El pleno empleo es algo deseable, ya que pocas cosas son tan temibles como la desocupación laboral; pero el pleno empleo debe lograrse en base al trabajo productivo. Durante los periodos de gobiernos populistas, se lo busca a costa de aumentar el empleo estatal más allá de las necesidades normales de la población, ya que tal concesión se la utiliza con fines electorales.
Con el nombre de “burocracia” puede distinguirse el empleo estatal improductivo de aquél que resulta necesario para lograr las finalidades propias del Estado, tales como la administración pública, salud, educación, justicia, seguridad, defensa, etc. El burócrata es el que tiene como principal función la de cumplir horarios para cobrar un sueldo a fin de mes, ya que sus actividades laborales carecen de utilidad para el Estado y para la sociedad, ya que, prescindiendo de esas actividades, podrían lograrse los objetivos estatales con mayor eficacia y menor gasto.
Esto parece muy sencillo de entender, sin embargo, un gran sector de la población está convencido que el empleo estatal innecesario “resuelve el problema de la desocupación”. Cuando existe un exceso de empleos improductivos (estimados en unos 2 millones en toda la Argentina), que genera un déficit anual del 7% del PBI, tal déficit debe cubrirse con el cobro de elevadas tasas de impuestos, emisión monetaria o bien con préstamos del exterior.
La emisión monetaria excesiva produce inflación, siendo la principal causa de pobreza generalizada. Los impuestos con tasas excesivas impiden a las empresas la inversión y la creación de nuevos puestos de trabajo productivo, mientras que los préstamos que recibe el Estado solucionan los problemas por un tiempo, pero los trasladan al futuro, bastante agrandados.
El sector mayoritario de la población considera inhumana y perversa la actitud de reducir el empleo estatal superfluo, por lo que apoya y favorece la profundización de la pobreza y del subdesarrollo. Sin embargo, espera que algún político produzca el milagro de eliminar la inflación y la pobreza sin reducir la elevada burocracia. De ahí que no resulte extraño que los políticos populistas prometan realizar “el milagro del subdesarrollo”. Marco Denevi escribió: “La adolescencia colectiva sueña con un súbito cambio de la realidad, con un vuelo alto y corto que la haga saltar por encima de los dolores y de los esfuerzos de su evolución hacia, por supuesto, la grandeza”.
“Las verdaderas revoluciones, desde el cristianismo hasta la cibernética, son graduales e insidiosas y no las desatan los pueblos sino una minoría y a veces un solo hombre, un Euclides, un Pasteur o un Einstein, digamos” (De “La República de Trapalanda”-Ediciones Corregidor-Buenos Aires 1989).
En cuanto a la burocracia, el citado autor agrega: “La regla de oro de la burocracia argentina: multiplicar las prohibiciones para multiplicar las oportunidades de vender los permisos”.
“Con Perón el Joven, el Estado comenzó a dilatarse como el Universo hasta límites inconcebibles para la Constitución de 1853”. “Perón quiso someter todas las voluntades a la suya, para lo cual amplificó los poderes del Poder en sus manos y las consecuencias no tardaron en hacerse sentir: el Estado creció y desde entonces no ha dejado de crecer porque ningún gobernante, incluidos los sucesores democráticos, se resigna a despojarse de los poderes que encuentra ya instalados en el Poder”.
“Un lenguaje abstracto habla de «sobredimensionamiento del Estado», trabalenguas que en buen romance significa exceso de órdenes impartidas por los gobernantes y, por supuesto, exceso de funcionarios y de empleados que corren con el trámite de esas órdenes. Como a toda esa gente hay que pagarle un sueldo, suministrarle edificios, útiles de trabajo, papeles por toneladas, luz eléctrica, teléfonos, a algunos también un automóvil (con chofer, si es posible), a otros muchos también un uniforme, y como el dinero para todos estos gastos debe salir del bolsillo de los particulares, sólo una economía próspera puede aguantar tanto dispendio. Y no por mucho tiempo”.
“La burocracia, en todo el mundo, está formada por personas que trabajan en algo que no les gusta. ¿Qué se puede esperar de ellas, sino una violencia interior que de un modo o de otro descargarán sobre los demás? Los demás son quienes acuden a una oficina para hacer un trámite”.
“Como los gobernantes argentinos no han sabido hacer otra cosa que promulgar leyes, decretos y ordenanzas, y como su mayor alarde de inteligencia ha consistido en crear organismos burocráticos, la burocracia es una especie de ejército de ocupación del país, integrado por algo más de dos millones de personas (en una nación con poco más de treinta millones de habitantes). La proporción es escalofriante: de cada quince argentinos, uno es empleado del Estado nacional, de algún Estado provincial o de algún municipio”.
Una parte de la herencia que dejó el kirchnerismo fue un mayor sobredimensionamiento estatal, que agravó notoriamente las cifras que Denevi mencionaba en 1989. “Este ejército de ocupación, sobre el cual se vierte un mar de tramitaciones diarias, ignora la alegría de quien cumple con su vocación. Es un ejército malhumorado y desganado que se venga de sus frustraciones mediante el sadismo. Salvo la soviética, no conozco burocracia más cruel que la argentina. Sospecho que por espíritu de desquite. Y como no hay un patrón a la vista que la vigile, cierto grado de impunidad la envalentona”.
