La evolución de la educación en la Argentina puede describirse a partir de las tendencias predominantes en las distintas épocas. Así, durante el siglo XIX y comienzos del XX, prevalece la educación religiosa. Luego le sigue una etapa en que la educación laica es la dominante mientras que, comenzando el siglo XXI, se advierte un tipo de educación que podría denominarse “igualitarista”, ya que no busca la igualdad de los hombres, sino que cree buscarla.
Se entiende por “educación” el proceso por el cual se inculcan valores morales, mientras que denominamos “instrucción” al proceso de enseñanza de los diversos contenidos que apuntan a la formación intelectual del alumno. Si bien el término “educación” involucra ambos aspectos, en este caso se hará referencia a la formación moral a través de los distintos criterios adoptados. Agustín Álvarez escribió: “La mera instrucción nos ha perdido, pero la verdadera educación puede salvarnos. El objeto de la escuela es, en primer lugar, educar; en segundo, instruir”. “El maestro debe trabajar ante todo y sobre todo en habituar a los niños a decir siempre la verdad y huir de la mentira. La disciplina escolar debe recaer en primer lugar sobre las faltas a la rectitud y en segundo sobre las faltas a las lecciones”.
“Las escuelas normales deben preparar educadores y no instructores, bajo la base de que el fundamento del aprendizaje es el instinto de imitación, no pudiendo educar el que no está educado, porque la educación no es la enseñanza de reglas muertas por el maestro al alumno, sino la transfusión al alumno de la moral efectiva del maestro”.
Desde el punto de vista de los premios y castigos que incitarán a una adecuada conducta social, se presentan distintas posibilidades:
a- Educación religiosa: supone que una justicia sobrenatural impone “correcciones” a las injusticias humanas, pero en el más allá. Los valores morales resultan dependientes de la religión.
b- Educación laica: supone que los premios y castigos impartidos en el ámbito escolar resultan suficientes para orientar al alumno hacia la buena conducta. Los valores morales resultan independientes de la religión y de lo sobrenatural.
c- Educación igualitarista: considera que los premios elevan y los castigos rebajan, por lo que se oponen a la búsqueda de la igualdad; de ahí que se los suprime.
En cuanto a los premios y castigos considerados por la educación religiosa, Agustín Álvarez escribió: “Inclinándose por su parte a la no extinción, Arturo Hill reconoce que «la esperanza en la extinción es un sentimiento moral más elevado que la esperanza de la inmortalidad personal», como es infinitamente más abnegado el acto del ateo que sacrifica su vida para salvar la de otros, sin ninguna esperanza de compensación póstuma, que no la del mártir de la fe en la reparación futura que afronta el martirio para ser recompensado por ello”.
El citado autor consideraba negativa la educación religiosa que recibió, de ahí que compara ese hecho con el terremoto que sufrió Mendoza en 1861, en el que mueren sus padres. Al respecto escribió: “Yo he vivido en ese «open door» de la insensatez medieval, que era la herencia intelectual forzosa de los hispanos-americanos de la época colonial, el cual, y el terremoto del 61, han sido las dos grandes calamidades que han amargado las que debieron ser horas felices de mi infancia. Y de ahí mi empeño en sustraer a los presentes y venideros de eso que Maeterlinck llama «el solo crimen imperdonable, el que envenena las alegrías y anonada la sonrisa del niño» con el fantasma de la condenación por los usos y los goces de la vida” (Citado en “Perfiles del apóstol” de Pedro C. Corvetto-El Ateneo-Buenos Aires 1934).
Las mayores crisis de la religión se producen cuando se confunde moralidad con creencia, ubicando la fe en un primer lugar, suponiendo que con ello se ha respondido a las exigencias morales que la propia religión impone. Lázaro Schallman escribió: “La enseñanza confesional subvierte las normas psicológicas al pretender que, en la escuela, se deriven las ideas morales de la teología dogmática. El ilogismo de tamaña pretensión fue por largo tiempo el blanco de las disquisiciones de la filosofía relativista, cuyos propugnadores establecieron en principio que la moral es perfectamente explicable sin la autoridad de Dios. El laicismo hizo suyo este postulado, pero fue más lejos aún. Asimilando el credo emersoniano, afirmó que los dogmas sobrenaturales son incompatibles con el perfeccionamiento moral, y arquitecturó sobre el pilar de esta premisa los fundamentos de la educación moral sin dogmas”.
“Se pretende que el milagro tiene la virtud de unir a los hombres en la misma fe; y nada los desune más que lo sobrenatural, porque cada confesión tiene sus milagros y niega los de las otras religiones”. “Son inconciliables los postulados del laicismo con las exigencias de la fe. Y la sola incorporación de esos postulados al espíritu de la educación oficial en todos los países de organización democrática, justifica sobradamente la exclusión de la enseñanza confesional en la escuela primaria. La educación debe guiar a los niños y a los jóvenes hacia un ideal ético basado, no sobre lo que divide a los hombres, sino sobre lo que los une” (De “El mito de la educación moral”-Rosario 1934).
