domingo, 22 de mayo de 2022

Putin y la nueva "guerra santa"

CIRILO I DECLARA LA GUERRA SANTA

Por Rodolfo Enrique Gallo del Castillo

Entre tantas antiguallas que se llevó el polvo de la historia en Rusia figurará, seguramente, aquella famosa frase de Carlos Marx: "La religión es el opio de los pueblos". Y uno de los fracasos más flagrantes del marxismo-leninismo en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, además de su sistema económico inviable y fatal, fue la prédica del ateísmo militante como política obligatoria del Estado.

Luego de perseguir durante décadas todo atisbo religioso de cualquier índole, tipo y color, de mandar a campos de concentración y a la muerte a millones de fieles de las más diversas religiones, incluidos sus patriarcas, obispos, metropolitas, rabinos, arzobispos, seminaristas, profesores, adláteres, diáconos y monaguillos. De enviar a institutos psiquiátricos de reeducación mental a muchos creyentes porque, en algunas épocas, se sospechaba que ninguna persona sana mentalmente podía creer en Dios y era urgente salvarlo de esa locura.

Luego de haber gastado ingentes recursos económicos en difundir el ateísmo como doctrina oficial del Estado Soviético por todo su inmenso territorio, y de haber destruido casi completamente a la Iglesia Cristiana Ortodoxa Rusa, en tiempos de Stalin, este lider soviético decidió terminar con ese esfuerzo inútil y aprovechar esa Iglesia para tener algún viso de tolerancia religiosa con vistas al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, donde seguramente precisaría convocar a creyentes de distintas religiones para colaborar con la magna tarea de vencer a Hitler.

Por supuesto, lo hizo al modo de Stalin, nombrando como seminaristas, prelados y obispos a agentes de la ex KGB, totalmente controlados por el servicio secreto soviético.

De esa manera, obtuvo el concurso de fieles ortodoxos que, con tal de salvar su religión y sostener sus fueros, pasó por encima el alto precio de delatar a sus acólitos y ponerse al servicio de un gobierno absolutamente totalitario.

De todas maneras, esa política absolutamente mancomunada entre religión y Estado, fue la moneda corriente en el Imperio Romano de Oriente, o Imperio Bizantino, en cuyo extremo occidental Norte había surgido la nación rusa, primero en Kiev y luego en Moscú. Pero ya en la época anterior a la Caída de Constantinopla (1454) en manos de los turcos, el emperador de Bizancio, denominado Basileus, estaba de manos dadas con el Patriarca de Constantinopla, es decir, de la Iglesia Ortodoxa de Oriente.

Eran como dos brazos del mismo cuerpo, o dos caras de la misma moneda, actuando de una forma tan mancomunada, que ese estilo de gobierno sin distancias entre el poder temporal y el espiritual, pasó a la historia como Sinfonía Bizantina.

A partir de 1454, el príncipe de Moscú logró crear el Patriarcado Cristiano Ortodoxo con sede en esa ciudad y, a partir del tiempo de los zares, la Sinfonía Bizantina siguió incólume su destino de profunda amalgama entre el poder político ruso y la autoridad religiosa del Patriarca de Moscú.

Toda esta Sinfonía fue supuestamente muerta y sepultada por Lenin, primero, y por Stalin después. junto con los cadáveres de los últimos Romanoff. Pero, como vimos, el mismo Stalin resolvio resucitar al culto de la Iglesia Cristiana Ortodoxa Rusa con el simple arbitrio de convertir a sus sacerdotes, metropolitas y obispos en agentes de la tan temida y letal KGB. A su manera, esta Iglesia había resucitado.

TIEMPOS DE CAMBIO

Primero con la glasnot (transparencia) de Gorbachov, a fines de los años 80' del siglo XX, y luego con la implosión de la URSS, en 1991, pareció que soplaban nuevos vientos de libertad en la ex Unión Soviética, y se asistió a vientos de libertad en la nueva Federación Rusa, y también en otros países, especialmente en Ucrania.

Justamente, la última porción de Ucrania incorporada por la Unión Soviética había sido la parte occidental, también llamada Galitzia que había estado siempre bajo el Imperio Austro Húngaro, o países de su órbita.

Debido a la mayor tolerancia de las autoridades católicas en esa región, había prosperado la Iglesia Cristiana Ortodoxa Greco-Católica, de rito ortodoxo (sus misas son mucho más solemnes y duran unas dos horas) pero bajo la autoridad de Roma, de los Papas.

