A lo largo y a lo ancho de la América Latina se escuchan protestas contra el imperialismo y la globalización económica. Se aduce que el comercio internacional es la causa de nuestro atraso por cuanto en todo intercambio comercial se beneficiaría el sector poderoso perjudicando al débil. De ahí que todos nuestros problemas se solucionarían con la simple decisión de suprimir todo tipo de intercambio comercial. Carlos Alberto Montaner escribió: “El agravio más curioso atribuido a la globalización es el robo del chocolate. Se lo escuché por televisión a un indignado ciudadano durante las gloriosas jornadas revolucionarias de Cancún con motivo de una cumbre de la Organización Mundial del Comercio: «No podemos permitir que las multinacionales vengan y nos roben nuestra riqueza, como hicieron con el chocolate»”.
“Los latinoamericanos, pues, debemos exigir que nos devuelvan el chocolate, la papa, el ají, el tabaco y el tomate, productos todos oriundos de América. A cambio, renunciaremos al azúcar, el café, la cebolla, las naranjas, las uvas y otros vegetales imperialistas traídos a nuestro suelo por los poderes coloniales junto con las vacas, los caballos y los burros…”.
“Mientras los globofóbicos [anti-globalización] opinan que los tiburones norteamericanos esperan con las fauces abiertas para tragarse a las sardinas latinoamericanas, la verdad profunda es que la causa de la integración económica entre las dos grandes sociedades del hemisferio tiene muy pocos partidarios en EEUU. Los sindicatos norteamericanos no quieren esos pactos. Los ciudadanos corrientes y molientes tampoco, porque vagamente los asocian a la llegada de nuevos inmigrantes”.
“El comercio exterior norteamericano pesa poco en el conjunto de la economía, menos del 15 por ciento, y de ese porcentaje, apenas un 7 por ciento se realiza con América Latina” (De “Las columnas de la libertad”-Edhasa-Buenos Aires 2007).
En China, con la ayuda de empresas multinacionales, se logró en pocos años disminuir el nivel de pobreza en grandes sectores de la población. No parece que exista un método distinto para eliminar la pobreza en los países latinoamericanos. Sin embargo, la izquierda política ha convencido a la mayoría de sus ciudadanos que es el imperialismo económico, que aún perdura, el principal responsable de la pobreza generalizada. Es decir, por alguna causa desconocida, las mismas empresas que ayudan a los chinos a salir de la pobreza, son las que en Latinoamérica “nos ayudan” a mantener y profundizar la pobreza.
Las empresas multinacionales pueden comerciar desde sus lugares de origen con los diversos países, o bien pueden instalarse en los diversos países para producir y exportar. Quienes se oponen al comercio internacional aduciendo la posibilidad de un imperialismo económico negativo, han “solucionado” algunas veces tal problema mediante la expropiación masiva de empresas extranjeras, como es el caso de Cuba. Pero el imperialismo económico podría seguir “perjudicando” desde el exterior a través del comercio internacional. Ese aspecto, sin embargo, fue “solucionado” de inmediato mediante el bloqueo económico de EEUU hacia Cuba en represalia por la confiscación de las empresas estadounidenses en la isla. Sintetizando el método anti-imperialista adoptado en Cuba:
Eliminación de empresas imperialistas en Cuba: expropiación masiva de empresas
Eliminación de vínculos comerciales con los EEUU: bloqueo comercial
Este ha sido el método drástico para eliminar las posibilidades del imperialismo económico de ejercer su influencia en un país, que así ha quedado “liberado” del imperialismo opresor y que incluso ha promovido guerrillas revolucionarias en toda América Latina para que en esos países prosigan los pasos liberadores de los cubanos.
Y aquí viene lo sorprendente, lo increíble y lo irracional: el propio Fidel Castro adujo que el atraso económico de su país de debió al “bloqueo económico” norteamericano. Carlos Alberto Montaner escribió: “En cuanto al embargo, bueno es que se recuerde que apenas se trata de una prohibición a los ciudadanos norteamericanos de que no gasten dólares en Cuba, o a las compañías de esa nacionalidad de que no comercien con la isla. Prohibición que se originó a principios de la década de los sesenta como consecuencia de las confiscaciones sin indemnización de las compañías norteamericanas”.
“Por supuesto, ese embargo no le impide al gobierno de La Habana comerciar con el resto de los países del mundo, y vender o comprar todo género de mercancías. De ese comercio sin límites pueden dar fe los españoles o los argentinos, a quienes el gobierno de Castro ha dejado de pagarles más de mil millones de dólares, así como los franceses, los japoneses, los mexicanos o los canadienses. Más aún: incluso las compañías norteamericanas radicadas fuera de Estados Unidos no cesan de venderle o comprarle al gobierno de Castro cuando tiene algo que vender”.
“En 1990, ese comercio con los odiados yanquis ascendió a más de 500 millones de dólares hasta que la Ley Torricelli prohibió ese tipo de transacciones, en beneficio de los exportadores de otros países. Lo que ya no venden las compañías yanquis ahora lo venden los franceses, españoles o de cualquier otra bandera. La Ley Torricelli a quien fundamentalmente perjudica es a los exportadores norteamericanos. De manera que la excusa del embargo, hay que tomarla como eso: como una coartada poco seria para intentar justificar una catástrofe económica sin precedentes en la isla de Cuba” (De “Víspera del final: Fidel Castro y la Revolución Cubana”-Globus-Madrid 1994).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario