viernes, 27 de mayo de 2022

Comentario al libro «Los fundamentos de la libertad» de Hayek

Por Jesús Huerta de Soto

Si La acción humana de Mises ha sido el tratado de economía que más ha influido en el pensamiento liberal español en los últimos cincuenta años, Los fundamentos de la libertad de F. A. Hayek, alumno dilecto de Mises y premio Nobel de economía en 1974, es el libro que más influencia ha tenido, y aún sigue teniendo, sobre el pensamiento jurídico, político y moral de los liberales españoles. Son cohorte los pensadores de nuestro país amantes de la libertad que han bebido intelectualmente de este libro una y otra vez: desde la Presidenta de la Comunidad de Madrid, hasta el flamante gobernador socialista del Banco de España, pasando por múltiples pensadores, políticos, sociólogos y periodistas de todos los colores y partidos políticos.

El libro, de nuevo, fue originariamente publicado en 1961 por la Fundación de Ignacio Villalonga, ese gran político valenciano, nacionalista y liberal, que al ver frustrada su carrera política por el advenimiento del franquismo (llegó a ser Presidente de la Generalitat de Cataluña durante la 2ª República) se vio obligado a refugiarse en el mundo empresarial como artífice del grupo industrial y financiero del Banco Central hasta los años setenta del siglo pasado. Siete son las ediciones de este clásico publicadas en nuestro país, la última por Unión Editorial hace poco más de un año con una limpia y revisada traducción de José Vicente Torrente, siendo más de veinticinco mil los ejemplares hasta ahora vendidos y distribuidos en nuestro país de Los fundamentos de la libertad de Hayek durante los pasados cincuenta años.

Aunque Hayek fue un economista de la escuela austriaca de primera magnitud que profundizó y amplió las contribuciones a la ciencia económica de su maestro y mentor Ludwig von Mises, oponiéndose sin descanso a Keynes y a los teóricos positivistas del equilibrio e ingenieros sociales de la escuela de Chicago como Friedman y Knight, a partir de 1960 se dedicó prioritariamente a estudiar los fundamentos jurídicos y morales de la economía de mercado frente a la estrecha moral, corrupta e intervencionista, propia de los epígonos de la estatolatría que en la década de los sesenta del pasado siglo todo lo parecían invadir.

Hayek advierte cómo la democracia no sometida al imperio de la ley entendida en su sentido material, como norma abstracta aplicable a todos por igual sin atender a circunstancia particular alguna, se convierte en un sistema dictatorial y odioso en que las mayorías coyunturales de cada momento se dedican a explotar y coaccionar sistemáticamente a las minorías. La corrupción del sentido tradicional de la ley se materializa en la continua promulgación de una confusa maraña de mandatos legislativos y reglamentos que pretenden organizar toda la vida en sociedad pero que, por la imposibilidad científica de incorporar en los mismos toda la información y conocimiento práctico-empresarial necesario, en vez de solucionar los problemas (por ejemplo, en el ámbito de la violencia de género) tienden a agravarlos y a hacerlos de más difícil solución (la legislación de discriminación positiva a favor de la mujer al violar el principio de igualdad ante la ley, está incrementando los conflictos conyugales, las denuncias dudosas o simplemente falsas y, en última instancia, la violencia de género a menudo protagonizada por desesperados que ante la arbitrariedad del sistema legal y judicial deciden tomarse la justicia por su mano).

Hayek nos demuestra cómo a este proceso corruptor del concepto de ley le acompaña con carácter paralelo un proceso generalizado de corrupción de la justicia. Ésta deja de entenderse como la adaptación, en mayor o menor medida, del comportamiento humano a las normas generales y abstractas del derecho material, y pasa a ser concebida como la impresión más o menos emotiva que en determinada situación social se crea un observador externo, al margen de que el comportamiento de los partícipes observados en el proceso social se haya sometido o no a los principios generales del derecho material. En suma, no hay nada más injusto que este concepto espurio de justicia “social”, pues la misma se utiliza para justificar las agresiones más dañinas sobre el cuerpo social con el objetivo de redistribuir la renta e igualar los resultados del proceso social, al margen de que los participantes en el mismo se hayan comportado o no justamente desde el punto de las normas tradicionales de derecho material.

