dos revoluciones de dicho siglo, la norteamericana y la francesa.

La idea prosiguió su curso en el siglo XIX y fue retomada por Teodoro Roosevelt, especialmente en El destino manifiesto, donde se dice con toda claridad "La americanización del mundo es nuestro destino". La tendencia a la mundialización se manifestó también en el filón socialista, esta vez sobre la base del proletariado: "Proletarios del mundo, uníos". Lenin esperaba que el capitalismo se suicidaría en brazos del socialismo. No sucedió así sino al revés. Lo que Dostoievski había predicho: de padres liberales, hijos socialistas, hoy se revierte: los hijos vuelven a sus padres.

Las perspectivas no han por ello mejorado. En uno de sus últimos libros, el Cardenal Ratzinger escribe: "El derrumbe del marxismo no produce de por sí un estado libre y una sociedad sana. La palabra de Jesús según la cual al puesto de un espíritu inmundo echado vienen otros siete mucho peores..., se verifica siempre de nuevo en la historia". Y en un reciente discurso pronunciado en Praga (21/04/1991) el Santo Padre se encarga de aventar falsas ilusiones, como si el Espíritu Santo hubiese vencido juntamente con el capitalismo liberal. Lo único que ha pasado es que "un enemigo" ha caído como "una de las tantas torres de Babel de la historia".

El actual intento apunta a una sociedad mundializada, a una nueva ecumene, una réplica de lo que fue la Cristiandad en la Edad Media, pero desacralizada. En la cumbre, los EEUU, un poco más abajo, Japón y Alemania, y luego los demás. El mundo se irá convirtiendo en una periferia planetaria de Nueva York, dividida en una minoría que goza del "american way of life" y una mayoría que hace cola esperando un paquetito de bienestar.

Y entonces, con pocos años de retardo sobre su "1984", he aquí cumplida la predicción de Orwell. Tendremos finalmente el Superestado, con su gobierno mundial: el ministerio de Economía en alguna parte, entre Berlín y Tokio; el de Cultura en otro lugar, entre París y Los Angeles; el del Interior, quizás en Washington. Ya no habrá más ejércitos, ni soberanías nacionales; ya no habrá más guerras sino operaciones de policía, al estilo de la intervención norteamericana en Panamá.

"En un Estado homogéneo universal -escribe Fukuyama en su ensayo- todas las contradicciones son resueltas y todas las necesidades humanas son satisfechas. No hay lucha o conflicto sobre 'grandes' asuntos y, consecuentemente, no hay necesidad de generales y estadistas: lo que queda es, principalmente, la actividad económica".

Podríamos preguntarnos cuál será la sustancia filosófica del Nuevo Orden Mundial. Pensamos que el ideal del paraíso en la tierra. No deja de resultar notable que cuando Gramsci intentó definir la esencia del marxismo, no la hizo residir en su concepción económica, política o social, sino en una suerte de cosmovisión en torno a un fundamento que sirve de pedestal para todo lo demás: el principio de la inmanencia. Pues bien, pensamos que en este principio podrían comulgar tanto los ex-marxistas como la burguesía occidental. Al fin y al cabo Marx predicó "el paraíso en la tierra" y Occidente lo trató de traducir en los hechos con su teoria del consumismo hedonístico.

Si es cierto que, como afirman diversos autores, no pueden existir hombres o pueblos sin religión, cabe preguntar cuál será la religión del Nuevo Orden Mundial. Hay quienes creen que será la llamada "New Age", Nueva Era. Refiérese dicha denominación a la llamada Era de Acuario, que comenzaría en el próximo milenio, sustituyendo a la Era de Piscis. No podrá haber un gobierno mundial sin una religión mundial.

A ese propósito opina el politicólogo francés Gilbert Siroc: "Esta religión no puede ser ninguna de las religiones existentes, sino alguna secta o movimiento que no tenga por centro a Dios, sino al hombre. Al hombre con facultades mentales extraordinarias, unido a los Hermanos del Espacio, y nunca a Dios ni a las potestades espirituales". La New Age es una religión esencialmente ecléctica, con un poco de cada religión tradicional, incluida la católica. Pero no "teocéntrica", sino "antropocéntrica", como al mundo que quiere dar alma.

