Con el nombre de Dios, y la idea de Dios, asociamos la causa de nuestra existencia en el universo. El Dios Creador de las diversas religiones, o bien el proceso evolutivo asociado a leyes naturales invariantes, en cierta forma son enfrentados por algunos seres humanos que pretenden establecer sociedades artificiales respondiendo a la necesidad personal de desempeñar un papel semejante al del Dios Creador o al del proceso evolutivo.
Antes de establecer la sociedad artificial, junto al "hombre nuevo" que responda a tal proyecto, resulta necesario rechazar y destruir los atributos humanos que provienen del Dios Creador o del proceso evolutivo. Tal fue la intención de Platón, uno de los primeros desafiantes del orden natural. Máximo Simpson Grinberg escribió: "En el libro VI de la República, Platón define al filósofo-rey como un pintor divino que, luego de «borrar» todo lo existente, diseña sobre una tabla, ya limpia de adherencias del pasado, la nueva sociedad y el nuevo hombre, acordes con el modelo ideal que sólo los filósofos pueden conocer y contemplar".
"Este «pintor» y «tejedor» de la trama social, este «artista» que reorganiza la sociedad según un modelo divino e inmutable, es calificado por Platón como «pintor de organizaciones políticas». Y en tal carácter, su primera tarea como gobernante es desbrozar el terreno: «los filósofos se harán cargo de la ciudad y de las costumbres de sus habitantes como de una tabla rasa que deben pintar, y que han de limpiar ante todo».
«A menudo tendrán necesidad de borrar algunos rasgos y pintarlos de nuevo hasta que hayan agotado sus esfuerzos en trazar caracteres humanos que sean agradables a los dioses en la mayor medida posible».
«¿Se exasperarán todavía contra nosotros cuando nos oigan decir que hasta el día en que los filósofos no tengan autoridad absoluta sobre la ciudad no habrá remedio para los males de ésta, ni de los ciudadanos, ni podrá llevarse a la práctica la organización política que hemos imaginado en teoría?»" (De "El viaje y la utopía"-Varios autores-Editorial Atuel-Buenos Aires 2001).
Por lo general, los que juegan a ser como Dios, advierten que en la limpieza previa les sobran algunos millones de individuos que seguramente no se adaptarán al nuevo diseño, por lo que deberán hacerlos desaparecer, como ha sucedido en el siglo XX con los diversos totalitarismos (comunismo y nazismo). El citado autor agrega: "Junto a los campos nazis de exterminio para la purificación de la raza humana, tal vez el ejemplo más escalofriante es el del filósofo-rey de Camboya, el «pintor» Pol Pot. Para construir su sociedad «perfecta», Pol Pot encaró primero la tarea de cambiar el material humano necesario a tal fin. Su régimen fue acusado de eliminar a más de un tercio de una población de cinco millones de habitantes, por la sencilla razón de que el hombre «viejo» no siempre puede transformarse en uno «nuevo». Entonces, el único camino para edificar una sociedad igualitaria es la eliminación física de los no-iguales. En palabras de un oficial del régimen: «Lo que está podrido se corta, lo que está infectado se lo mutila; lo que es demasiado largo, se lo reduce a la justa medida; cortad una maleza, rebrota; hay que desarraigarla»".
El iniciador del "juego a ser como Dios" en gran escala, fue Lenin, quien reclamaba, como Platón, la obediencia incondicional de las masas, escribiendo al respecto: "La subordinación incondicional a la voluntad única es absolutamente necesaria. La revolución exige hoy la subordinación incondicional de las masas a la voluntad única de los dirigentes del proceso del trabajo".
El calificativo de sociedad totalitaria se asocia a la intromisión de quienes dirigen al Estado en las decisiones personales e íntimas de todo individuo. Platón escribió: "Siendo, pues, así las cosas por naturaleza, es necesario establecer una reglamentación que prescriba a todos los hombres libres la manera de emplear cada una de las horas de su tiempo, sin interrupción, desde el amanecer hasta la madrugada y la salida del sol siguiente".
"No podrá componer nada que pueda contradecir lo que la ciudad considera legal, justo, bueno o bello; una vez escrito su poema, no podrá darlo a conocer a ningún particular, antes de haber sido leído y aprobado por los jueces que para ello hubieran designado los guardianes de las leyes" (Citado en "El viaje y la utopía").
Puede decirse que la diferencia esencial entre creyente y ateo, en cuanto a sus posturas filosóficas, implica la aceptación de la existencia de un orden natural al que nos debemos adaptar, por parte del primero, y la aceptación de propuestas humanas derivadas del "juego a ser como Dios", para ser impuestas masivamente, por parte del segundo.
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1 comentario:
Menuda patología narcisista domina a los filósofos-reyes de todos los tiempos, desde Platón a Abimael Guzmán y a todos sus actuales seguidores, sean francos o emboscados. Pero el estar enfermos no les puede eximir de una responsabilidad criminal absolutamente voluntaria que siempre es autojustificada y racionalizada.
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