La palabra “capitalismo” se asocia al concepto de “capital productivo” y se identifica con el ahorro productivo. La mentalidad capitalista se opone al “consumismo” ya que implica abstenerse de gastar dinero en bienes y servicios considerados superfluos priorizando la adquisición de bienes de producción. El ahorro, además, implica abstenerse de gastar en el presente pensando en el futuro.
El progreso económico individual proviene de la posibilidad de invertir la diferencia favorable entre lo que se gana y lo que se gasta, según la siguiente expresión cuantitativa:
Lo que se gana - Lo que se gasta = Lo que se ahorra
Al renunciar a todo lo que puede considerarse prescindible, el individuo adopta un estilo de vida simple, alejado de todo tipo de lujo y ostentación. De ahí que la esencia del capitalismo sea la mentalidad que lo favorece, que es la actitud del hombre trabajador y ahorrativo. Cuando, luego, se adviertan las diferencias económicas entre quienes adoptaron el camino del trabajo y el ahorro y quienes eligieron priorizar el presente al futuro, surgirán críticas de todo tipo hacia aquéllos, siendo la envidia la actitud menos favorable al capitalismo.
El ahorro no significa simplemente no gastar dinero, sino establecer prioridades productivas bajo el viejo criterio de que “la unión hace la fuerza”. En lugar de hacer varios pequeños gastos en cosas prescindibles, se prioriza la adquisición de una herramienta, por ejemplo, o de un libro que favorecerá el incremento de capital humano apto para la producción. Orison Swett Marden escribió: “El ahorro es el amigo del hombre y un factor potente de la civilización, porque su práctica enaltece conjuntamente la vida individual y colectiva, sosteniendo y conservando el bienestar de la humanidad”.
“La costumbre del ahorro es una de las señales del dominio propio, de la superioridad individual, pues demuestra que el hombre no es esclavo de sus pasiones ni víctima de sus apetitos ni juguete de su debilidad, sino que sabe gobernarse a sí mismo con tanta prudencia como administra su caudal”.
“Haciéndonos eco de las declamaciones de un notable economista, podemos afirmar que el ahorro no requiere valor extraordinario ni inteligencia descomunal ni virtudes sobrehumanas, sino solamente sentido común, talento natural y suficiente fuerza de voluntad para rechazar y resistir las acometidas de la tentación concupiscente”.
“Herbert Spencer dice que la diferencia más notable entre el hombre salvaje y el civilizado es que aquél vive al día sin pensar en el mañana y éste trata de prever el futuro” (De “Economía y Ahorro”-Editorial TOR SRL-Buenos Aires 1946).
También Juan Bautista Alberdi encuentra en las actitudes humanas las causas principales de la riqueza y de la pobreza: “La economía política, que es el estudio de esas causas morales de la riqueza, es una de las ciencias morales y sociales. Adam Smith dio con ella, estudiando y enseñando, como profesor, las ciencias de la filosofía moral”. “Los hechos en que consisten las dos causas naturales de la pobreza, son: la ausencia de trabajo, por la ociosidad u otra razón accidental, y el dispendio o la disipación de los productos del trabajo, por vicio o por error”.
“Ausentes, por cualquiera de estas causas, el trabajo y el ahorro, la pobreza es el resultado natural de esa situación, y ella coexiste con la posesión de los más felices climas y territorios, cuyos poseedores arrogantes pueden presentar el cómico espectáculo de una opulencia andrajosa”.
“El trabajo y el ahorro son esas causas naturales de la riqueza, como la ociosidad y el dispendio son las causas de la pobreza. Esas cuatro palabras expresan cuatro hechos a que está reducida toda la gran ciencia de Adam Smith” (De “Estudios económicos”-Librería La Facultad-Buenos Aires 1927).
En una investigación sociológica realizada en los EEUU, se llegó a la conclusión de que la mayoría de los millonarios en dólares lograron su posición económica en base al trabajo, al ahorro y a la capacidad de innovación. Thomas J. Stanley y William D. Danko escribieron: “La gente opulenta normalmente mantiene un estilo de vida que lleva a acumular dinero. En el transcurso de nuestras investigaciones, descubrimos siete denominadores comunes a quienes logran generar riqueza:
1- Viven muy por debajo de sus posibilidades
2- Invierten su tiempo, energía y dinero de una manera eficiente que lleva a generar riqueza
3- Consideran que la independencia económica es más importante que exhibir una posición social alta
4- No recibieron atención económica de los padres
5- Sus hijos adultos se autoabastecen económicamente
6- Son hábiles para detectar oportunidades en el mercado
7- Eligen la ocupación correcta
(De “El millonario de al lado”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1998).
