Los países subdesarrollados, por lo general, tienden a imitar a los desarrollados en cuestiones económicas y políticas, observando los métodos o sistemas utilizados sin advertir el fundamento cultural subyacente. Aun así, existen sistemas de producción y distribución que mejor se adaptan a la mayoría de los pueblos, de la misma manera en que algunas religiones producen mejores resultados que otras.
Quienes pretenden implantar una economía de mercado, deben previamente adoptar actitudes éticas adecuadas, como la predisposición generalizada individual de intentar producir más de lo que se consume. Por el contrario, si predomina la idea de intentar vivir a costa del trabajo ajeno, esperando ser mantenidos por el Estado redistribuidor de lo que otros producen, la adaptación al mercado y el posterior desarrollo serán imposibles.
El empresario Luis Menotti Pescarmona destaca algunos de los atributos observados en los japoneses: “Para intentar conocer al Japón y sus costumbres es necesario saber que, desde el año 600 AC, ha tenido una dinastía de emperadores que generó un subconsciente común para todos basado en la obediencia, disciplina y una conducta ética y moral no escrita, pero sí vigente”.
“¿Cuál es el milagro japonés? Este país surge hace 45 años luego del holocausto de Hiroshima y Nagasaki, sin poseer petróleo, ni alimentos, ni materia prima y ahora invade al mundo con sus productos, incluyendo a los EEUU y Europa, su tecnología de punta y de alta calidad, cuyas raíces curiosamente están en EEUU”.
“¿Cómo hicieron? Algunos piensan que empezaron por una cohesión y coordinación muy grande, que les permitió sumar la inteligencia y los esfuerzos de toda su población en forma voluntaria o por tradición. Limitaron las ambiciones personales a favor del grupo, es decir, del país. Sus actitudes tienen poco de la competencia que internamente existe en las sociedades occidentales democráticas liberales y tiende a reproducir la conducta imperial y feudal. Con ello logran lo que más le cuesta concretar a un gobernante: unir la voluntad de la población detrás de un objetivo común, superior a su interés individual. En otros términos, logran una coordinación física y mental, pero también moral. Además, y principalmente, apostaron a la inteligencia y a la voluntad” (De “Menotti” de Mónica Pescarmona de Baldini-Mendoza 1998).
En cuanto a la competitividad requerida por una economía de mercado, puede decirse que debe ser una competencia que apunte a una mejor cooperación hacia la sociedad, triunfando el que más coopera con los demás. La actitud del japonés, según la descripción del citado autor, se parece más a la del competidor olímpico que la del competidor en un campeonato mundial de fútbol. Recordemos el lema olímpico: “Lo importante no es triunfar sino competir”.
Pescarmona agrega: “No es que los japoneses utilicen elementos mejores, sino que están conquistando el mercado extendiendo las mismas prácticas de los EEUU, que se podrían resumir en 1°) un análisis muy meticuloso del mercado y de las oportunidades que presenta, 2°) satisfacerlas con productos de costos accesibles y de muy alta calidad, 3°) normalizar la producción para reducir los costos y 4°) hacer fuertes inversiones en desarrollos tecnológicos avanzados”.
“La austeridad de la vida personal de los japoneses, aún en los niveles superiores, les permite una tasa de ahorro significativo, muy superior a la de los EEUU, con su sociedad de consumo y su vida distinta organizada sobre bases diferentes. Han logrado integrar al hombre en la empresa, creando empleos para toda la vida, eliminando el miedo del presente y la angustia por el futuro. Las metas empresarias y de las organizaciones intermedias son subordinadas a la meta principal que persigue la Nación entera”.
