Desde una perspectiva personal y subjetiva, puede afirmarse que Jorge Bergoglio constituye el máximo promotor del socialismo a nivel mundial. Ello se debe principalmente a su influencia en millones de católicos que ven, a través de su liderazgo, que el comunismo no es tan malo y que el liberalismo no es tan bueno como se dice.
Los pronunciamientos del, entonces, arzobispo de Buenos Aires, no difieren esencialmente de lo que la mayor parte de los socialistas repiten a diario y que, en forma de eslogan de fácil acceso, llegan a las mentes desprevenidas. Alberto Benegas Lynch (h) escribió: "Dijo el Cardenal Bergoglio en la referida alocución [conferencia inaugural en el Alvear Palace Hotel] que «La crisis económico-social y el consiguiente aumento de la pobreza tiene sus causas en políticas inspiradas en formas de neoliberalismo que consideran las ganancias y las leyes del mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad de las personas y de los pueblos. En este contexto, reiteramos la convicción de que la pérdida del sentido de la justicia y la falta de respeto hacia los demás se han agudizado y nos han llevado a una situación de inequidad»".
"Más adelante subrayó la importancia de la «justicia social», la «igualdad de oportunidades», el daño de «las transferencias de capitales al extranjero», que debe exigirse la «distribución de la riqueza», señaló los perjuicios de las desigualdades patrimoniales y la necesidad de «evitar que el empleo de recursos financieros esté moldeado por la especulación», todo en el contexto de que la «deuda social» -que a su juicio reviste carácter eminentemente «moral»- consiste en reformar «las estructuras económicas» en el sentido antes expresado" (De "Vivir y dejar vivir"-Fundación Libertad-Rosario 2013).
Un contra-argumento efectivo implica que, para satisfacer cualquier objetivo benéfico, se necesita obtener dinero. Y para obtener dinero en forma lícita, es necesario producir e intercambiar luego lo producido, beneficiando de alguna manera a los demás. Murray Rothbard escribió: "Una de las acusaciones más comunes contra el mercado libre (incluso por parte de muchos de sus amigos) es que refleja y fomenta un «materialismo egoísta» desenfrenado. Aunque el mercado libre —el capitalismo sin trabas— es el que mejor promueve los fines «materiales» del hombre, los críticos argumentan que distrae al hombre de los ideales más elevados. Aleja al hombre de los valores espirituales o intelectuales y atrofia cualquier espíritu de altruismo".
Al respecto, David Gordon comenta: "Rothbard responde a esta crítica de forma sorprendente. Dice que el dinero es sólo un medio, no un fin. La gente busca el dinero para conseguir lo que quiere, pero los fines que tiene la gente no tienen por qué ser «egoístas» o «materialistas». Cada persona debe decidirlo por sí misma".
Se dice que la economía de mercado es un proceso efectivo para traducir las demandas y necesidades de la gente por medio de la producción de bienes y servicios que las satisfacen. Rothbard escribe: "En primer lugar, no existe un «fin económico». La economía es simplemente un proceso de aplicación de medios a los fines que una persona pueda adoptar. Un individuo puede aspirar a los fines que quiera, «egoístas» o «altruistas». A igualdad de otros factores psíquicos, a cada uno le interesa maximizar sus ingresos monetarios en el mercado. Pero esta renta máxima puede utilizarse para fines «egoístas» o «altruistas». Qué fines persiga la gente no le importa al praxeólogo. Un empresario de éxito puede utilizar su dinero para comprar un yate o para construir un hogar para huérfanos indigentes. La elección es suya. Pero la cuestión es que, sea cual sea el objetivo que persiga, primero debe ganar el dinero antes de poder alcanzarlo" (De https://mises.org/node/59047)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Se le puede contestar a Bergoglio que cuando su Iglesia tenía mucho más poder que el actual, en el mundo donde ésta volcaba su influencia apenas había dignidad humana, porque sólo la tenían la minoría dirigente, que incluía al clero, y unos pocos comerciantes que bordeaban el pecado con sus actividades económicas. Y eso era así porque sólo esa minoría tenía bienes económicos y riqueza material, condición imprescindible para que pueda emerger y prosperar la dignidad de las personas, tanto en su vertiente individual como colectiva.
Publicar un comentario