De acuerdo con Hayek, la legislación —en oposición a la ley consuetudinaria— es arbitraria y fruto del socialismo, corrompe el concepto tradicional de derecho consuetudinario en sentido material y prostituye y destruye la verdadera justicia, sustituyéndola por un concepto espurio de “justicia social” que es incompatible con la cooperación pacífica y armoniosa de los seres humanos, destruye la paz social, fomenta la violencia y paraliza el avance de la civilización.

Impecable es el análisis de Hayek sobre la evolución y corrupción del rechstaat o Estado de derecho durante los últimos doscientos años, como impecable es su análisis crítico sobre el Estado del bienestar y el socialismo que amplía en dos obras posteriores también traducidas y publicadas en español, Derecho, legislación y libertad, recién publicada en su segunda edición en un solo volumen por Unión Editorial; y La fatal arrogancia: los errores del socialismo, publicada en diversas ediciones, la última dentro de la serie de Obras Completas de F. A. Hayek, colección en veintidós volúmenes cuya edición en español (en la que ya se han editado siete volúmenes) me honro en dirigir para los países de habla hispana, y que está siendo publicada por Unión Editorial, en paralelo con las ediciones en inglés, alemán y japonés.

Hayek ha sido, sin duda alguna, una de las figuras intelectuales más importantes del siglo XX. Gracias al esfuerzo y dedicación de un nutrido grupo de seguidores españoles, todas sus obras importantes han estado disponibles desde un principio al alcance del intelectual, del político y del economista español. Y si hoy nuestro país puede considerarse en alguna medida más tolerante y proclive a la libertad económica y al liberalismo político que hace cincuenta años, ello se debe en gran parte a este importante libro que, en poco más de quinientas páginas, recoge de forma contundente todos los argumentos a favor del Estado de derecho, el sometimiento de las autoridades a la ley, la igualdad de todos los ciudadanos ante el mismo derecho sin discriminación positiva alguna, la defensa de la propiedad privada en todos los órdenes e instancias sociales y el impulso de la iniciativa privada, la libertad de empresa y del sistema económico capitalista como único sistema social compatible con la moral, la naturaleza del ser humano y el avance de la civilización.

Hayek termina su ya clásica obra con un postscriptum titulado “Por qué no soy conservador” donde denuncia la cortedad de miras y el estatismo que son propios de las derechas conservadoras que tanto daño hacen al avance de la sociedad y, sobre todo, tanto en común tienen con los socialistas de todos los partidos, a la hora de desconfiar de las posibilidades del ser humano para, cooperando libre y pacíficamente entre sí, hacer avanzar hacia cotas inimaginables de progreso la civilización humana.

Por eso, y a pesar de lo grave que parezcan las dificultades que nos acechan por doquier, el hecho de que casi al final de la primera década del presente siglo XXI todavía sigan agotándose rápidamente las sucesivas ediciones de Los fundamentos de la libertad de Hayek que se publican en nuestro país, es una muestra evidente de que lo más granado de nuestra juventud y de nuestros intelectuales está bebiendo de las mejores fuentes del pensamiento liberal y de que todavía España tiene grandes posibilidades de reencontrar su destino, frente al estatismo de todos los colores, como sociedad libre y abierta.

(De www.mises.org.es)

2 comentarios:

agente t dijo...

Es curiosa esta defensa de Huerta de Soto de lo liberal cuando ha declarado públicamente que el liberalismo es un error intelectual.

Bdsp dijo...

Rothbard también critica bastante a Hayek. El hecho de estar a favor del Estado, y no a favor de su abolición, despierta ataques desde los sectores próximos al anarquismo de mercado.