En cuanto al ideal cristiano de educación, Lorenzo Luzuriaga escribió: “Con el ideal cristiano surge un nuevo factor en la historia: la idea de la individualidad. Ésta no era desconocida en la cultura helénico-romana, pero estaba encuadrada dentro de la colectividad, del Estado. Ahora, como la idea de la salvación es principalmente asunto del individuo, se reconoce plenamente a éste, independientemente de toda sociedad”. “El ideal cristiano de educación se desarrolla en toda su integridad durante la Edad Media. Ese ideal está dirigido hacia la vida ultraterrena. Este mundo no es más que un mundo de transición, de preparación para la otra vida. Nada que no tenga relación con ella posee valor, ni la sabiduría, ni la vida física, ni los goces terrenales”.
“Así la educación sufre un retraso desde el punto de vista del saber, de la cultura. Aquélla queda reducida a una instrucción elemental, de carácter dogmático, dada exclusivamente por la Iglesia. En cambio, se acentúan las virtudes de carácter ascético, la disciplina y la obediencia. Por otra parte el carácter universal de la Iglesia hace que pierda todo interés el principio estatal o nacional. El ideal cristiano medieval de educación venía a ser un ideal internacional”. “En lo político predominaba la idea del antiguo Imperio Romano. Todos los hombres cultos hablaban el mismo idioma, el latín, y las instituciones docentes superiores, las universidades, estaban abiertas a todas las nacionalidades”.
“Dentro del ideal cristiano medieval se pueden distinguir varias modalidades. En primer lugar, el ideal monástico del ascetismo con sus corolarios de la castidad, la pobreza y la obediencia. Después, el ideal caballeresco con sus virtudes del honor, el valor y la galantería, y por fin el ideal gremial, corporativo de los trabajadores con sus tres grados de aprendiz, oficial y maestro. El ideal caballeresco ha tenido un desarrollo particular en la vida palatina y de los castillos, donde se cultivaba la música, el canto y las poesías épica y lírica, con los juglares y los trovadores. La mujer ocupaba un lugar preeminente en ellos, cosa desconocida en los pueblos clásicos. Finalmente, los gremios, tenían una organización corporativa muy cerrada, basada en el aprendizaje con el maestro”.
El ideal humanista se opone en cierta forma al ideal cristiano constituyendo el fundamento del laicismo. Lorenzo Luzuriaga escribe al respecto: “Un nuevo ideal de vida y de educación nace con el Renacimiento: el ideal humanista. Éste realiza una ruptura completa con el ideal ascético de la Edad Media, dirigido a la otra vida, mientras que ahora triunfa la vida presente, terrena. En el orden intelectual este ideal significa la liberación de los espíritus del dogmatismo y autoritarismo de la coacción eclesiástica; la introducción del libre examen y la observación directa de la naturaleza, y el desarrollo de la ciencia y el método experimental”.
“En el orden moral, se acentúa el valor de la personalidad libre e independiente, responsable de sus actos ante sí misma, más que ante poderes sobrenaturales. Pero donde el triunfo es mayor es en el campo del arte, en el que surge una nueva concepción de la belleza y del goce dando lugar a una visión alegre y placentera de la vida. En todo esto sirven de norma los clásicos griegos y romanos, que son estudiados directamente, sobre todo Platón, que es ahora descubierto, y Quintiliano, que sirve de guía en la educación”. “Una modalidad particular del ideal humanista es el movimiento religioso de la Reforma, que quiere llevar a la religión el espíritu de libre examen de la Biblia y que acentúa el valor moral en la vida, con menosprecio de otros valores, como lo hace Lutero. Este movimiento a su vez dio lugar al de la educación pública, que crea la organización estatal de la enseñanza”.
“Según Davidson se pueden percibir cuatro tendencias dentro de este ideal de educación: 1º, la tendencia a hacerla natural y práctica, en vez de abstracta y teórica; 2º, la tendencia a incluir el cuidado del cuerpo, tan tristemente abandonado en los siglos anteriores; 3º, la tendencia a extender la educación a todas las clases del pueblo, y 4º, la tendencia a adoptar métodos agradables y atractivos en vez de los ásperos y repelentes anteriores” (De “Pedagogía”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1984).
En cuanto a la igualdad entre los hombres, puede decirse que depende esencialmente del tiempo dedicado, de nuestros pensamientos y acciones, como también de cuánta importancia tengan para nosotros los demás, pudiendo simbolizarse el caso óptimo mediante la siguiente expresión:
(Yo y mi familia) = 50% …… (El resto de la sociedad) = 50%
Porcentajes mayores de tiempo e interés en uno mismo y su familia, indican el habitual egoísmo existente en la sociedad. El caso óptimo vendría a ser la igualdad tan pregonada en todas partes.
En lugar de buscar este tipo de igualdad, el igualitarismo exalta los derechos sin hacer otro tanto con los deberes. Para que se cumplan los primeros, debe promoverse a los segundos. De lo contrario, no se cumplen ni unos ni otros.
El igualitarismo en economía promueve la redistribución de las riquezas ante que la producción de las mismas, por lo cual no se cumple satisfactoriamente ni una ni otra.
El igualitarismo en la justicia penal tiende a reducir y hasta abolir las penas aplicadas a la delincuencia, por lo que termina premiándola con una libertad inmerecida mientras que simultáneamente castiga a las personas decentes que tienen que padecer los efectos de las acciones del delincuente en libertad.
El igualitarismo en la educación elimina premios y sanciones, permitiendo la indisciplina de los malos alumnos mientras perjudica seriamente a los que desean estudiar con interés. La eliminación de premios y castigos, en cualquier ámbito de la sociedad, promueve su destrucción.
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