“Por cierto que son muchos los argentinos que codician un cargo burocrático. Las condiciones de ingreso suelen eludir el examen de idoneidad, suplantado por la afiliación política o por la carta de recomendación. Pero nadie busca en la burocracia un destino feliz sino la forma de ponerse a cubierto de la competencia y de los riesgos que acechan a cualquier oficio privado”.
“Los listos están en todas partes, también fuera del gobierno y de la administración pública, y no se quedan de brazos cruzados. Hay que ver cómo se las ingenian, según las técnicas propias de la viveza, para aprovechar las circunstancias en su beneficio personal aun dentro de la enorme malla tejida por el estatismo”.
“El soborno ofrecido (y aceptado) con total desparpajo es una de esas técnicas. La evasión de impuestos es otra. La subfacturación o la sobrefacturación es una tercera. En fin, la economía que ahora se llama negra, informal o clandestina acapara el mayor número de adeptos”.
“En cuanto a lo que el lenguaje popular denomina coima y el diccionario pudoroso denomina cohecho, es otra tradición argentina. Un agente francés le informa a su empleador en París que en Buenos Aires no se puede dar un paso sin untarle la mano a algún funcionario del gobierno. Fecha del informe: 18 de octubre de 1710”.
En cuanto a la actitud actual de algunos burócratas, es oportuno mencionar una propaganda que se observa en las calles de la ciudad de Mendoza. En un afiche, aparece sonriente el intendente del departamento de Las Heras, con una inscripción que dice: “Estamos limpiando Las Heras”, algo más abajo: “Las Heras hace historias” (posiblemente hayan querido expresar: Las Heras hace historia). Ello significa que cumplir con las mínimas obligaciones que tiene toda Municipalidad, que es el de la limpieza, es todo un logro que merece ser publicitado gastando incluso recursos que podrían ser invertidos en algo útil. Debe mencionarse que dicho departamento estaba sumergido en basura durante la gestión municipal anterior, en cuyo caso el Estado municipal funcionaba como un reducto favorable al robo organizado ya que ni siquiera se preocupaba por salvar las apariencias trabajando lo mínimo indispensable.
Todo lo que puede decirse de la burocracia en este país no es más que un reflejo de una mentalidad predominante que es necesario cambiar (o mejorar). Marco Denevi escribió: “Hace algún tiempo, en mi país [Suiza], un argentino y yo caminábamos por una callecita de la ciudad fundada en el siglo IX donde tenía mi casa. Era muy temprano y no había tránsito de vehículos, que por lo demás es allí escaso a cualquier hora del día”.
“Un niño montado en una bicicleta venía por la calzada de pavimento medieval, pasó a nuestro lado y se nos adelantó. Al llegar a la bocacalle extendió un brazo para advertir que doblaría a la izquierda, como en efecto lo hizo”.
“El argentino se detuvo, murmuró: «Es increíble». ¿Qué era lo que le parecía increíble? «Pero, ¿no vio a ese chico? Aunque no hay ningún agente de tránsito y por la calle no circulan vehículos, igual estiró el brazo»”.
“Fue a la noche, mientras comíamos…cuando de golpe me dijo: «¿Sabe una cosa? No se ofenda, pero ustedes están domados como animales de circo». Se rehusó a aclararme el significado de esa frase sibilina y cambió de conversación”.
“Ahora, al cabo de seis años de vivir en la República Argentina, creo desentrañar el sentido de su estupor, de su disgusto, de aquellas palabras ambiguas. Sí, en comparación con los argentinos, mis compatriotas y yo somos viejas bestias domadas. Nos hemos convertido en banqueros suizos, en hoteleros suizos, en relojeros suizos, disciplinados y eficaces, respetuosos del orden y amantes de la comodidad, de la seguridad, del confort y de la buena digestión….”.
“En cambio la sociedad argentina es, toda ella, joven. Todavía le cuesta pagar el precio de la doma para obtener el bienestar. Sea bajo el liberalismo, sea bajo el estatismo, el adolescente colectivo ha ambicionado vivir bien pero sin sacrificar los dones propios de la juventud. Hasta el día en que se dé cuenta de que debe optar entre la aventura y el orden. Si elige el orden, ay, es porque ha dejado de ser joven y se incorpora al mundo de los suizos. Y si elige la aventura, ay, se autocondenará a la pobreza”.
Nota: Marco Denevi fue un escritor argentino que, por una cuestión literaria, optó por escribir, con actitud imparcial, optando ficticiamente por la nacionalidad suiza.
En la actualidad, nuestra mentalidad no ha cambiado demasiado. Si se tienen en cuenta las encuestas políticas, se advertirá que una Presidente que aumentó irresponsablemente el empleo público, de manera que el déficit anual llegara al 7% del PBI, en las encuestas aparece con más del 50% de imagen positiva. Por otra parte, una política como Elisa Carrió, que fue la pionera y casi única investigadora que denunció a la organización delictiva constituida por el kirchnerismo, tiene una imagen positiva que no llega al 10%. Posiblemente tales porcentajes pueden haber cambiado, aunque no de manera sustancial. Ello indica que quienes atentan contra la nación de una manera perversa, son mucho mejor considerados que aquellos que la defienden de la corrupción y de la irresponsabilidad.
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