“La idea acertada es primordial, pero tiene que plasmarse en hechos. Aquí discutimos si el Estado es la solución o el problema; ellos no se fijarían en eso, sólo evaluarían si tiene éxito y hay prosperidad o no. Esa sería la única garantía que asegura la continuidad de un gobierno. Nosotros tenemos como un mal crónico la falta de concreción de lo que se habla, del discurso político hueco sin que eso signifique el reemplazo del pontificador. Parece que la gente está tan acostumbrada a que casi nada se cumpla, que se conforma con escuchar voces….Si se hiciera un listado de lo que se dijo en las últimas décadas y otro con lo que realmente se hizo, nos asombraríamos de la tremenda y piadosa capacidad de olvido que tiene la población y de cómo, en vez de prevalecer el interés solidario han prevalecido los intereses y las ambiciones de poder y de gloria personales. Toda una sinfonía para nuestros funerales”.
“El fundamento de la sociedad latinoamericana, y especialmente de la Argentina, es el individuo. Actitud típicamente europea: primero el individuo. Pero hay algo más, el deseo, casi podríamos decir la pasión por realizarse, de cada individuo. Este deseo de realizarse como persona es y fue la base del éxito de los países democráticos, así como la obediencia lo fue de los países imperiales. En los japoneses no es así: está el grupo, la familia. El obrero que trabaja en fábrica se siente miembro de ella, como parte del feudo. Todos actúan como si participaran en el negocio de la empresa y no se les ocurre hacer prevalecer un interés personal en detrimento del conjunto”.
Puede hacerse una síntesis de las actitudes predominantes en las distintas sociedades:
Actitud egoísta: Cada individuo se interesa sólo en sí mismo y se desinteresa en los demás.
Actitud cooperativa: Cada individuo se interesa simultáneamente en sí mismo y en los demás.
Actitud altruista: Cada uno se desinteresa de sí mismo mientras sólo se interesa en los demás.
En el primer caso tenemos el denominado capitalismo salvaje; en el segundo caso tenemos el capitalismo promovido por el liberalismo, como es el propuesto por Ludwig von Mises, quien, en muchos de sus escritos, destaca la palabra “cooperación”. Finalmente tenemos la postura socialista en la cual se relega toda ambición personal en beneficio de la sociedad, siendo la propuesta liberal la más adecuada y la que mejor se adapta a la naturaleza humana. La cultura japonesa, según se ha visto, tiende a identificarse con la propuesta liberal.
En los países subdesarrollados predomina el egoísmo y la negligencia, ya que gran parte de la población trata de vincularse con el Estado de manera de usarlo como un intermediario que les permita vivir del resto de la sociedad. No sólo se advierte un desinterés por el bienestar ajeno, sino que se trata de extraer los recursos que los demás logran. Pescarmona agrega: “Nosotros estamos lejos de aprovechar en su totalidad los recursos de que disponemos; solamente en energía hidráulica arrojamos al mar más de 10.000 millones de dólares anuales. Peor estamos con los recursos humanos; más de dos millones de argentinos, económicamente activos y la mayoría de ellos muy capaces o profesionales, han emigrado. No tomamos una actitud estratégica para aprovechar con coraje, imaginación y esfuerzo lo que tenemos y acrecentarlo. Cuando de trabajar se trata somos capaces de hacerlo muy duro, pero hemos caído en la desesperanza, luego de haber sufrido sucesivas frustraciones”.
“Tenemos que defendernos del exceso de regulaciones y del Estado paternalista para dejar abierto un amplio campo operativo a nuestra capacidad creativa, que es infinita cuando el hombre puede actuar con libertad para su propio beneficio y ver los resultados reales de su esfuerzo y trabajo. Sacarnos de encima esta burocracia estatal que va contra cualquier iniciativa modernizante ante el miedo de que se ponga en descubierto el laberinto burocrático. Tenemos que dejarnos de especulaciones enanas y redescubrir el valor del esfuerzo, del trabajo de las iniciativas, de lo pragmático y también -¿no será arriesgado pedirlo?- del ahorro. No se trata de que nos transformemos en esclavos, pero debe comprenderse que la competencia es indispensable para que el hombre exija lo mejor de sí mismo, lo mejor de su talento y de su excelencia”.
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