Toda forma de gobierno mental del hombre sobre el hombre, trae asociada cierta esclavitud emocional. Tal esclavitud depende tanto del esclavizante como del esclavizado, y se establece principalmente bajo el predominio del odio.
Si se asocia la felicidad al amor, actitud por la cual compartimos las penas y las alegrías ajenas como propias, puede advertirse que, en cierta forma, el que odia también puede buscar cierta felicidad en el odio, ya que asocia al sufrimiento ajeno cierta alegría y al éxito ajeno cierta tristeza.
Como ejemplo ilustrativo de esta actitud puede mencionarse el caso de un simpatizante de Boca Juniors, quien se sentía feliz y eufórico en el momento en que River Plate descendía de categoría. Incluso cierta encuesta realizada entre simpatizantes del Real Madrid y el Barcelona, mostraba la predominante elección de la alternativa de desear la derrota del rival antes que el triunfo del propio equipo.
Puede decirse que en esta aparente igualdad entre el amor y el odio, en cuanto a los resultados emocionales, cae víctima gran parte de la sociedad, ya que la actitud anterior implica necesariamente que el éxito de la persona o del sector odiado producirá tristeza en el odiador, lo que no es otra cosa que la envidia. Luego, la envidia implicará un autocastigo cercano, inmediato y permanente, que amargará la vida del odiador.
Tal esclavitud emocional fue advertida por Jorge Luis Borges, quien escribió: "Odiando, uno depende de la persona odiada. Es un poco esclavo de la otra. Es su sirviente”, mientras que Friedrich Nietzsche escribió: “No se odia mientras se menosprecia. No se odia más que al igual o al superior” (De “Citas y frases célebres” de Samir M. Laâbi-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2000).
El odio es utilizado ampliamente en política, especialmente por los sectores de izquierda. Los instantes de "felicidad suprema" le ocurren al izquierdista cuando alguna desgracia le sucede al enemigo; de ahí la expresión de "haber festejado" los atentados a las torres gemelas de Nueva York por parte de la dirigente Hebe de Bonafini, respaldada luego con una adhesión del 55% de los oyentes de una emisora radial de Buenos Aires.
Los ideales del guerrillero Ernesto Che Guevara, según su propia versión, sólo podrán ser conseguidos mediante el odio. Al respecto expresó: “El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal” (Citado en “Por amor al odio” de Carlos Manuel Acuña-Ediciones del Pórtico-Buenos Aires 2000).
Políticamente hablando, si uno quitara toda referencia al enemigo en el discurso populista o totalitario, perdería toda su fuerza y toda su elocuencia. En forma similar, los individuos que suspenden momentáneamente en sus conversaciones toda referencia al enemigo, se muestran incomunicativos y poco creativos hasta en un simple y elemental diálogo. Además, parecería que en esos casos se les quitara el sentido de sus vidas que consiste en ver liquidado o derrotado a su enemigo (por lo cual tendrían la imperiosa necesidad de cambiarlo por otro).
El que odia intensamente, jamás puede admitir que el enemigo tiene algo de razón, ni tampoco puede admitir que sus acciones sean positivas para la sociedad. De ahí que tiende a enmascarar la realidad con grandes dosis de mentiras. De ahí que el odio y la mentira vayan siempre juntos, y con la misma intensidad. Ernesto Sandler escribió: “Hasta hace muy poco, los científicos consideraban que la adhesión emocional a cualquier idea debía pasar por el filtro de la razón. Esta presunción daba por sentado que la adhesión emocional a una idea era posterior a un análisis objetivo y valorativo a cargo de nuestra mente racional. Recién cuando la conciencia terminaba de analizar y verificar racionalmente la certeza de una idea, se pasaba a un estrato mental dominado por las emociones subjetivas. Sin embargo, la neurociencia ha puesto de manifiesto que los mecanismos mentales no se dan habitualmente de esa manera ni transitan ese camino tan lineal y perfecto”.
“La neurociencia ha puesto en evidencia que los sentimientos, emociones, intuiciones y pasiones influyen notablemente en nuestra mente. Por ende, condicionan el análisis objetivo de las ideas antes de que intervenga la razón. Se ha comprobado que la mayoría de la gente sostiene ideas y adhiere a ellas sin haberlas analizado ni verificado empíricamente. Es decir que el paso de la conciencia racional a la conciencia emocional suele ser a la inversa de lo que antiguamente se sostenía. De esta forma, la adhesión a las ideas comienza habitualmente con los sentimientos y emociones subjetivas”.
“Este descubrimiento de la neurociencia explica por qué la mayoría de las veces la subjetividad suele predominar en la formación de un ideario, dejando de lado todo tipo de objetividad científica o verificación empírica. La influencia de los estados emocionales llega a ser tan importante que induce a la adhesión a ideas totalmente irracionales o que no describen objetivamente la realidad”.
“En el caso argentino, no hay duda de que las sucesivas crisis económicas, el desengaño por las promesas fallidas, la desesperanza ante los fracasos de los planes económicos y las promesas demagógicas, han contribuido a la construcción de un pensamiento colectivo sustentado en las emociones subjetivas, más que en la razón objetiva. Ante las reiteradas crisis, la gente duda de la certeza de las ideas de quienes se autoproclaman expertos. Los argentinos prefieren aferrarse a sus sentimientos primarios, a experiencias personales, a creencias sobre hechos ocurridos en el pasado y hasta a concepciones religiosas, antes de basarse en un conocimiento objetivo” (De “El Estado terminator”-Mucho Gusto Editores-Buenos Aires 2014).
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2 comentarios:
Pues la neurociencia nos rebaja las expectativas románticas que pudiéramos tener acerca de nuestra especie, nos da un baño de realismo, y viene a confirmar la idea de que el ser humano no es primariamente racional, simplemente es capaz de usar la razón a condición de que se den determinadas condiciones, y ni siquiera todos los individuos.
Antes se definía al hombre como "animal racional", expresión de Aristóteles, si no me equivoco. Ahora se dice que somos "un animal emocional que razona", o algo así...
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