La mayor parte de las personas realiza sus vidas bajo la elección de una escala de valores que ubica al dinero en un lugar prioritario. Cuando esas personas no logran sus metas, aducen estar orientados por cierta espiritualidad, aunque inexistente, mientras proceden a descalificar y a denigrar a quienes lograron lo que ellos no pudieron. Incluso llegan al extremo de simpatizar con el socialismo para que el Estado le quite riquezas a los que mucho trabajan y ahorran, para que las distribuya “equitativamente” entre los consumistas y dispendiosos.
Como la envidia predomina en la mayoría de los hombres, existe cierta simpatía por los líderes totalitarios que han de ser soportados por todos los integrantes de la sociedad, especialmente por aquellos que valoran su independencia económica. Giovanni Papini, en una imaginaria entrevista, pone en boca de Adolf Hitler: “Yo soy un hombre del pueblo, y conozco mejor que los señores y los politiqueros cuáles son los humores del pueblo. En los Estados modernos el pecado dominante es la envidia, ya sea de un Estado respecto a otro, ya de las clases entre sí dentro de cada país”.
“En las democracias, y a causa de la multiplicidad de cuerpos legislativos, de consejos y comisiones, los que mandan son demasiados, y sin embargo son demasiado pocos. La masa que se ve excluida, por eso mismo se siente atormentada por celos y envidias continuos. Si la suma del poder se concentra en manos de un solo hombre, entonces las envidias se atenúan y casi desaparecen”.
“El campesino, el obrero, el empleado inferior, el comerciante modesto, todos ellos saben que deben obedecer, pero saben también que incluso sus amos de ayer, banqueros, políticos, demagogos, nobles, están sometidos lo mismo que ellos a ese poder único. La dictadura restablece una cierta justicia de igualdad y aminora las torturas y sufrimientos causados por la envidia. Esto explica la fortuna de que gozan los jefes absolutos de nuestros tiempos y el favor rayano en adoración que les dispensan los países más diversos entre sí” (De “El libro negro”-Editorial Difusión-Buenos Aires 1952).
El éxito económico del emprendedor resulta imperdonable para los envidiosos. De ahí la difamación permanente hacia el sector creador mayoritario de la riqueza de una sociedad. Así como un edificio se destruye con eficacia ubicando explosivos en cada una de sus columnas, la sociedad se destruye eficazmente combatiendo al sector empresarial. Ludwig von Mises escribió: “No vale la pena hablar demasiado del resentimiento y de la envidiosa malevolencia. Está uno resentido cuando odia tanto que no le preocupa soportar daño personal grave con tal de que otro sufra también. Gran número de los enemigos del capitalismo saben perfectamente que su personal situación se perjudicaría bajo cualquier otro orden económico. Propugnan, sin embargo, la reforma, es decir, el socialismo, con pleno conocimiento de lo anterior, por suponer que los ricos, a quienes envidian, también, por su parte, padecerán. ¡Cuántas veces oímos decir que la penuria socialista resultará fácilmente soportable ya que, bajo tal sistema, todos sabrán que nadie disfruta de mayor bienestar!” (De “Liberalismo”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1994).
Bajo el socialismo, la expresión cuantitativa se transforma en:
Lo que se recibe del Estado – Lo que se consume = 0
Cada individuo se ve liberado de las preocupaciones del trabajo y del ahorro, por cuanto es el Estado quien le ha de proveer de lo necesario. La ausencia de incentivos para el trabajo y la eliminación del sector empresarial, reducen el nivel productivo y la disponibilidad de bienes, por lo cual la mayor parte de la población tiene que recurrir al intercambio y la producción en la economía marginal, o mercado negro. Los resultados del socialismo son por todos conocidos, pero la vigencia del ideal socialista se mantiene por cuanto la envidia es una actitud propia de nuestra naturaleza humana que resulta imposible de anular, si bien es posible compensar o relegar a niveles aceptables.
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