Entre las ciencias sociales encontramos a la antropología; la encargada de describir el proceso cultural mediante el cual el hombre se adapta al orden natural en vistas a lograr su supervivencia. Como la mayor parte de tales ciencias, la antropología atraviesa una etapa precientífica caracterizada por la existencia de varias teorías, generalmente poco vinculadas entre sí. De ahí que resulte necesario encontrar un marco de referencia común que ligue de alguna forma los distintos puntos de vista. Bronislaw Malinowski escribió: “La antropología, como ciencia del hombre, en sentido amplio, como la más comprensiva disciplina en el humanismo, fue la última en llegar. Ella debió limitar sus alcances y su campo, su contenido y su método lo mejor que pudo. Asimiló lo que había sido dejado de lado y aun tuvo que usurpar antiguos materiales que otras ciencias conservaban. La constituyen ahora disciplinas tales como la prehistoria, el folklore, la antropología física y cultural. Éstas se aproximan peligrosamente a otros legítimos campos de ciencias sociales y naturales: psicología, historia, arqueología, sociología y anatomía”.
“En este ensayo intentaré mostrar que el verdadero campo de reunión de todas las ramas de la antropología es el estudio científico de la cultura”.
“Cada concepto a su turno es el resultado de una teoría que declara que algunos hechos determinan el curso de los acontecimientos y otros son accesorios meramente accidentales: que las cosas ocurren como ocurren porque determinadas personas, el pueblo en general o factores materiales del ambiente las producen”.
“La causa de todo el trastorno reside en el hecho de que la mayoría de los principios, generalizaciones y teorías estuvo implícita en la reconstrucción del historiador y fue naturaleza intuitiva más bien que sistemática. El historiador típico y muchos antropólogos gastan la mayor parte de su energía teorética y de sus ocios epistemológicos en refutar el concepto de ley científica en los procesos culturales, en erigir comportamientos estancos entre el humanismo y la ciencia y en proclamar que el historiador o el antropólogo pueden reconstruir el pasado gracias a una visión específica, a cierta intuición o revelación, en una palabra, que pueden confiar en la gracia de Dios más bien que en el sistema metódico de trabajo concienzudo” (De “Una teoría científica de la cultura”-Sarpe-Madrid 1984).
Como continuidad al proceso de la evolución biológica, aparece el proceso de la evolución cultural; ambos orientados a la adaptación del hombre al orden natural. De ahí que una “teoría de la cultura”, en el ámbito de la antropología, ha de ser una teoría que describa el proceso de la evolución cultural con la consiguiente sugerencia para la adaptación del hombre a dicho orden.
Existe actualmente un marco orientador, surgido de la física, y es el que muestra una continuidad desde la evolución de la materia hasta llegar a la vida inteligente. Consiste en la aparición sucesiva, en el universo, de las partículas fundamentales, luego de átomos, moléculas, células, organismos, vida y vida inteligente. Mientras que la física, la química, la astronomía y la biología, principalmente, describen el proceso evolutivo hasta llegar a la vida inteligente, resulta necesario establecer un esquema teórico que describa la evolución cultural a cargo del hombre, que será la teoría de la cultura antes mencionada.
Mientras que el proceso de la evolución biológica se fue estableciendo sin ninguna intervención del hombre, el proceso de la evolución cultural lo tiene como a su figura central. En el primer caso, el hombre era un actor pasivo que nada podía hacer frente a las fuerzas de la naturaleza; en el segundo caso, el hombre ha sido “designado” como el Director General del proceso evolutivo, y la humanidad será conducida por los caminos que el hombre elija.
En sociología, hay quienes opinan que existen comportamientos estrictamente sociales, independientes de los individuos, mientras que otros opinan que, para la descripción de todo comportamiento social, no debe excluirse al individuo. Desde esta postura, se advierte que, en el proceso de la evolución cultural, será prioritario el comportamiento individual. Ello implica que debe predominar la visión del psicólogo social antes que la del sociólogo. Elvin Hatch escribió: “Malinowski cree que la comprensión en el nivel de la conducta individual se obtiene sobrepasando el nivel de los intereses y las predisposiciones. Es necesario profundizar el problema, dejando atrás la costumbre, y descubrir las motivaciones naturales que son los resortes básicos de la acción humana. Por ejemplo, para comprender las actividades del horticultor trobriandés, es necesario percibir la ambición y el deseo de obtener ventajas que lo motivan. Para comprender la conducta del mago primitivo es necesario identificar las necesidades emocionales que lo impulsan a actuar”.