Un Superestado, una sola religión, un totalitarismo de nuevo estilo, quizás con guantes blancos. Lo profetizaron no sólo Orwell, sino también Benson, Soloviev, y más recientemente Del Noce en su gran obra Il suicidio della Rivoluzione. Frente a este nuevo totalitarismo, el enemigo ya no será el fascista, ni el burgués, ni el comunista, sino el hombre de la trascendencia, es decir, todos aquellos que piensen que este mundo no es el definitivo, que el ser humano no es la realidad suprema, que la historia no es la metahistoria. A este hombre -aguafiesta en el festín de la inmanencia- quizás no se lo mande a ningún nuevo Gulag. Pero será marginado, o internado en un hospital psiquiátrico.

El Santo Padre está altamente preocupado por este tema. Precisamente convocó hace poco un Sínodo de los Obispos de Europa, en buena parte para encarar el futuro de dicho continente, y a través de él, de todo el mundo. A raíz del conflicto del Golfo y de la alineación de las naciones europeas detrás de los EEUU, decía un obispo holandés: "Sin alma, Europa estará condenada a hacer de comparsa".

La sociedad que patrocina el Nuevo Orden Mundial, lo confiesa Fukuyama, no será una sociedad feliz. "El fin de la historia -escribe en su ensayo- será un tiempo muy triste. La lucha por el reconocimiento, la voluntad de arriesgar la vida de uno por un fin puramente abstracto, la lucha ideológica mundial que pone de manifiesto bravura, coraje, imaginación o idealismo, serán reemplazados por cálculos económicos, la eterna solución de problemas técnicos, las preocupaciones sobre el medio ambiente y la satisfacción de las demandas refinadas de los consumidores. En el periodo post-histórico no habrá arte ni filosofía: simplemente la perpetua vigilancia del museo de la historia humana".

Se acabará la patria y la religión (a lo más restringida esta última al seno de la familia); no habrá filosofía, ni coraje ni idealismo alguno..."Una gran infelicidad dentro de la impersonalidad y vacuidad espiritual de las sociedades consumistas liberales", agrega el pensador japonés. ¡Qué acertado estuvo Dostoievski cuando profundizó que la humanidad perecería no por guerras sino de aburrimiento y de hastío! De un bostezo, grande como el mundo, saldrá el Anticristo.

(De "La cristiandad y su cosmovisión" de Alfredo Sáenz S.J.-Ediciones Gladius-Buenos Aires 1992)

COMENTARIO: cristiano es el que cumple con los mandamientos bíblicos y no el que rechaza una posible felicidad en esta vida suponiendo que tal felicidad sólo existe en el más allá. Implica una contradicción creer en un Dios sabio y justo a la vez que se rechaza parte de su obra, lo que implica justamente rechazar "el paraíso en la Tierra". Se pueden rechazar los caminos propuestos sin son incompatibles con la ley natural, pero, en principio, no debería rechazarse suponiendo que el mundo está mal hecho, o que no hay esperanzas en esta vida.

Muchos son los que admiten la existencia de un mundo inmanente y que, sin embargo, pueden cumplir muy bien con los mandamientos bíblicos, por lo cual no se los debería marginar ni rechazar, a menos que se considere a la religión moral como un festival de misterios y de incoherencias lógicas y cuyos premios por la adhesión respectiva serían sólo accesibles a una minoría de creyentes (y negados a los cumplidores de mandamientos).

1 comentario:

agente t dijo...

La nueva religión que se vislumbra hoy en día tras el Nuevo Orden es el Transhumanismo. La situación política propuesta desde esos postulados globalistas es, además de autoritaria y uniformizadora de las distintas realidades nacionales y sociales, unidimensional, reduccionista del hombre a mero consumidor. Y los métodos a usar despiadados, tal como se pone de manifiesto en el conflicto de Ucrania.