Cuando Stalin anexó la Galitzia comenzó una persecución implacable contra esta Iglesia y deportó a todas sus autoridades, acólitos y muchos de sus más importantes fieles a los campos de concentración fatales conocidos como gulags, muchos de ellos ubicados en Siberia.

Las persecuciones policiales fueron feroces y este culto pasó a llamarse Iglesia de las catacumbas, desde 1945 hasta 1986, aproximadamente.

AGRESION SANTIFICADA

Una vez más, la Sinfonía Bizantina luce en la Federación Rusa con todo su esplendor. El actual Patriarca de Moscú, Cirilo I (Krill, en ruso) ha calificado la anexión de Crimea, la guerra civil en el Donbás, y la cruel invasión de Putín a Ucrania, dispuesta en la noche del 24 de febrero de 2022, como capítulos victoriosos de una Guerra Santa contra la Fuerzas del Mal de los países occidentales.

Esto ha provocado una reacción impresionante por parte de las otras Iglesias Cristianas Ortodoxas, pese a que la rusa es la más importante. Pero, si bien todos los Patriarcados Cristianos Ortodoxos están en pie de igualdad, la primacía espiritual la tiene Bartolomeo I, Patriarca Ecuménico (es decir, universal, primus inter pares) de Constantinopla.

En 2019 Bartolomeo I reconoció como "autocéfalo" y "autárquico" (con su propia cabeza o autoridad, y sus propios recursos económicos) al Patriarcado de Kiev, con su patriarca llamado Epifanio.

Esto le valió a Bartolomeo I el más absoluto rechazo por parte de Cirilo I, quien desconoció su preeminencia espiritual, el nombramiento de Epifanio en Kiev, y retiró su deber de comunión con el Patriarca de Constantinopla, por primera vez en mil años de historia.

Ocurre que Putín, a través de Cirilo I, quiere inaugurar una especie de nuevo Vaticano en Moscú, con autoridad sobre todos los fieles ortodoxos rusos en el planeta Tierra. Un cisma inédito en toda la historia de la Iglesia Cristiana Ortodoxa, heredera de Bizancio.

En estos momentos, Cirilo I arrecia sus críticas sobre Zelenski y los ucranianos que lo siguen, a los cuales califica como "al servicio de la diabólica sociedad depravada norteamericana y europea". El mayor argumento del Patriarca de Moscú y de Putin para descalificar a Occidente es su protección a los homosexuales y otros tipos de depravación moral. Por lo tanto, califica la invasión rusa a Ucrania como una "cruzada civilizadora en defensa de los más puros valores cristianos".

Por su parte, los cristianos ortodoxos ucranianos sostienen que Putin "es Hitler redivivo" y que piensa someterlos a todos cuantos no responden a los dictados ni a la Iglesia del Kremlin, a un sistema de esclavitud idéntico al imperante en tiempos de la Unión Soviética, donde los únicos sacerdotes autorizados eran los agentes de la KGB.

Para tener una idea de cómo gastan recursos en materia religiosa Cirilo I y Putin, el 9 de Mayo de 2020 (Día de la Victoria Patriótica) inauguraron una enorme nueva basílica ortodoxa, en honor del Ejército Ruso, en una plaza muy cercana a Moscú, en cuyo lugar de honor figuran, en forma muy grande y visible, en mosaicos multicolores: Stalin, Putin y la Península de Crimea.

A los ucranianos solamente les queda pelear por sus vidas, su religión, su territorio y su destino. Stalin y Putin ya llegaron a los altares.

(De www.laprensa.com.ar)

1 comentario:

agente t dijo...

El actual nacionalismo ruso tiene una fuerte componente religiosa: sin ir más lejos el patriarca Kirill ha calificado al Gobierno de Putin de “milagro de Dios” y defiende que constituye la esperanza de que las generaciones venideras recojan el testigo espiritual de las pasadas salvando a la patria de los enemigos internos y externos. Por su parte, el Imperio ruso (con la excepción parcial de la URSS) siempre ha estado vinculado a la Iglesia Ortodoxa Rusa o Patriarcado de Moscú. La alianza entre Putin y Kirill revive ideas y actitudes tradicionales y populares de aquel país.