“El problema de la naturaleza del hombre era una cuestión residual en el esquema de Radcliffe-Brown. A su juicio, el sistema social se basa en sus propios y particulares principios, y puede entenderse sin tener en cuenta la naturaleza de los miembros individuales de la sociedad. Puede afirmarse casi exactamente lo contrario de la obra de Malinowski, que escribió: «En mi opinión, importa sobre todo que el estudioso no olvide nunca el organismo humano vivo y palpitante, de carne y sangre, que está siempre en el centro de todas las instituciones»” (De “Teorías del hombre y de la cultura”-Prolam Editores SRL-Buenos Aires 1975).
Una vez “instalados en el individuo”, podremos aplicar el conocimiento que sobre él disponemos, tal como las componentes afectivas y las cognitivas de su actitud característica. Si existe una evolución cultural, habrá de estar materializada por un mejoramiento de los aspectos afectivos (o morales) como así también de los aspectos intelectuales (o cognitivos). De ahí que una teoría de la cultura ha de describir la manera en que tales aspectos mejoran, o empeoran, de la misma manera en que deberá distinguir entre las costumbres que favorecen la adaptación al orden natural de aquellas que lo impiden, en oposición a la actitud imperante en la antropología actual que denomina “cultura” a todo lo que realiza el hombre, sin distinguir lo que resulta positivo de lo que no lo es.
Desde la antigüedad se describían los distintos procesos naturales en base a supuestas intervenciones de un Dios Creador, como es el caso de la vida y del hombre. Luego de la aparición de la teoría de la evolución biológica, por medio de la selección natural, se admitió la posibilidad de existencia de sistemas autoorganizados que podían ser descriptos mediante sistemas de realimentación negativa (feedback), como es el caso del propio proceso evolutivo.
Un sistema autorregulado es el constituido por el tanque de agua de una vivienda. El estado estable implica haber logrado el objetivo buscado (tanque lleno), mientras que circunstancialmente se tiene un tanque lleno a medias, que es lo que se logra en realidad. El flotante detecta la diferencia entre lo que se desea y lo que se ha logrado y actúa sobre la válvula de entrada de agua haciendo pequeña la diferencia, buscando la situación de estabilidad. El proceso de la evolución biológica, como sistema autorregulado, puede esquematizarse como sigue:
Especie adaptada => Reino animal y vegetal => Especie en adaptación
<= Selección natural <=
La teoría de sistemas fue aplicada en antropología bajo las siguientes formulaciones: la cibernética de Norbert Wiener (1947); la teoría general de sistemas de Ludwig von Bertalanffy (difundida entre 1950 y 1970); la teoría de las estructuras disipativas de Ilya Prigogine (1960) y la sinergética de Hermann Haken (1980) (De “Corrientes en antropología contemporánea” de Carlos Reynoso-Editorial Biblos-Buenos Aires 1988).
La evolución cultural, por otra parte, admite una descripción similar:
Individuo adaptado => Humanidad => Individuo en adaptación
<= Profeta, filósofo, científico social <=
En este caso, algunos hombres son los “encargados” de sugerir lo que implica estar “plenamente adaptado”, proponiendo cambios al resto de los hombres para que la diferencia se reduzca cada vez más.
En cuanto al conocimiento, tanto la ciencia experimental como el aprendizaje cotidiano, admiten una descripción similar, que implica el conocido método de “prueba y error”:
Realidad => Científico => Modelo de la realidad
<= Experimentación <=
Mediante los esquemas mencionados se puede disponer de un soporte básico que permite establecer pensamientos concretos respecto al proceso de adaptación cultural. Denomínese teoría elemental, soporte básico, o lo que sea, constituyen conceptos que deben ser tenidos en cuenta para establecer una teoría científica de la cultura.
Si nos preguntamos acerca de la orientación que debe adoptar la humanidad, o las decisiones concretas que deberían tomar los gobiernos de los distintos países, seguramente que no obtendríamos una respuesta única, y si la hubiese, no tendríamos seguridad en cuanto a su eficacia. En cambio, si nos preguntamos por las decisiones que debería adoptar cada individuo, la respuesta podrá ser concreta, coincidente y segura. Tal respuesta surge al “elegir” entre adoptar una actitud cooperativa o bien una competitiva, y en tomar como referencia la propia realidad o bien alguna ideología propuesta por otra persona aun cuando esa ideología no sea compatible con la realidad.
La respuesta concreta implica adoptar la actitud que nos permite compartir las penas y las alegrías de los demás como propias, algo que ya viene propuesto en el Antiguo Testamento, en forma algo oculta, como en el Nuevo Testamento, en forma explícita. Además, implica adoptar la actitud del científico, como un apasionado buscador de la verdad.
La primera etapa, para encontrar la solución a los problemas del hombre, radica en encontrar las respuestas que orienten sus acciones. La segunda etapa, la de mayor dificultad, consiste en convencerlo de la efectividad de tales sugerencias.
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