Mientras que en la Argentina finaliza el auge del liberalismo en la segunda década del siglo XX, con el ascenso de Hipólito Yrigoyen al poder, en Europa finaliza un auge similar en la misma década, con el inicio de la Primera Guerra Mundial. Con altibajos, se inicia una época antiliberal y totalitaria, que aún se mantiene ya que persisten los nacionalismos y los intervencionismos de tipo socialdemócrata. Alberto Benegas Lynch (h) escribió: "Piénsese lo que se piense de las soluciones y recetas cotidianas en los diversos países del orbe, hay pocos que dudan que estamos frente a una crisis de proporciones mayúsculas de la que sólo vemos la punta del iceberg".
"Las causas de tamaño desbarajuste no se gestaron de la noche a la mañana, se remontan a lejanos tiempos. Los aparatos estatales vienen inflándose a pasos agigantados de hace añares. Solo consideremos que antes de la Primera Guerra Mundial, la participación del gasto público giraba en el orden del tres al ocho por ciento del producto bruto interno. Hoy en algunos lares del llamado mundo libre alcanza al sesenta por ciento y en general ronda el cuarenta. El respeto a los derechos individuales en aquella época era ampliamente reconocido y protegido" (De "Vivir y dejar vivir"-Fundación Libertad-Rosario 2013).
Respecto de los "buenos tiempos" liberales, el historiador A.J.P. Taylor escribió: "Hasta agosto de 1914 un inglés sensible y cumplidor de la ley podía pasar por la vida y prácticamente no notar la existencia del Estado, más allá del correo y la policía. Podía vivir donde quisiera y como le gustara. no tenía ningún número oficial ni cédula de identidad. Podía viajar al extranjero y dejar este país sin pasaporte y sin ningún permiso oficial".
"Podía adquirir con su moneda cualquier otra sin restricción o límite alguno. Podía comprar bienes de cualquier país del mundo en los mismos términos con que podía hacerlo localmente. A esos efectos, un extranjero podía pasar su vida en este país sin informar a la policía. El inglés pagaba impuestos en una escala modesta, menos del ocho por ciento del ingreso nacional" (Citado en "Vivir y dejar vivir").
Por su parte, Benegas Lynch (h) agrega: "Stefan Zweig en su autobiografía subraya cómo en el siglo de oro de la Viena cosmopolita, el respeto a la propiedad, la seguridad en los transeúntes y en los hogares, la solidez de la moneda, la estabilidad en el trabajo, las mejoras en los niveles de vida de todos era consecuencia de que los gobiernos gobernaban muy poco y por la calle era valorado y reconocido un cantante de ópera o un literato pero no un político que pasaba desapercibido: «nuestro emperador Francisco José, en sus ochenta años, nunca leyó un libro más allá del Reglamento Militar» pero «celebrábamos la libertad del individuo que estimábamos como el bien más sagrado de todas las cosas»".
La causa principal de la crisis global, parece ser la búsqueda de la igualdad, pero no de la igualdad asociada al "Amarás al prójimo como a ti mismo", sino a una igualdad material y social desvinculada del proceso empático emocional.
De ahí que la mayor importancia que adquiere el Estado estriba en establecer cierta igualdad económica y social quitando al sector productivo para retribuir al poco productivo. El citado autor escribe al respecto: "Tal vez el mayor malentendido de nuestra época consista en el concepto de igualdad. En lugar de comprenderlo como igualdad de derechos ante la ley, se pretende la igualdad de resultados lo cual es incompatible y mutuamente excluyente con la primera igualdad mencionada, puesto que para utilizar la ley como instrumento igualador de resultados, necesariamente debe imponer la desigualdad de derechos".
"Y la consecuencia inexorable de este travestismo que se traduce en la destrucción de marcos institucionales clave es el mayor empobrecimiento. El delta entre mayores y menores ingresos o el Gini Ratio que mide la dispersión del ingreso no resultan datos relevantes, lo medular es que todos progresen, es decir, el mejoramiento en el promedio ponderado, lo cual se logra maximizando las tasas de capitalización que son fruto de marcos institucionales civilizados, entre los que sobresale el respeto a los derechos de propiedad".
"Al fin y al cabo, las desigualdades de patrimonios e ingresos son el resultado directo de los juicios emitidos por la gente respecto de las distintas eficiencias para atender sus respectivos reclamos (a menos que se otorguen privilegios a pseudoempresarios en cuyo caso se contradicen las bases de la sociedad abierta). Este es el sentido por el que el premio Nobel de Economía Friedrich A. Hayek ha resumido la idea en The Constitution of Liberty: «La igualdad de las normas de derecho es el único tipo de igualdad que puede asegurarse sin destruir la libertad»".
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1 comentario:
Denominar “búsqueda de la igualdad” al proceso general de igualamiento que se da en Occidente es sublimarlo en buena medida. Y aunque sólo sea retóricamente, se dulcifica algo que tiene ribetes muy amargos y desabridos. Porque es absolutamente cierto, tal como se señala en el hilo, que no contiene ningún elemento emocional positivo o verdaderamente social, pues está compuesto en muy buena medida por rasgos tan negativos como son la envidia, el parasitismo y la manipulación malvada y técnicamente muy elaborada de muchos y variados campos, desde la educación a la moneda, pasando por el entretenimiento y, naturalmente, la información.
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